MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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domingo, 27 de julio de 2008

ADIÓS CASTILLA

(Foto: S. Trancón)

La Castilla de los autores de la Generación del 98 ya no existe. Castilla la Vieja, que se extendía desde las montañas de León a Gredos, de los Pirineos hasta la Cordillera Central, de la Penibética a Portugal, esa Castilla interior, la meseta más elevada de Europa, cuyo sistema ecológico se inició en la época romana, con la lenta desaparición de los bosques de robles y encinas, y su sustitución por trigales, huertas, frutales y viñedos, esa Castilla inmensa, llena de una pujante vida vegetal, agrícola y faunística, sencillamente, ha desaparecido. La mal llamada agricultura industrial ha arrasado campos, huertas y montes, y lo que hoy vemos ya en nada se parece a lo que hasta hace nada fue.

Recientemente crucé la meseta rumbo a mi tierra, León. Desde la ventanilla del coche intentaba descubrir los trigales de mi infancia, la cabeza doblada de las espigas meciéndose en el viento, formando olas de una suavidad musical, de madrigal de Verdi; los colores, las amapolas, los linderos de arbustos y zarzas llenos de pájaros, las mariposas, los insectos, los cernícalos y milanos sobrevolando la inmensidad. No veía nada, ni trigales, ni árboles, ni pájaros: sólo una masa inmóvil, de un color marrón desvaído, que no lograba identificar.

Me desvié hacia Urueña, esa villa medieval amurallada, levantada sobre un cerro, que ha sabido encontrar un motivo para conservar su arquitectura: convertirla en villa del libro, abriendo librerías en los viejos caserones de piedra y vigas de roble ennegrecido. Al volver por la carretera que me llevaba de nuevo a la autovía, ya profundamente intrigado e inquieto, me paré para ver qué era esa masa parduzca que cubría los campos. Descubrí, horrorizado, que era trigo. Unas espigas irreconocibles, cuyo tallo apenas medía treinta centímetros, lo inundaba todo, sin dejar nada al descubierto, sin surcos, sin un terrón de tierra en el que no apareciera un manojo tupido de espigas. Cogí una de aquellas espigas: los granos eran pequeños, desvaídos, sin nada que uno pudiera identificar con el color vivo y anaranjado del trigo maduro. Al extender la vista se me encogió el estómago, tuve la sensación de contemplar un campo posnuclear.

¿Qué Chernobil ha caído sobre los campos machadianos de Castilla, de Unamuno, de Azorín? Un trigo transgénico o modificado que sólo crece con las semillas vendidas por las grandes multinacionales, que han logrado desterrar toda la diversidad de trigos cultivados y seleccionados durante milenios para adaptarse a cada lugar; una tierra agotada, unos campos sometidos a la superproducción industrial, atravesados por tractores que arrasan todo cuanto pillan a su paso (nidos, madrigueras, insectos, reptiles, flores, arbustos…); pesticidas, herbicidas, abonos minerales, que han matado todo cuanto se movía por encima y por debajo de los surcos, los invisibles microorganismos que hacían posible una vida vegetal espontánea y la fertilidad del suelo. Ha desaparecido en pocos años toda la flora, toda la fauna, toda la vida exultante que bullía entre los abrojos, las cunetas, los linderos de zarzas, arbustos, juncos y espadañas, árboles, huertos, frutales, palomares, acequias, regueros, sebes…

Han desaparecido los pájaros, los verderones, verdecillos, palomas torcaces, trigueras, tórtolas, alondras, mariblancas, codornices, perdices, avefrías, pardillos, avutardas, milanos, cernícalos, carras, carboneras… Las ranas, los sapos campaneros, los saltamontes, las arañas, los escarabajos, las culebras, los lagartos… El zorro, la garduña, la lechuza, el búho, las águilas, los murciélagos… Amapolas, tomillo, cardos, margaritas… Han sido violentamente arrancados viñedos, cepas milenarias entre cuyas hojas se ocultaban las liebres… Hablo de memoria, recordando nombres de mi infancia; los biólogos y botánicos podrían poner miles de términos a toda esa biodiversidad floreciente que convertía los campos áridos y sedientos en una exhalación de vida, que uno percibía en los olores, los colores, la variedad de tierras, lomas y campos, ninguno igual al otro.

