MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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sábado, 30 de marzo de 2013

CERVANTES Y LOS ALEMANES


(Fotos: Fernando Redondo)

El Quijote es una fuente inagotable de sorpresas. Estoy escribiendo un libro sobre el origen converso de Cervantes y las huellas judías que aparecen su obra, tan numerosas como evidentes. Al estudiar el capítulo sobre el morisco Ricote me he topado con la historia de los peregrinos tudescos, tan sugerente y actual que no puedo dejar de comentarla. Resumo el pasaje.

Camina Sancho sobre su asno, después de renunciar a su cargo de Gobernador de la Ínsula Barataria, y se encuentra con un grupo de peregrinos extranjeros que enseguida levantan sus voces y se ponen juntos a cantar en una lengua que desconoce Sancho, pero en la que distingue bien la palabra “limosna”. Caritativo, saca de sus alforjas queso y pan, y se lo ofrece. Lo toman y le dicen: ¡Guelte! ¡Guelte! No entiende Sancho y uno le muestra una bolsa llena de dinero. Sancho, con un gesto, les responde que no tiene un céntimo y prosigue su camino. Es entonces cuando lo reconoce su vecino Ricote, que se abraza a él y le cuenta su historia.

Se paran todos a comer, y Sancho comprueba que los peregrinos van bien proveídos de todo, de pan, sal, nueces, queso, jamón, aceitunas y hasta cavial, “hecho de huevos de pescados”. Cada peregrino llevaba, además, su bota de vino. Chocando la mano con Sancho, de cuando en cuando uno le decía:
-Español y tudesqui, tuto uno: bon compaño.
Y Sancho respondía:
-¡Bon compaño, jura Di!

Le cuenta luego Ricote: “Juntéme con estos peregrinos, que tienen por costumbre de venir a España muchos de ellos cada año a visitar los santuarios de ella, que los tienen por sus Indias”.
Recorren toda España y “al cabo de su viaje salen con más de cien escudos de sobra, que, trocados en oro, o ya en el hueco de los bordones o entre los remiendos de las esclavinas o con la industria que ellos pueden, los sacan del reino y los pasan a sus tierras”.


Pues sí, ya lo ven. La picaresca no la hemos inventado nosotros. Hace siglos que los alemanes la practicaban con indudable éxito. ¡Y ya eran entonces nuestros amigos! Español y tudesqui, ¡tuto uno! Buen compaño, el español. Tú traer oro y plata de Indias y nosotros llevarlo de camuflaje sin necesidad de correr riesgos por inhóspitos mares. Nosotros mover bolsa con dineros; vosotros tener santuarios buenos para nosotros...

¿Existe un determinismo histórico que señala el rumbo de los pueblos? ¿Tendencias profundas que marcan modos de ser y de actuar que van más allá del individuo? ¿Por qué Alemania (sus bancos, su gobierno, muchos alemanes) actúa hoy con la misma engreída picaresca y engaño que estos tudescos cervantinos? ¿Por qué seguimos consintiendo que, mediante miles de artimañas y mentiras financieras y políticas, sigan expoliando nuestra riqueza, haciéndonos trabajar más cada día para rescatar sus bancos, arrojando al paro a millones de españoles? Sí, Rajoy y Merkel, ¡tuto uno!



domingo, 17 de marzo de 2013

FALSOS RECUERDOS

(Fotos: Isabel Trancón)
Nuestra identidad depende del recuerdo que tenemos de lo que hemos hecho o sido en el pasado. Pero la memoria es tan frágil y etérea como el vuelo de un pajarillo. El pasado no es algo fijo ni acabado. Los hechos no se guardan en nuestra mente como libros en una estantería. Si no nos empeñamos en mantenerlos, desaparecen. Pero para mantenerlos hay que adaptarlos constantemente a nuestros gustos, intereses y necesidades del presente. El pasado se construye a cada instante en función del presente. Por eso nuestros recuerdos no son de fiar. Necesitamos creer que son tal y como los recordamos porque lo contrario nos angustia: somos tan frágiles y etéreos como lo son nuestros recuerdos. ¿Quién somos si no nos acordamos de lo que hemos sido?

Reflexiono sobre todo esto porque anoche tuve un extraño y ridículo sueño: Antonio Muñoz Molina me acusaba de haber plagiado un párrafo de un libro suyo titulado "La Quinta de San Valentín". Yo estaba totalmente desconcertado porque no recordaba haber hecho nada parecido. Me desperté con el convencimiento de que aquello no era un sueño, sino algo que había ocurrido de verdad. No podía quitarme la sensación realidad que aquel sueño vívido me producía. Pensé entonces: los sueños se pueden confundir con los recuerdos. Podemos convertir un sueño en el recuerdo de un hecho. ¿Cuántos falsos recuerdos nacen de nuestros sueños?

