MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)
MIS LIBROS. (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

sábado, 20 de octubre de 2012

EL ARTE DE LA NOVELA


Ando metido en escribir una novela. Escribir una novela es algo más que crear una ficción. Hay que reflexionar al mismo tiempo sobre qué se está escribiendo y cómo. No entiendo a esos escritores que repiten una y otra vez la misma técnica, los mismos recursos narrativos. Esas novelas nacen muertas. La vida no se repite ni un segundo.

Mientras escribo voy construyendo una teoría de la novela. Tomo decisiones en función de esa teoría. La pongo a prueba a cada página. Ahora, por ejemplo, creo que toda buena novela es una mezcla de realidad e invención. O sea, que hay elementos cuyo único sentido es el ser fieles a la realidad, pero otros sólo alcanzan su verdad en la ficción o la invención.

Hay una literatura de los hechos y otra de la ficción. Es muy difícil crear una novela sólo con los hechos, pero también sólo con la ficción. Tanto en un caso como el otro, lo que el lector tiene que percibir y sentir es la verdad, o sea, que la novela no miente ni engaña.

La verdad no es la mera transmisión de los hechos, sino la sensación de que esos hechos, global o esencialmente, han ocurrido tal y como son contados. Para poder transmitir esta verdad hay que conocer esos hechos del modo más objetivo posible. Es el principio de realidad de la novela, por eso  toda novela exige documentación, estudio, reflexión sobre lo que se cuenta para no falsear los hechos, para no mentir, para no engañar. Cuando así se hace, la novela produce un efecto de realidad, que es algo a lo que la novela no puede nunca renunciar.

Pero es imposible construir una novela sólo con la realidad, entre otras cosas porque hay que crear, en primer lugar, la ficción del narrador. El narrador no es el autor, sino el que se responsabiliza de acto de la enunciación del texto mismo. Es quizá lo más difícil. Porque ese narrador tiene que producir siempre un efecto de verdad en el lector, de sinceridad, de compromiso con lo que escribe, aunque utilice la ironía o  el humor. La voz del narrador lo condiciona todo: lo que se cuenta y cómo se cuenta.


El otro problema básico de la novela es el manejo del tiempo y el espacio. El tiempo y el espacio se pueden convertir en estructuras de hierro cuando no se controlan o dominan. La mayoría de las novelas se somete a un orden temporal y espacial que ahoga la escritura. Hemos entrado en la era de la relatividad del tiempo y el espacio. La novela puede estructurarse a partir de este principio.

El peligro siempre está, tanto cuando se narran hechos reales como inventados, en producir un efecto de arbitrariedad. El mundo de la novela no puede ser nunca arbitrario, debe responder a un orden y un sentido interno, el que construye el texto mismo a cada párrafo, a cada página. Una simple frase o una palabra fuera de lugar pueden destruir ese efecto de realidad, verdad y autenticidad que todo novela debe producir.

Escribir una novela es someter cada palabra, cada adjetivo, cada frase, cada párrafo, cada capítulo a un riguroso examen de coherencia. Coherencia con los temas (nunca hay un solo tema), con los hechos, con la voz del narrador, con el tiempo y el espacio. El lector está siempre ahí, observando, censor exigente, pero también apasionándose con cualquier hallazgo, con cualquier sorpresa. Para escribir hay que dejar el yo de lado para desdoblarse, para ser dos al mismo tiempo: el narrador y el lector.

 

viernes, 12 de octubre de 2012

LA PÉRDIDA DE MEMORIA

La gente tiene mucho miedo a perder la memoria. En cuanto no se acuerdan de algún dato (un nombre, una fecha, el título de un libro o una película...) enseguida saltan con aquello de "...Es el Alzheimer". Lo dicen medio en broma, para disculparse y desdramatizar la situación, pero en realidad la frase revela un miedo real, cada día más extendido, a padecer esta enfermedad, que empieza a asustar tanto como el cáncer. Muchos acaban poniéndose a prueba a cada paso, obsesivamente, y claro, acaban convencidos de que han entrado en una fase irreversible. No importa la edad: ya he oído la frase a mis alumnos, que no tienen ni veinte años.

Yo, la verdad, estoy mucho más preocupado por lo que no olvido. Por la cantidad de basura que recuerdo: datos, nombres, imágenes, sucesos... totalmente insignificantes, cuando no tóxicos, obsesivos, inútiles.

(Foto: Fernando Redondo. Sierra de Madrid)

Para recordar lo significativo, nada mejor que olvidar lo supérfluo. La mente almacena todo, sin orden ni control. Si nos dejamos llevar por todos los estímulos que recibimos, nuestra memoria se convierte en una tienda de chinos o del rastro, llena de cosas inutiles, de residuos, de basura mental, de miedos absurdos, de rencores, de ultrajes, de humillaciones, de nimiedades, de datos estúpidos, de preocupaciones paralizantes.

No conviene confundir cultura, saber, conocimiento, con tener una memoria excelente para recordar  eso que podríamos llamar "cultura de masas", y que sirve para los concursos de la tele. No, lo más importante es no perder la capacidad de pensar, de pensar libre y autónomamente. La memoria ha de estar al servicio del pensamiento, no al revés.

Preocúpate de pensar, de razonar, de criticar las ideas que te imponen, la información que recibes, la manipulación de los sentimientos, las mentiras que quieren que recordemos y para eso las repiten cada día. Preocúpate porque recuerdas sólo lo que quieren que recuerdes y así te olvidas de lo más importante: pensar por ti mismo.

Si piensas, recordarás lo que necesites recordar. Porque no piensas para recordar, sino para vivir. Tampoco sabes para recordar, sino que recuerdas porque sabes. Y sabes, no para demostrar a los demás que sabes, sino para vivir mejor y más intensamente. La mejor manera de conservar la memoria es ejercitar la concentración y el pensamiento.