Hoy, en su lugar aparecen campos arrasados, infértiles, monótonos, muertos. Los campesinos ya no cultivan ni huertos ni frutales ni viñas, ni nada que pueda atraer y hacer florecer la vida a su alrededor. Todo esto ha sido sustituido ¿por qué? Por nada, simplemente ha desaparecido. Hoy Castilla se parece más a una explotación agrícola yanquee, que a lo que fue y le dio vida durante siglos.

P.D. Una de las mayores estupideces que los campesinos de hoy están cometiendo es la eliminación de las semillas autóctonas por las que les venden las multinacionales. Para quien no lo sepa: esas semillas se venden con el señuelo de la mayor productividad y resistencia a plagas e insectos, pero tienen el pequeño inconveniente de que sus frutos (espigas, en este caso) producen semillas infértiles. Para volver a sembrar un campo hay que volver a comprar las milagrosas semillas, cuyo monopolio pertenece a las grandes multinacionales. Quedamos todos así, y no sólo a través del petróleo, en manos de los mayores depredadores y explotadores que ha habido en la historia. Creo que hubo (y parece que sigue habiendo), un Ministerio de Medio Ambiente… ¡Qué sarcasmo!

jueves, 24 de julio de 2008

SOSTENER EL MISTERIO

(Foto: S. Trancón)


La vida tiende a la repetición, la monotonía, la pérdida de la ilusión y el interés por lo que nos rodea. El exceso de estimulación externa, lejos de hacer más atractiva la vida, la vuelve más insípida, agota nuestra capacidad de asombro. Es necesario un esfuerzo, un intento sostenido, para mantener el entusiasmo y la pasión por la vida. De niños somos espontáneamente activos, curiosos, exploradores, pero los logros y fracasos sociales nos van haciendo cada vez más apáticos, más resignados y más desesperados al mismo tiempo. Necesitamos autosugestinarnos, iluminar la mirada, sostener el intento de la vida, esa energía que tiende a la expansión, la creación, la conciencia.

Una forma de recuperar la energía vital y despertar de nuevo el interés por el mundo es tomar conciencia del misterio, de eso desconocido que está ahí, a nuestro alrededor, de forma callada pero constante, abarcándolo todo, absolutamente todo. Invisible, impalpable, inimaginable, inexplicable, incomprensible, inconcebible, pero real, absolutamente real, lo más real y omnipresente que existe. Lo que sostiene todo.

No le pongas nombre, porque no lo tiene ni puede tenerlo. Adéntrate en el misterio y espera sin prisas, sin expectativa alguna. Puede llegar entonces algo: como un suave aliento, una brisa, pura presencia. Puede que entonces se una lo que siempre has visto separado, surja lo que nunca has visto, pienses lo que nunca has pensado, sientas lo que ya creías imposible volver a sentir. No se trata de creer, sino de experimentar.

Necesitamos sostener el misterio para vivir, mantener nuestra conexión con lo desconocido para no sucumbir a la repetición, la abulia, la apatía, la pérdida de energía. A mí me parece suficiente motivo como para intentarlo denodadamente.

sábado, 19 de julio de 2008

DESDE AGÜIMES

Foto: S. Trancón
Esto de mantener vivo un bloc tiene sus servidumbres. Me encuentro ahora en Agüimes, un pueblecito de Gran Canaria donde se celebra un Festival Internacional de Teatro denominado Festival del Sur, que reúne grupos de los Tres Continentes: América, África y Europa. No se trata de contar lo que uno hace, salvo que eso tenga verdadero interés para cualquiera. Así que selecciono algunas impresiones, pero no para exaltar nimiedades, que es uno de los mayores peligros de quien escribe diarios, memorias y cosas por el estilo.

La luz. En cada lugar es distinta. Aquí sorprende, porque no se ve como algo que proviene del sol, rayos que caen sobre los objetos y el paisaje, sino que está, que nace de la propia materia, materia que se vuelve resplandeciente desde su interior. Es como si se fundiera una luz interior (volcánica) e irradiara hacia afuera, formando parte de la esencia de todo lo que se ve. No es una luz superpuesta, sino “magmática”, una luz petrificada. Por eso los atardeceres no son rojos ni violentos, sino blancos, esplendorosos. El sol desaparece sin apenas notarlo y el azul intenso se transforma en nitidez profunda, nieve vaporosa y compacta atravesada por una mirada transparente.

