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domingo, 16 de marzo de 2008

DATOS QUE DAN QUE PENSAR

(Foto: J.Rodríguez)

La velocidad de la Tierra en su movimiento de rotación sobre sí misma es de casi medio kilómetro por segundo. Al mismo tiempo que gira sobre sí misma, la Tierra se mueve en elipse alrededor del Sol a una velocidad de unos 30 kilómetros por segundo. Pero este circunvalar al sol lo hace arrastrada o siguiendo el movimiento del propio Sol, que tampoco está quieto, sino que gira alrededor de nuestra Galaxia a una velocidad aún mayor, a unos 220 kilómetros por segundo. La Galaxia, a su vez, como un todo, se mueve a unos 600 kilómetros por segundo. Además del agujero negro que bulle en su centro, un día será engullida por otra galaxia mayor, la más cercana, Andrómeda.


Para preparar 100 gramos de miel, una abeja debe visitar cerca de un millón de flores. Una abeja sin carga de polen vuela a unos 65 km por hora. Incluso con su cosecha la abeja todavía es capaz de volar a 30 km por hora. Para obtener un kilo de miel, la abeja debe llevar a la colmena 150.000 cargas de néctar. Si las flores distan un kilómetro y medio de la colmena, para llevar cada carga tendrá que volar tres kilómetros. Por consiguiente, tendrá que recorrer un total de 450.000 kilómetros para preparar un kilo de miel. Esta distancia es once veces lo que mide la circunferencia de la tierra en el ecuador. (Estos datos me los proporciona mi amigo Evelio, y los toma de “La miel y sus derivados”, de Cristina Vázquez Fuentes. Quiere montar cientos de colmenas en unos terrenos que tiene en la falda de los Montes de Toledo, no para aprovecharse de la miel, sino para que las abejas no desaparezcan de la faz de la Tierra. Le sugiero que el problema a lo mejor no está en las abejas, sino en las flores, en que ya no hay casi flores por el campo, porque, a su vez, el clima y el terreno… etc.).

A veces los datos dan también que pensar. Como la velocidad y el espacio son relativos (relativos al punto desde el que establezcamos la distancia y el movimiento, y relativos a la velocidad de la luz en el vacío, unos 300.000 kilómetros por segundo), si nos colocamos ante esas velocidades inimaginables y descomunales de la Tierra, el Sol y la Vía Láctea, pues nos vemos como somos, una nada que se afana, siente y piensa algo durante un instante antes de desaparecer. Si nos colocamos en la perspectiva de la abeja, nos asombra la cantidad de esfuerzo, tiempo y energía que requiere la exitencia de cualquier cosa que damos por hecha a nuestro alrededor sin atisbar lo que ha tenido que ocurrir antes para que lo tengamos al alcance de la mano. ¿Y qué cantidad de explosiones, movimientos, intentos y transformaciones ha tenido que ocurrir en una pequeñísima parte del universo para que, desde aquel polvo cósmico inicial de átomos y partículas, haya aparecido un hombre sobre la Tierra que ahora esté tecleando signos electrónicos y haciéndose estas cábalas metamatemáticas?

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