MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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sábado, 30 de enero de 2016

CLAVOS QUE DEJAN HUELLA (Cuento Judío)

(Foto: Ángela T. Galisteo)

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Un día descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta...
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta.. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física"


(CUENTO JUDÍO tomado de Shirley Dobin Rosenthal)

jueves, 28 de enero de 2016

LA HORA DE LOS NECIOS


Estamos viviendo en España un momento político crucial. La estructura y modelo de partidos favorece el arribismo de los más mediocres y ambiciosos, a los que aquí llamo necios. 

(Fotos: Ángela T. Galisteo)

El tiempo es el ahora, la percepción del ahora. Cuando se acumulan los acontecimientos imprevistos, el tiempo se intensifica, acelera su ritmo. Sube la tensión, crece la incertidumbre, empieza a extenderse y a contagiarse el miedo a “lo que pueda suceder”. Hablamos de momento histórico, de hora crucial. Ya ha llegado. Podrá durar diez años, pero ya hemos entrado en ese ahora convulso en que las tensiones subterráneas anuncian un choque tectónico o una eclosión de fuego. En contra de toda lógica, el anuncio del caos no ha dado paso a la responsabilidad de los más sensatos, sino a la ambición de los necios. Aunque parezca mentira, la hora de la verdad (la de la política) se ha convertido en la hora de los necios. Fatalidad hispánica.
Es difícil encontrar una hora en que tanto necio se haya encaramado a la cúspide acorazada de los partidos con el propósito de asaltar o mantener el poder. A mayor necedad, mayor obstinación. Hagamos un breve repaso. Dejemos a Mas y a su sucesor, un pastelero que no fue capaz de acabar ni Filología Catalana.

Ahí tenemos al líder del PP, que con la mayor mayoría absoluta imaginable, ni ha suavizado los problemas de la economía, del paro, de la desigualdad, del déficit y el estado del bienestar, ni ha hecho nada para frenar al independentismo secesionista. La última prueba de su vacua necedad ha sido esa conversación con el falso Puigdemont. Ya es grave que un Presidente no tenga un filtro para saber quién le llama antes de ponerse al habla, pero peor aún que al oír el nombre de Puigdemont le entre una especie de euforia campechana y dicharachera, como si le llamara un colega de toda la vida. ¡Que está hablando con un tipo que acaba de pasarse la Constitución por el Arco de Triunfo de Cataluña y le considera a usted un facha invasor! Pues nada, te llamo mañana y nos vemos cuando quieras, “President”.

Otro tal es el líder del PSOE. Éste ha entrado en pleno desvarío. ¿Quién ha dicho que un político no puede perder la cabeza? La egopatía no está reñida con la necedad, ni la estulticia con la soberbia. Lo malo de un delirante reconcentrado es que contagia a quienes tiene a su alrededor. Acabará con el PSOE si no lo retiran a tiempo.

Otro necio de tomo y tomillo es el caudillista de Podemos. Creerse muy listo, no siéndolo ni pareciéndolo, es patético, mucho más si el engreimiento se une a la cursilería y confunde astucia con inteligencia. Durante la campaña electoral se autonombró Presidente mil veces, ahora se ha proclamado humildemente Vicepresidente, pero advirtiendo a Pedro Sánchez que quien le nombrará Presidente es él, la sonrisa del destino. Petulancia y chulería. Neofalangismo.



Lo dicho y temido: es la hora de los necios, esa hora crítica marcada en el calendario hispano y que nos toca padecer irremediablemente cada cierto tiempo, como una maldición cíclica. Pero pasará. Afortunadamente, y más pronto que tarde, habrá nuevas elecciones y ya nada seguirá igual: o nos precipitamos al abismo guiados por los necios, o los arrojamos antes al vertedero.    

miércoles, 13 de enero de 2016

CUIDADO CON TUS CREENCIAS

(FOTOS: A. TRANCÓN)