El paisaje. El rojo calcinado, tierra descarnada, el óxido como un manto de polvo cósmico. Abruptos barrancos, riscos, precipicios, rocas la lava sangrienta, lomas cubiertas de cardos, de cactus, de arbustos y matorrales de formas inimaginables, con flores que te pueden hipnotizar.

La soledad, la inmensidad ardiente y un viento constante que elimina todo lo innecesario, que despoja a todo de lo que no sea su esencia.

Me voy a dar un paseo por el Callejón de la Luz.

martes, 15 de julio de 2008

LA CAUSALIDAD REVERSIBLE

Foto: A. Real

Pensamos el mundo con modelos simplificados. El más socorrido es el de la causalidad lineal. Se basa en nuestra experiencia sensorial: si golpeo una bola de billar, yo soy la causa de su movimiento; si esta bola choca luego con otra, causa a su vez su movimiento o efecto. Aprendido el esquema lo aplicamos espontáneamente a casi todo. Todo tiene que tener una causa anterior. Pero este modo de pensar la mayoría de las veces no explica nada y confunde mucho. Porque supone, por ejemplo, que todo tiene una continuidad lineal, espacio-temporal. Pero el mundo es, afortunadamente, mucho más rico y complejo.

Por ejemplo, existe también la simultaneidad. ¿Qué pasa con todo lo que sucede al mismo tiempo? ¿Cómo establecer aquí una relación causal?

Pero también existe la discontinuidad. ¿Qué ocurre entre un suceso y otro? ¿Cómo se salta ese vacío, cómo asegurar la continuidad cuando el hilo se corta?

Y también está la multicausalidad. ¿Cómo pueden actuar diversas causas al mismo tiempo?

Para escribir creativamente, para ver el mundo con otros ojos, yo propongo un ejercicio mental muy productivo: la aplicación del principio de inversión causal. Allí donde normalmente establecemos una causa lineal, le damos la vuelta, y convertimos al efecto en causa. Por ejemplo: yo no soy la causa de mi sombra, sino el efecto de mi sombra. Mi sombra me precede. Yo no hago algo: ese algo me hace a mí. Yo no escribo: la escritura me escribe a mí. Yo no veo un árbol: el árbol me ve a mí. Yo no sueño: yo soy el soñado, otro me sueña a mí. Etc, etc.

jueves, 10 de julio de 2008

SENTIMIENTO DE PERTENENCIA

Foto: S. Trancon












Dime con qué y con quién te identificas y te diré quién eres.

El sentimiento de pertenencia es natural: se siente uno ligado a un espacio, un tiempo, un entorno, un grupo. Pasar de ese sentimiento a la identificación es ya otro asunto. Yo, lo confieso, soy alérgico a las identificaciones, sean del tipo que sean. Las que más me repelen son las colectivas, lo que no significa, sino todo lo contrario, que no sea consciente y responsable de todos mis vínculos sociales. Todos le debemos más a la sociedad de lo que le podemos dar.

Estar alerta y prevenido contra los procesos espontáneos de identificación es, ante todo, un ejercicio de libertad y de higiene y salud mental.

Quienes se identifican con un espacio geográfico, una ideología, una religión, una lengua, un grupo, con un partido, unos gustos, una moda, una forma de hablar, de vestir, de divertirse, etc., pierden la libertad individual, entregan su ser a algo que está fuera de sí mismos, fuera de lo que hacen, piensan y sienten desde sí mismos, para sentirse en la obligación de conformar su ser a eso con lo que se identifican.

El ejemplo más patente (y patético) es la identificación nacionalista. ¡Que pesada carga la de tener que defender en todo lo que se dice y hace a una nación! Aquí también hay una gran diferencia entre el sentimiento de pertenencia y el de identificación. Sentir y reconocer que uno pertenece a una nación (un espacio geográfico, una organización social, cultural y política) es algo muy distinto a sentirse nacionalista (identificarse con una nación más o menos imaginaria).

