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lunes, 28 de octubre de 2024

UNA ENTREVISTA DE HACE TIEMPO

Me hizo esta entrevista Manuel Cuenya hace ya diez años, pero es

quizás la mejor entrevista que me han hecho. La recupero por su 

interés.



LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Autor: Manuel Cuenya

Reportaje: Santiago Trancón


-¿Cómo crees que te ha marcado, desde un punto de vista literario, el hecho de haber nacido en Valderas? ¿Qué representa para ti la provincia de León?

La influencia del lugar donde uno nace tiene que ver con las primeras vivencias infantiles. En mi caso, es la luz, la tierra roja, los montes, viñedos y trigales, lo que dejó en mí una impronta imborrable y determinó mi modo de ver el mundo como un espacio infinito que te invita a caminar, a conocer, a perderte en él. Luego, todavía de niño, viví en Valencia de don Juan, a orillas del Esla, y a los siete años en Armunia, y aquí se enriqueció mi visión de la naturaleza como verdor, exuberancia, aromas intensos y chiar de vencejos. Coloco el contacto con la naturaleza, el paisaje y el espacio como el elemento más importante de mis primeras experiencias infantiles, pero he de decir que, del mismo modo que me fascinaba el espectáculo vivo de la naturaleza, de niño me quedaba absorto observando el rostro de las personas, sus gestos y palabras. Dada mi tendencia a la contemplación y la observación, paisaje y paisanaje, por tanto, han marcado decisivamente mi visión del mundo y la vida. 

-¿Crees que la provincia de León ha dado y sigue dando tantos y tan buenos narradores y poetas? ¿Por qué? ¿Qué opinión te merece la literatura que se está haciendo ahora en la provincia de León?

Yo creo que León es tierra de escritores y poetas por varias razones. Una tiene que ver con lo que he expresado antes, la influencia del paisaje, el clima, la luz, la naturaleza, que posee una fuerza y una atracción especial. La poesía nace seguramente de aquí. Después está la influencia del lenguaje, el gusto por la palabra, el disfrutar de la conversación ingeniosa, tener un sentido creativo y vital de la comunicación. En tercer lugar yo creo que hay que señalar la influencia de una tradición de origen judío que tiene que ver con la fascinación por los libros y ese empeño en “dar una carrera” a los hijos, el valorar el estudio como un modo de ascenso social. El “tener estudios” siempre ha sido algo muy importante en nuestra tierra. Por último está el estímulo de todos los escritores vivos que han creado ya una tradición cultural que tiende a mantenerse por su propia dinámica. Influidos por todo esto, y motivados para no “defraudar” expectativas, los escritores leoneses tratamos de crear obras originales y de la mayor exigencia y calidad. Así explico yo ese fenómeno llamado impropiamente “literatura leonesa”. 

-Tú, que eres Doctor en Filología Hispánica, y has impartido clases de Lengua y Literatura españolas, además de clases de dramaturgia en la RESAD, ¿qué te ha aportado tu labor docente a tu faceta como escritor?

La exigencia de claridad. La primera obligación de un profesor es expresarse con claridad y precisión. La segunda es hacerlo con entusiasmo, con pasión por la verdad y el conocimiento. Nunca he concebido el saber como algo separado de la vida. Y vivir es, ante todo, sentir. “Lo que se sabe sentir, se sabe decir”, escribe Cervantes. Hay que aprender a sentir, claro, que no es lo mismo que emocionarse. Todos nos emocionamos, pero otra cosa es saber sentir. El sentir implica y compromete a todo nuestro ser, no sólo al cuerpo, sino a la mente. Ahí es donde el enseñar tiene que ver con el escribir. Para escribir bien hay que colocarse siempre en el lugar del alumno, del que escucha, del que recibe. Tienes que acompasar el ritmo de tu respiración con el suyo. 

¿Qué supone el teatro para ti, habida cuenta de que has sido profesor y crítico teatral, además de escribir algún ensayo sobre esta materia?

Tengo por el teatro un gran respeto. Mi idea del teatro es tan elevada, tan apasionada, que he acabado por no ir a las salas de teatro, por no acudir a ningún estreno, salvo compromisos ineludibles. Sufro con el mal teatro, que hoy es el 99% de todo lo que se hace. Me pierdo ese 1%, pero prefiero evitarme la enorme frustración que supone ver a actores que no saben estar, ni decir, ni sentir sobre un escenario. ¡Encarnar a un personaje! Esto es un acto creativo tan fascinante y poderoso que casi ningún actor toma conciencia de él. Claro, para eso hay que tener antes un texto digno de ser representado, y eso supone acudir a los clásicos, porque los autores de hoy no escriben, la mayoría, más que tonterías y trivialidades, aunque todos se sientan muy trascendentes y comprometidos. ¿Comprometidos con qué? Con las modas y los topicazos ideológicos del momento, que no voy a enumerar. No entienden que el teatro está en otro lugar, otra dimensión

-¿Cuáles son tus autores o autoras preferidos en la literatura, que han influido en tu obra?