Nuestro sentido de la realidad es muy limitado. Sólo el tacto nos proporciona alguna certeza sobre la consistencia del mundo. Pero el tacto es burdo, no percibe el movimiento, y apenas diferencia los estados, formas y elementos de la materia. Necesita de la vista para construir el mundo. Pero la vista es también muy poco de fiar. Sólo crea imágenes, o sea, realidades imaginarias. Lo que vemos, además, no es más que una interpretación: nada es tal y como lo vemos. El color, por ejemplo, no está en las cosas, sino en nuestro cerebro. Y así todo.
La materia es un conglomerado de partículas en permanente agitación. Casi todo en ella es vacío. No percibimos la energía que mantiene unidas a esas partículas invisibles (la gravedad o la fuerza electromagnética, por ejemplo). Tenemos que fiarnos necesariamente de nuestro cerebro, más que de nuestros sentidos. Como todo acaba construyéndose en él, es ahí donde debemos fijar más nuestra atención si queremos aprender a movernos por el mundo. Al final, lo que más nos determina y condiciona son nuestros propios pensamientos.
Pero el pensamiento es también muy limitado. Construye conceptos e ideas para dar permanencia a la realidad y asegurar así nuestra supervivencia, pero es incapaz de comprender la mayor parte de lo que vemos, hacemos o vivimos. Allí donde el pensamiento racional no llega, surgen las creencias para cubrir el vacío. Nada nos asusta más que no encontrar un sentido o una explicación a lo que sucede a nuestro alrededor.
Pero hay creencias raciones y creencias irracionales. Aquel que no es consciente de sus creencias, quien no las somete constantemente a análisis, cae presa de su fuerza irracional. Las creencias son como el cemento: tienden a volverse pétreas. Las creencias más peligrosas son las religiosas. Miren a esa familia rezando durante un mes ante el cadáver de su hijo esperando a que resucite, o a ese hijo que ejecuta a su madre con un tiro de kalashnikov ante una multitud porque así se lo exige su fe y su adhesión al grupo que la profesa.


Pero igualmente perniciosas son las creencias políticas. Lo peor de esta fe laica es que los creyentes no son conscientes de ella, piensan que son sólo ideas, y muy racionales. Por eso no se paran ni un minuto a ponerlas en duda. Todavía hay quien, por ejemplo, cree que la CUP encarna la esencia de la revolución pendiente, incluso después del espectáculo de política basura que nos han ofrecido. O que eso de la autodeterminación es un derecho del pueblo catalán, aunque suponga atropellar los derechos democráticos de la mayoría, incluidos los catalanes. La izquierda tiene una peligrosa tendencia al dogma y la creencia ciega. Lo justifica con una autoatribuida superioridad moral que lleva a disparates como ése de las tres magas falleras o la birria de reyes magos carmelanos.  No se atreve a pensar o poner en duda sus creencias políticas y sociales, tirándolas al muladar si es necesario.

Lo dicho, cuídate de tus creencias, ¡que son tus peores enemigos!
http://www.lanuevacronica.com/cuidado-con-tus-creencias

domingo, 3 de enero de 2016

EL POETA LUIS DÍAZ VIANA

(Fotos: S. Trancón)

La poesía vive en la marginalidad literaria, apenas tiene lectores y está fuera de los circuitos comerciales. Sin embargo ocupa el lugar central de la literatura; es, podríamos decir, su núcleo esencial. Si desapareciera, toda la creación literaria se vendría abajo por falta de consistencia. La poesía, al contrario de la novela, no vive de los lectores, vive de sí misma. Y mientras haya poesía habrá poetas. Leyendo la poesía de Luis Díaz Viana uno comprende el sentido de esta profunda verdad.
Se ha dedicado profesionalmente Luis Díaz a la antropología, una disciplina que tardó en llegar a nuestro país y de la que él ha sido pionero. Una larga lista de libros recoge sus investigaciones, orientadas a desvelar la pervivencia de rasgos culturales y populares dentro de nuestra propia cultura, cada día más universal y urbana. Pero además de esta labor científica y académica, Luis Díaz se ha dedicado de modo consciente, perseverante y riguroso, a la poesía. De ese núcleo creativo esencial han brotado también sus otros dos empeños artísticos: la pintura y la música.
La publicación reciente de su “poesía junta y revisada” pone de manifiesto el lugar central que la creación poética tiene en toda su obra y en su vida. No suelen los poetas atreverse a poner en claro, reunidos y enfrentados, los poemas que han ido marcando su propia evolución poética. Esto implica releer críticamente, seleccionar y depurar cada poema y, sobre todo, tratar de encontrar el sentido de una continuidad no manifiesta, pero existente, como río profundo que recorre por debajo de lo que aparentemente ha sido una creación espontánea y sujeta a los impulsos de cada momento. Luis Díaz lo ha hecho con este libro de 300 páginas, titulado En honor de la quimera (ed. Devenir Poesía), en las que ha ordenado los siete libros publicados entre 1971 y 1992.
Siempre es insuficiente y reduccionista calificar una obra variada, compleja y fuertemente personal. No lo voy a hacer con la poesía de Luis Díaz, difícilmente clasificable según las categorías al uso. No impide esto destacar que encontramos en ella recogidos los impulsos y la sensibilidad de los movimientos poéticos más destacados de la historia, pero no recurriendo a la copia o la imitación, sino a través de la asimilación e integración en la propia concepción y vivencia poética. La poesía de Luis Díaz ha ido brotando y haciéndose –tal y como se presenta en este libro- de las fuentes del romanticismo, el neoclasicismo, el modernismo, el irracionalismo surrealista y la lírica popular. El impulso personal late y transforma en cada momento estas influencias en una voz original que nunca pierde la raíz, el vínculo con la propia vida. La poesía se convierte así en búsqueda, autoconocimiento, autoafirmación frente a un mundo incomprensible pero apasionante.