El nacionalista se identifica de tal modo con su nación que pierde todo sentido de libertad en lo más íntimo de su ser. Pasa de ser ciudadano a militante. Pasar de ser individuo a miembro del clan, de la tribu, del grupo. La identificación con el endogrupo siempre supone el rechazo y la desidentificación con el exogrupo de referencia. Y, lo que aún es peor, ¡sentirse superior o más importante que los demás! Y esto es, ya lo he dicho en otra ocasión, es la negación de la democracia.

Todo lo dicho vale tanto para el nacionalismo o identificación catalanista, vasca, gallega, andaluza, valenciana o leonesa, como la españolista.

lunes, 7 de julio de 2008

PARA ESCRIBIR FICCIÓN

(Foto: S. Trancón)



Últimamente me piden consejos literarios para escribir ficción. Lo importante, suelo contestar, es que uno descubra sus limitaciones o defectos, para corregirlos, al mismo tiempo que sus capacidades, para potenciarlas. No se trata tanto de ser original ni de imitar a nadie, como de escribir del mejor modo que uno pueda. Y siempre puede uno escribir mejor.

Hay quien no es capaz de introducir ni manejar los verbos, con lo que la ficción se paraliza; otros son incapaces de sustantivar y adjetivar el espacio y los objetos, con lo que el lector no puede ver ni situar la acción. Hay quien no es capaz de imaginar un mundo distinto al de todos los días, y otros se entregan a fantasías inverosímiles, sin orden ni sentido.

Hay tres reglas sencillas de la ficción que yo siempre tengo en cuenta: consistencia, verosimilitud, sentido.

La consistencia nace de la cohesión (la conexión gramatical y sintáctica a través de conectores adecuados) y la coherencia (la conexión semántica de los enunciados, párrafos y partes, mediante un orden, una dosificación y una continuidad adecuadas).

La verosimilitud no tiene que ver con las posibilidades del mundo real, sino con las posibilidades del mundo de ficción construido, lo internamente creíble, la aceptación que los hechos y el orden de los hechos suscita en el lector.

El sentido tiene que ver con la idea que sostiene la ficción, el porqué, el para qué, la sorpresa, el interés que despierta, basado en que se nos transmite algo estimulante y nuevo, algo que transforma nuestra manera de sentir y pensar.

Así que uno puede empezar siendo su propio crítico y preguntarse si la ficción que ha escrito:
¿Es consistente?
¿Es verosímil?
¿Tiene algún sentido?

Otro asunto básico para mí es la fluidez, que tiene que ver con el ritmo articulatorio, la respiración, la sonoridad, el oído y la voz. O sea, el cuerpo.

Y aclaro, para acabar, que por ficción entiendo el relato, el cuento, la novela y el teatro; no la poesía, que no es un género de ficción y nada tiene que ver con la verosimilitud, sino con la verdad.

sábado, 5 de julio de 2008

¿POR QUÉ LLAMAR CASTELLANO AL ESPAÑOL? (y IV)

(Foto: S.Trancón)

La aspiración a vivir en un medio monolingüe es el objetivo de los nacionalismos lingüísticos. Esto es difícil, porque una parte importante de la población tiene el español como lengua materna y de origen. Las medidas políticas (inmersión, exclusión del español de la vida pública, elaboración de una mitología nacionalista basada en la negación de todo lo que sea o suene a español) tienen por objetivo vencer la resistencia natural de los hablantes del español a cambiar de lengua. Aquí es donde empiezan los problemas. Es preciso ejercer una coacción más o menos abierta sobre estos hablantes, unida a un tenaz adoctrinamiento ideológico, para inclinar la balanza a favor de la lengua que se quiere convertir en dominante. Esto choca con derechos elementales, como el ser educado en la lengua materna, ser atendido en español cuando se solicite o conocer la verdad histórica. Los nacionalistas han visto aquí un peligroso escollo, y han optado, haciendo cuentas, que deben imponer el monolingüismo en la enseñanza y en la administración si no quieren que su lengua acabe siendo minoritaria y marginada de hecho. ¿Ocurriría esto si cambiaran de política, aceptaran un escuela bilingüe y una cooficialidad efectiva?