Son muchos, tantos que no los puedo enumerar, pero seguramente muchos menos de los que se pudiera suponer. Para no ser descortés, ahí van los primeros que me vienen a la cabeza: Cervantes, Kafka, Faulkner, Góngora, Unamuno, Valle-Inclán, Cunqueiro, Céline, London, Poe… Y Daniel Defoe, porque Robinson Crusoe fue el primer libro que leí en mi vida, de niño, y acabo de enterarme, por sus Memorias, que también fue para Colinas su primer libro. ¡Celebro la coincidencia!

-¿Qué reseñarías de tu faceta como articulista en diversos medios, entre otros ‘La Nueva Crónica’, ‘El Mundo’ o ‘Diario 16’, además de tus colaboraciones con prestigiosas revistas como ‘Ajoblanco’, ‘El Viejo Topo’ o ‘Cuadernos Hispanoamericanos’? 

Es otra de mis pasiones como escritor. El artículo exige, no sólo escribir bien, sino tener algo que decir, algo que no sea una vulgaridad o un lugar común. Hay que atrapar primero la atención del lector, y esto implica sorprenderlo con un uso original e inesperado del lenguaje, pero luego todo se tiene que sostener sobre alguna idea nueva que enriquezca la mente del lector, le haga reflexionar y, llegado el caso, le anime a cambiar sus ideas. Todo esto supone estar atento a lo que sucede a tu alrededor pero, sobre todo, a saber cómo piensa la mayoría, que casi siempre tiene a simplificar lo complejo y a complicar lo simple. La tarea del articulista es hacer lo contrario y obligar a cada uno a pensar por su cuenta… ¡y riesgo!

-¿Cómo fue tu experiencia como Director General de Promoción Cultural de Castilla y León, durante los años de 1984-88, impulsando, entre otros proyectos, el Festival Titirimundi de Segovia, o bien participando en programas de TV como La clave o Negro sobre blanco…?

Como cargo cultural tuve la satisfacción de comprobar que desde las instituciones se pueden hacer muchas más cosas de las que se cree, pero también muchas menos de las que se puede. La política es una actividad muy digna, pero cuando se degrada es abominable, un despilfarro de energía que yo no estaba dispuesto a pagar. Me queda el buen recuerdo de haber impulsado el Festival Titirimundi, pero también haber llevado a León a Dario Fo o Macunaima, o haber salvo de la piqueta el Corral de Villapérez, o impedir que los camiones pasaran bajo el ábside de la Catedral, o el promover más actividades culturales por ciudades y pueblos que nunca, un resurgir que no tuvo continuidad, desgraciadamente. Lo de participar en programas de TV es otra cosa, algo interesante, pero bastante anecdótico. 

-¿Qué reseñarías de tu último volumen hasta ahora, ‘’Huellas judías y leonesas en El Quijote. Redescubrir a Cervantes'? ¿Qué has aportado a la figura de Cervantes y a su Quijote? 

He intentado dejar de lado los dogmas y tópicos simplificadores que impiden descubrir la grandeza de Cervantes y la inmensidad literaria que encierra el Quijote. Me he centrado en destacar la importancia que tiene, para valorar y comprender mejor su obra, el reconocer su condición de judeoconverso y su vinculación con el entorno geográfico, cultural y social del Reino de León. Bastan estas dos claves para leer a Cervantes y el Quijote con otros ojos y otros oídos, mucho más respetuosos con el texto y con las intenciones de Cervantes. Sé que contradecir al cervantismo oficial supone aceptar el rechazo y el desprecio de quienes no están dispuestos, no ya a leer, sino simplemente a escuchar lo que digo. Pero mi amor a la verdad está muy por encima de la búsqueda de reconocimiento. 

-¿Qué destacarías de tu obra en general, narrativa y poética, incluso la ensayística?

Pues no sabría qué contestar, eso ya depende más de los lectores que de mí mismo. De lo que soy muy consciente es de que cada género o tipo de texto exige un tono y un nivel de escritura distinto, y esto un escritor tiene que tenerlo muy en cuenta. ¡No se puede escribir de cualquier manera! La vigilancia, el sentido crítico, el afán de superación, el estar siempre dispuesto a suprimir, éstas son cualidades que uno aprende con el tiempo y que nunca puede abandonar. Soy alérgico a los lugares comunes, los tópicos, las obviedades y las vulgaridades y miserias de la vida cotidiana. No concibo la literatura como mera descripción, reproducción o repetición de la mal llamada realidad, ya sea social o personal. La literatura, o intensifica y eleva la vida, o no sirve para nada. 