No nos encontramos ante una poesía del sosiego o la contemplación, sino del desarraigo, de la vivencia dramática del amor, el dolor, la muerte, la injusticia, el sinsentido. Nada de extraño que a veces adopte un tono nihilista, apocalíptico, bíblico, y que se exprese tanto a través del versículo y la salmodia como mediante versos cortos, inquietos, llenos de elipsis y rupturas rítmicas. Prueba de esta inquietud, de esta tendencia al inconformismo (incluso formal) es el distribuir alternando las estrofas del poema pasando del lado derecho, al centro y el izquierdo de la página, creando un equilibrio dinámico, formando un zigzagueo que avanza como un oleaje. Esta construcción rítmica y visual no es un simple juego, tal y como lo concibe la poesía experimental, sino la expresión más adecuada del contenido y el latir mismo de los temas recurrentes que dan vida a los poemas: el amor, la muerte, el sexo, el dolor, la soledad, la naturaleza, el misterio de la existencia.
Dice el poeta, “solo y desterrado”, que “vivir y morir tan solo es niebla” y que “la única eternidad está en tus sueños”. Por eso “busco, con otros hombres, la puerta condenada / de un antiguo paraíso”. Busca, pero no huye el poeta de lo que encuentra al final del encuentro: “La muerte nunca aparece como es, / tal como es: guarda su misterio”. “La muerte estaba en ti. Tú la traías / en tu mirada, en tus ojos, en tus manos. / Tú la traías en tus labios  / y me los diste, desnudos, a besar. / Yo, sólo sabía de palabras”.
El amor es mucho más que un tema, es el lugar y la experiencia radical a la que regresa una y otra vez el poeta, incapaz de entender su misterio, tan unido a la soledad y la muerte: “Qué lucha de vidas encontradas, / tan terrible, hasta llegar a ser nosotros, / hasta salir tú de ti, yo de mi otro / para abrazarnos desnudos y sin sombras”. “He pasado en cárceles de soledad / toda mi vida / huyendo del amor o deseándolo”.


Ninguna reseña puede sustituir la experiencia de la lectura individual, y nada más personal e intransferible que el encuentro con un libro de poesía tan denso, extenso y variado como éste. Ante la imposibilidad de resumirlo cabe, sin embargo, entresacar algunos versos que pueden mostrar su pujante vitalidad, su concentrado lirismo, la fuerza expresiva y la riqueza de imágenes sorpresivas e impactantes. Una poesía cargada de emoción, pero también portadora de una visión del mundo y el hombre como ser desvalido e indefenso que necesita dar sentido a su vida, comprender y compartir su existencia azarosa, cargada de experiencias desgarradoras, pero también exultantes y felices. El sentimiento nos mueve y nos guía: “Porque el sentimiento es la llave que hace bello / lo imperfecto”. “Sólo un viento de sueños calcinados / desordena los pliegues de la tarde, / mientras, tristes y oscuros, / caminamos”. “Vi el mundo que se oculta en los espejos / y juzgué la muerte necesaria”. “Tendremos que morir, como árboles viejos, / sin corazón de viento  ni memoria de estrellas: / solos y acostumbrados al musgo y a la tarde”.
Si un libro de poesía puede salvarse por un solo verso, encontramos en esta antología de Luis Díaz cientos de versos que por sí solos justifican, no ya su publicación, sino una vida entera dedicada a la obstinada labor de expresar con palabras el misterio de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que pensamos y deseamos. De la alta calidad y logro de este empeño sirva este puñado de versos cargados de belleza y emoción, pero que también encierran una profunda reflexión sobre nuestro paso por esta tierra:
 Baja de las nubes. Sal, sal a la calle. / Busca a un hombre muerto con tu mismo rostro”.
 Vivir como si la tierra / fuera nuestra única patria, / la que sabe nuestros nombres, / y no el oscuro destierro / de unos dioses derrotados”.
Recorrer los puentes fríos / que cuelgan sobre la hierba, / perderse en un horizonte / de coches enfurecidos, / de muchedumbres de piedra / y mujeres sin mirada”.
Era un niño –praderas hacia el cielo- / perdido bajo el sol; cálidos ríos: / en los barcos azules del verano / sentí sobre la piel caricias blancas”.
Bajo las escaleras de la tarde / un suave dormitar de mariposas
 Las hojas pudriéndose en la fuente / asumían su verde desencanto…”
Y para acabar, estos dos versos que expresan el profundo anhelo que recorre no solo esta poesía, sino la vida íntima del poeta:
 Yo quiero, con las nubes intangibles / deshacerme en la luz, eternamente”.