Aquí es donde se equivocan los nacionalistas. Promover el catalán bajo presión ha producido cierto avance del catalán, pero no lo ha convertido en una lengua atractiva, comunicativa, con vida propia. Hablar el catalán no se ve con frecuencia como un acto natural de comunicación en la lengua en que uno mejor se expresa, sino como un acto de afirmación nacionalista en unos casos, y en otros como un deseo de asimilarse e identificarse con quien se considera socialmente mejor situado, o incluso como la necesidad de renegar de un pasado incómodo, como es el caso de muchos emigrantes. Todo este entramado de sentimientos y actitudes no lo han querido tener en cuenta los nacionalistas, pensando que, si desde la guardería, los niños se sumergen en un medio catalán, todos estos rechazos desaparecerán, dado que los niños no tienen capacidad de resistencia y lo que prima en ellos es la necesidad de adaptación. Yo digo que con esto no basta. Mientras basen toda su estrategia en la inmersión y el monolingüismo oficial, y no logren asentar la lengua sobre unas bases psicológicas y sociales distintas, el avance del catalán se estancará, como así parece que está ocurriendo.

Hay personas que viven mal en un medio bilingüe, y yo entiendo que esto suceda. Pero quienes de verdad se sienten seguros en su propia lengua no le temen al bilingüismo. El bilingüismo no tiene que ser visto ni considerado como una maldición, sino, en todo caso, como una ventaja. Una ventaja social, cultural y económica. Así lo entienden la mayoría de los catalanes con un estatus social, económico y cultural más o menos acomodado, que no tienen reparo alguno de beneficiarse de su conocimiento del español. Son estos catalanes quienes no quieren renunciar a la gran cantidad de negocios que viven del español (no sólo medios de comunicación, sino de todo tipo), y que configuran el medio catalán como efectivamente bilingüe, incluso con mayor presencia del español de lo que debiera. Hay aquí también mucha impostura. El señor Lara, el mayor editor en español, es el socio mayoritario del diario ultranacionalista Avui, un periódico que, por ejemplo, todo lo que publicó del triunfo de la selección española fue colgar un video con el gol de Torres, retransmitido… en árabe. Toda la información se limitó a destacar los incidentes callejeros de la celebración. Así se construye ideológicamente el nacionalismo, claro.

Asentar una lengua sobre el odio y desprestigio de otra, construir una nación-estado sobre la negación y el rechazo de otra, dividiendo y enfrentando psicológica y socialmente a la población -eso sí, de modo silencioso y sutil-, mediante una propaganda constante y subliminal, cuando no abierta y provocativa, todo eso ha convertido el natural conflicto lingüístico en un problema político al que se le ha dado una solución falsa y en falso.

Diré, para casi acabar, que de esta situación se están aprovechando políticamente unos cuantos vivales y sin escrúpulos, como son los que ahora están tratando de utilizar el natural sentimiento de rechazo de esta política nacionalista mediante el llamado Manifiesto por la lengua común (a la que, por cierto no llaman español, sino castellano; bastante mal escrito, además), entre los que se encuentra el paladín de todos los engaños, director de un no sé qué periódico. A mí me engañó una vez, cuando el otro Manifiesto de los 2.300 (recordaré que al mes de aquella publicación apareció una larga entrevista con Pujol en el susonodicho diario, y allí acabóse todo, problema y denuncia), y por eso ahora no firmo nada que vaya a parar al mismo saco, juntando mi firma nada menos que con quien llegó a ser Ministro de Educación y de Administraciones Públicas y ni pío dijo, y menos hizo.

P.D. Uno de los ejemplos más elocuentes de la estupidez a la que hemos llegado fue eso de cambiar la asignatura de “Lengua y Literatura Española” por la de “Lengua Castellana y Literatura”. La literatura que teníamos que enseñar dejó de ser española, y la lengua, por supuesto, también. Lo peor de todo este asunto, la verdad, es el lavado de cerebro, el manipular las palabras, los hechos y la historia para contentar a los nacionalistas. Esto es lo que veo yo verdaderamente peligroso, porque supone renunciar, entre otras cosas, a la libertad de pensamiento y crítica. Sin ella, hasta se puede ganar un referendum de autodeterminación.

miércoles, 2 de julio de 2008

¿POR QUÉ LLAMAR CASTELLANO AL ESPAÑOL? (III)