-¿En qué proyectos literarios estás trabajando ahora?

Unos cuantos. Sigo investigando sobre Cervantes, porque me he dado cuenta de que, en contra de lo que se supone, se ha investigado muy poco sobre su vida y su obra. Tengo también una novela y un libro de poemas en busca de editor, tarea a la que no estoy dedicando el tiempo que creo se merecen. Otro capítulo es ir avanzando en un proyecto mucho más laborioso, la recuperación y el estudio de la obra ingente de los judeoconversos. He empezado con escritores judeoleoneses como Antonio de Torquemada, Francisco López de Villalobos, Cristóbal de Villalón, Fray Bernardino de Sahagún, Andrés Pérez de León, Fray Cipriano de la Huerga, Jorge de Montemayor… La lista es muy larga. Aparte, tengo ya tantos artículos publicados que debería empezar a recopilarlos y ordenarlos y a pensar en editarlos en forma de libro. Etc. No estoy falto de estímulos y proyectos. La vida es breve para todo lo que podríamos leer, escribir e incluso publicar. Cervantes apuró la suya hasta el último momento.


Entrevista breve a Santiago Trancón


1.- ¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

El Quijote, claro. 

2.- Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

Varios, no por sabidos menos importantes: Don Quijote, Sancho, Calisto, Melibea, Segismundo, Hamlet, don Juan Tenorio, Madame Bovary, Catherine Earshaw

3.- Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

Muchos, pero mejor no “nombrallos”. Una cosa es el mercado y otra la literatura. 

4.- Un rasgo que defina tu personalidad.

Capacidad de análisis. Hay más, pero me pides uno solo.

5.- ¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Confianza en sí mismo unida a la ausencia de egolatría.

6.- ¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

La política se ha degradado al nivel de los políticos, y los políticos son un modelo deplorable de vaciedad mental y engreimiento delirante. La sociedad vive peligrosamente deprimida, resignada, confusa y dispuesta a creer en embaucadores o a buscar refugio en “los de siempre”, aunque nos lleven al abismo. La sociedad vive perpleja entre la negación del peligro, la evasión individualista o la confianza en soluciones mágicas. Nunca como ahora es más necesaria la verdad frente al engaño y la mentira, la objetividad frente a las fantasías, la determinación y la honradez de otros políticos y otros partidos verdaderamente comprometidos con el bien común, la justicia y la igualdad de derechos y deberes entre todos los ciudadanos. El mayor peligro es la disgregación nacional y el desmoronamiento del Estado democrático.

7.- ¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?

Escribir, perderme en el campo y la naturaleza, observar a los pájaros, perderme por el campo y la naturaleza, observar a los pájaros, hablar con los amigos, leer, meditar, contemplar la belleza, aparezca donde aparezca.

8.- ¿Por qué escribes?

Porque ya se ha convertido para mí en una necesidad tan importante como comer o respirar. Porque gozo y vivo intensamente escribiendo. Pero sobre todo: escribo para hacerme la ilusión de que, al menos mientras escribo, venzo a la muerte. Suena muy solemne, pero es así: la escritura que no es una impostura nace de la conciencia de la muerte.

9.- ¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Ayudan a sintetizar, a condensar lo que quieres decir. Pero nos hacen perder mucho tiempo, éste es su peor efecto. Y la dispersión, la tendencia al “picoteo”, la pérdida de concentración. Cuando la información no tiene límites, cualquier cosa acaba resultando inalcanzable. Luego está la vanidad, la búsqueda del autorreflejo, que magnifica la tontería y la insignificancia personal.

10.- ¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

La observación, la lectura y la capacidad para dejar que tu cerebro se convierta en la fuente de tu propia creatividad. El yo no es la fuente, suele estorbar, así que hay que aprender a dejarlo de lado y permitir que la energía del universo fluya a través de tu cuerpo y tu cerebro. El placer no nace de la autocontemplación, sino del autoabandono, el dejarse poseer y atravesar por el misterio del mundo. 

11.- ¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Tengo un blog (www.hacer-pensar.blogspot.com) en el que de vez en cuando escribo o subo cosas que he escrito en otros medios. Cumple su función, pero le dedico sólo el tiempo imprescindible. No sigo a ninguno, aunque hay muchos que son muy buenos y muy interesantes. Pero el tiempo, como la vida, es breve.

12.- Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Vive para sentir el misterio que eres, porque nunca lo comprenderás.

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