Pero no sólo podemos elaborar falsos recuerdos sobre nosotros, también lo podemos hacer sobre los demás. Es posible, incluso, que gran parte de los recuerdos que elaboramos sobre los demás sean falsos. Voy a poner dos ejemplos que me vienen ahora a la mente. Hace poco me encontré con una amiga que me preguntó si seguía en el programa de televisión de Iker Jiménez, Cuarto Milenio. Me sorprendió, porque nunca he sido invitado a ese programa. Debió de confundirlo con otro de Sánchez Dragó.
Hace muchos años, el escritor Julio Llamazares se enemistó conmigo porque afirmaba que yo le había dejado tirado en Gijón una tarde, cuando yo le había ofrecido una casa para dormir. Yo entonces ni le conocía, pero él insiste, incluso hasta hoy, en que yo le hice esa faena. ¿De dónde lo sacó? Imposible saberlo, como tampoco puedo saber por qué mi amiga asegura haberme visto varias veces en el programa de Iker Jiménez.


Es posible que, tanto sobre nosotros mismos como sobre los demás, construyamos recuerdos e historias que necesitamos para sostener la idea y la imagen que nos hacemos de nosotros mismos y de los otros. Eso es más importante que la fidelidad a los hechos. El pasado está hecho de la misma materia que nuestros sueños. Los necesitamos para sostener una identidad imaginaria que,  si se desmorona, nos deja totalmente indefensos ante el mundo y los demás. No hay nada a lo que temamos más. Es como morir y seguir dándonos cuenta de que estamos muertos.

lunes, 4 de marzo de 2013

LOPE CONTRA CERVANTES, QUEVEDO CONTRA GÓNGORA

Suele la envidia y la vanidad enturbiar la relación entre los escritores. Con frecuencia generan odios y enfrentamientos absurdos cargados de violencia verbal. Antes y ahora. 

Entre los cuatro grandes de nuestro siglo de Oro fueron frecuentes las puyas e insultos. De ellos fue Cervantes siempre el más elegante, el más irónico y el menos dado a arrebatos emocionales. Quevedo es el más soez y mordaz, Lope el más vanidoso y Góngora el más ingenioso y altivo. 

Hay un aspecto de estas disputas que ahora quiero destacar: las alusiones al origen judío de Cervantes y Góngora, algo que Lope y Quevedo utilizan como insulto. Hay que tener en cuenta que estamos en la época de  mayor influencia de los conversos, nietos de judíos, después de la gran limpieza de 1492. 

Lope y Cervantes fueron amigos durante años, pero llegó un momento en que Cervantes no soportó la vanidad y la actitud presuntuosa de Lope (llegó a colocar 17 torres en su escudo), además de su condición de "familiar" del Santo Oficio. Se burló de él en el prólogo del Quijote, entre otros escritos, pero también le dirigió alabanzas sinceras. Lope, en cambio, fue bastante insolente con él. En una carta de 1604 dirigida a un médico de Toledo escribió hablando de los poetas: "Ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote". Es curioso, porque entonces aún no estaba publicado el Quijote, así que debió de conocerlo por alguna copia manuscrita que circuló antes de su publicación. 

Lope le dirigió un soneto, que le mandó por correo "contra-reembolso", y Cervantes lamentó luego el haber tenido que pagar un real por recogerlo. En este soneto le llama a Cervantes "puerco en pie". Es un insulto que alude a su condición de "marrano" o converso. Los tercetos son así:

¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!
que es sol, y si se enoja lloverá;
y este tu don Quijote baladí

de culo en culo por el mundo va
vendiendo especias y azafrán romí
y al final en muladares parará.

"Azafrán romí" también alude a su condición de bastardo o no puro. Lope ya había escrito una apología de la Inquisición en su obra de teatro El niño inocente de La Guardia, basado en un crimen ritual inventado que precipitó el antisemitismo en España antes del decreto de expulsión de los Reyes Católicos.


Más procaz y agresivo fue Quevedo con Góngora. Siempre hace referencia a su condición de "manchado" o sucio, o sea, de origen judío:

Son tan sucias de mirar 
las coplas que dais por ricas,
que las dan en las boticas
para hacer vomitar.

Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía
cosa que tu nariz aun no lo niega?

Incluso después de muerto le dirigió estos versos en que vuelve a hacer referencia a su falta de limpieza de sangre:

Hombre a quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa)
que nunca, que yo sepa, 
se le cayó la mierda de la boca.

Detrás de estos mezquinos insultos descubrimos el ambiente de desprecio y persecución a que fueron sometidos los conversos. Nada de extraño que trataran de ocultar su origen, como hizo el más  grande todos ellos: Cervantes.