Recuerdas para vivir, no vives para recordar. Cuanto más vives, más y mejor recuerdas, porque sólo recordarás aquello que más y mejor te ayude a vivir intensamente el momento presente.


jueves, 11 de octubre de 2012

DIÁLOGOS SOCRÁTICOS (2)

ESTA ENTRADA FUE PUBLICADA HACE CASI TRES AÑOS EN MI BLOC. ME HA LLEGADO AHORA UN MENSAJE DE GOOGLE DICIENDO QUE HA SIDO DENUNCIADA POR IR CONTRA LOS DERECHOS DE AUTOR DE NO SE SABE QUIÉN NI POR QUÉ. ES, COMO TODO LO QUE AQUÍ ESCRIBO, UNA CREACIÓN PERSONAL Y ORIGINAL. ESTO DE DENUNCIAR A ALGUIEN ANÓNIMAMENTE Y SIN SABER DE QUÉ SE LE ACUSA NI POR QUÉ ES UN PROCEDIMIENTO INQUISITORIAL QUE NO PODÍA IMAGINAR FUNCIONARA EN GOOGLE. COMO ME DICE UN AMIGO, A LO MEJOR HA SIDO PLATÓN QUIÉN LO HA DENUNCIADO.
ME PIDEN QUE MANDE UN IMPRESO FIRMADO ARGUMENTANDO MI DEFENSA O QUE LO RETIRE DEL BLOC. ¡TOMA YA!

-¿Y tú, quién eres?
-Yo soy una tautología.
-Explícate.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Lo intentaré. Pues... soy un ser vivo que vive sin saber lo que es vivir.
-Dices que no sabes qué es vivir, pero sabes que estás vivo. No te entiendo.
-Yo tampoco.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Cómo se puede vivir y no tener ni idea de lo que es vivir.
-Te refieres a la vida en sí, la biológica, porque este bisílabo abarca mucho.
-Sí, demasiado. A esas palabras tan grandes había que cortarles un poco los humos.
-Las alas, los vuelos, querrás decir.
-Sí, eso.
-Pues hazlo. A lo mejor así te aclaras un poco.
-Pues venga tijera: no comprendo la respiración.
-Coges aire y lo expulsas. Inhalas y exhalas: eso es todo.
-Eso no es explicar. Eso es una tautología. ¿Ves? Ahí quería yo llegar. En cuanto tratamos de comprender caemos en la tautología. Así no hay forma de entender nada.
-Podemos intentarlo.
-Intentar, intentar... Nos pasamos la vida intentando para nada.
-Te veo muy pesimista. Yo no creo que sea tan difícil definir la respiración. Tomas aire, lo llevas a los pulmones y lo arrojas por donde ha entrado.
-Eso no es definir, sino describir, echar mano de palabras huecas para explicar un hecho inexplicable. Porque empecemos por el aire, ¿qué es? Algo que no se ve. Me dirás que el humo se ve, pero está claro que el humo no es el aire, y si no, intenta respirar humo: te asfixias.
-No se ve pero se siente. Si te soplo ahora en un ojo lo cierras, ¿no?
-Sí, lo siento, pero el sentir es todavía más inexplicable que el respirar, así que no nos vayamos a la estratosfera. Sigamos en la atmósfera. Digo que vivimos porque respiramos, pero que no sabemos lo que respiramos.
-Oxígeno, eso está demostrado.
-Bueno, supongamos que la vida, reducida a respiración, sea tomar oxígeno de por ahí, llevarlo a los alvéolos y echarlo luego hacia la atmósfera un poco más sucio. ¿Pero sabes tú acaso qué es el oxígeno? No te pregunto ya de dónde ha salido ni por qué él, y no el azufre, por ejemplo, es la base de la vida. Yo te pregunto si entiendes qué es eso de un átomo de oxígeno.
-Eso está ya perfectamente estudiado por los atomistas. Hay electrones, y protones, y neutrones, y luego quarks: ahí se acaba todo.
-Y neutrinos y antimateria y materia oscura y energía oscura y millones de partículas sin identificar. Pero dejemos esto y vayamos a la partícula última, la mínima, sea como sea y haya las que haya. ¿De qué está compuesta? ¿Qué es en realidad?
-Eso todavía no se sabe, pero sabemos todo lo demás.
-No, no se sabe, sólo se verbaliza engarzando tautologías.
-¿Y tú lo sabes?
-Sí. Al final de todo no hay nada, la nada más absoluta que te puedas imaginar. Esto es impepinable, y no puede ser de otro modo, salvo que nuestra mente no sea más que un disparate. Sólo la nada más radical puede sostener el todo, porque si hubiera algo, ese algo tendría que ser explicado a su vez por otra cosa, y así hasta el infinito, lo que es un absurdo y un imposible. Esto tiene que ser categórica y necesariamente así, lo que pasa es que es esto justamente lo que no podremos, ni ahora ni nunca, comprender. Así que ya ves, después de un rodeo, hemos vuelto al principio, la tautología.
-Casi me convences.
-A mí me convenció antes Chuang Tse. Mira lo que escribió hace casi tres mil años: Lo que existe no puede hacer que existan las cosas. Todas ellas surgen de la no existencia.-Eso sí que es volver al principio, porque los chinos no conocían el microscopio de túnel.
-Ni el acelerador de partículas, que no es más que meter un trozo de vacío en un tubo larguísimo para que de esa nada salte una chispa.
-Sorprende que, por caminos tan distintos, se llegue al mismo sitio.
-En el centro de nuestro corazón tenemos un agujero negro, hermano.
-O blanco, hermano, o blanco, quién sabe.