(Foto: R. Esteban)


La situación actual de desconcierto y conflicto entre el español y las otras lenguas de España (catalán, vasco y gallego), denunciado en el “Manifiesto por la lengua común”, empezó hace más de treinta años, y tiene su origen en una dejación política, fruto de los pactos forzados de la transición democrática. Se inició con Suárez, y luego siguió Felipe González, Aznar (tuvo ocho años para reorientarlo) y ahora Zapatero. Ningún gobierno ha querido analizar seriamente el problema (siempre negado) y buscar una solución plenamente democrática. Unos han pensado que el tiempo todo lo arreglará; otros que el remedio puede ser ya peor que la enfermedad. Lo cierto es que no es fácil encarar el problema, pero lo primero es reconocerlo y analizarlo. Sin embargo, no se hace. ¿Por qué? ¿Por qué no se puede hablar con libertad sobre el tema? Este hecho es ya de por sí un síntoma de que algo pasa.

Conozco especialmente la situación de Cataluña (vivé en Barcelona más diez años), y Pujol ha sido, sin duda, el verdadero artífice de una estrategia fríamente calculada, a la que Tarradellas, como se sabe, se opuso pero no pudo evitar. Claudicó Suárez (el mayor escándalo fue el caso “Banca Catalana”, algo que ninguna democracia debiera haber tolerado) y en ese momento unos cuantos intentamos llamar la atención sobre lo que ya entonces empezaba a repugnar a cualquier demócrata: que se impulsara el uso oficial del catalán con métodos de exclusión e imposición. Redacté entonces (1981) un Manifiesto que se acabó conociendo como el “los 2.300”, pues lo hicimos público al obtener ese número de firmas. Su contenido básico venía enunciado en el título, “Por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña”, y defendíamos fundamentalmente dos cosas: el derecho a la enseñanza en español para los padres que lo desearan, así como el bilingüismo oficial y efectivo en el ámbito de la administración pública. Nada contra el catalán, nada contra la enseñanza en catalán, nada contra el nacionalismo, nada contra nada ni contra nadie. La respuesta fue un torrente de insultos, amenazas y el rebrote del terrorismo de Terra Lluire, con atentados incluidos. Algún día contaré esa triste historia.

Hoy vuelve la historia con este otro Manifiesto (antes, Ciutadans/Ciudadanos, y cientos de plataformas intentando lo mismo). ¿Se puede seguir acusándonos a todos de fascistas, lerrouxistas, imperialistas, etc.? Es tan estúpido y falso como aquello de “rojos” y “masones”.

Pero dejemos el lado político del asunto y centrémonos en el sociológico y psicológico, que es sobre el que a mí más me interesa reflexionar.

Sociológicamente, en Cataluña no ha habido hasta ahora ningún problema real de convivencia entre el español y el catalán. Salvo minorías radicalizadas, la mayoría comprende que no vale la pena ningún enfrentamiento por motivos lingüísticos, que afectaría a un tejido complejo y muy extenso de relaciones sociales, familiares, económicas y de todo tipo, urdidas durante varias generaciones. La mayoría, además, no rechaza el aprendizaje del catalán, ni que sus hijos aprendan bien esta lengua, ya que la consideran, entre otras cosas, un medio útil para asegurar su futuro laboral.

Si esto es así, ¿por qué el nacionalismo se ha vuelto tan intransigente en la inmersión lingüística y la imposición del monolingüismo? Sin indagar en otras causas, voy a aventurar una que resultará escandalosa para algunos: porque los nacionalistas no confían en su propia lengua. No confían en la capacidad de su propia lengua, el catalán, para atraer a los hablantes del español hacia su uso espontáneo, coloquial y cotidiano. Y es precisamente esto lo que ellos quieren y necesitan: que el medio lingüístico dominante y mayoritario sea catalán, que “se pueda vivir y sentir en catalán”, como dicen. Adelanto, para que se entienda bien mi postura, que yo entiendo perfectamente este problema psicológico y sociolingüístico, que no lo desprecio en absoluto, y que no me parece ni artificial ni secundario. El problema está en buscar una solución antidemocrática y en falso. Me explicaré otro día.