MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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miércoles, 18 de septiembre de 2019

EL FIN DEL MUNDO



De pequeño todavía me alcanzaron sus ecos. La llegada del fin del mundo no era una ingenua creencia medieval, sino una posibilidad real. La amenaza de una guerra atómica encajaba con las revelaciones de la Virgen de Fátima, secreto cuyo contenido sólo conocía el Sumo Pontífice. El fin del mundo llegaría como la destrucción de Sodoma y Gomorra: como castigo divino. El ejemplo más cercano fue lo que sucedió aquella noche del 25 de enero de 1938 en que todo el cielo se tiñó de sangre. De niño, una vecina anciana, siempre vestida de luto, me lo contaba con vivo dramatismo. En plena guerra civil, el cielo se cubrió enteramente de rojo durante toda la noche, atravesado de cegadores destellos amarillos y verdes. La gente rezó aterrorizada esperando la hecatombe final.

Aquel descomunal incendio provenía del sol. Una aurora boreal gigantesca cubrió el cielo de media Europa. Una de las mayores tormentas geomagnéticas que se han conocido. Llamaradas colosales que llegaron a alcanzar 122.000 kilómetros cuadrados, capaces de engullir a nueve Tierras. No era el "rayo de muerte", ese arma potentísima que poseía Hitler, pero tampoco la apocalíptica catástrofe anunciada por San Juan.

El infierno, el fin del mundo y el juicio final: hoy apenas podemos imaginar la fuerza de estas creencias, la influencia que estas amenazas han ejercido sobre la mente y la conducta de nuestros antepasados. La sociedad europea, desde la Edad Media hace hace poco, ha vivido imbuida por esos imponentes relatos. La voz exaltada de profetas y predicadores, atentos a cualquier señal que enviara el cielo, anunciaba las más espantosas calamidades. La imaginería religiosa se ha nutrido abundantemente del Apocalipsis y la Divina Comedia, por citar dos de los miles de libros que han recreado los horrores del infierno, la apoteosis destructiva del fin del mundo y el implacable juicio final que vendría precedido de la macabra resurrección de los muertos.

Afortunadamente, ya no vivimos hoy con la congoja de esa destrucción final, ni bajo el miedo al infierno y a la terrorífica sentencia que separará a los buenos (a la diestra) de los malos (a la siniestra). Pero esto no significa que el fin del mundo no exista, que sea ya sólo el recuerdo de un relato fantástico. Hay muchas formas silenciosas de destrucción del mundo, apocalipsis lentos e invisibles, y no provocados por la cólera divina, sino por la ceguera humana, el desvarío de la mente unido a la ambición y el egoísmo más cruel. Un ejemplo claro es la influencia demoledora del actual concepto de progreso y modernización, en cuyo nombre se han cometido las más atroces devastaciones.

La pregunta fundamental es si no podríamos lograr un bienestar parecido sin necesidad de destruir la naturaleza ni de despreciar bienes y valores que, creados a lo largo de los siglos, han sido estúpidamente arrasados y menospreciados. Pienso, por ejemplo, en la extraordinaria red de forrocarriles que España tenía antes de la llegada de las autopistas y la expansión del AVE (uno de cuyos últimos engendros va a ser el EVA, un tren morado, feminista y ultraligero). ¿Alguien recuerda que hubo un tren que iba desde Gijón a Sevilla por la ruta de la Plata? ¿Por qué se destruyó esa enorme infraestructura y se han dejado morir miles de kilómetros de raíles, cuando lo más fácil hubiera sido su mejoramiento y remodelación?

Pero se impuso esa estúpida idea de la velocidad y la rapidez, ganar tiempo para luego perderlo en el amodorramiento de las pantallas. Y lo mismo ha pasado con la idea de paisaje o belleza natural. ¿Para qué? Mejor arrasar la costa con construcciones horrendas o sembrar los montes y montañas de aspas gigantescas, capaces de triturar a una bandada de cigüeñas sin inmutarse.

Este progreso, que desprecia una concepción humana de la naturaleza y la vida, es otra forma de destruir el mundo. Que la política, cuya acción debiera tener como fundamento una idea clara del hombre, del bienestar colectivo, sea un mero instrumento en manos de los destructores, y que, de modo especial, haya sido la izquierda (el PSOE a la cabeza) la que haya impulsado esa idea acrítica de progreso (hoy se declara 'progresista' como única seña de identidad), es una desgracia que nos recuerda la maldición bíblica del fin del mundo.

¿Les preocupa algo de esto a los muy progresistas de Podemos? ?¿Y al resto, que sustituye progreso por crecimiento?


viernes, 13 de septiembre de 2019

FRASES AL VUELO



Cogidas al vuelo, decimos. Vuelan los pájaros, pero a los pájaros es muy difícil cogerlos al vuelo. Trata de cazar a mano a un vencejo o a una golondrina. Ni siquiera a un pardal o a un verdecillo. Y menos a un murciélago. ¡Oh, los murciélagos! Son fascinantes. Hay más de 1100 especies distintas. Uno, al que llaman murciélago moscardón, sólo pesa ¡dos gramos! Otros pueden tener hasta metro y medio de envergadura. A los hematófagos (los que se alimentan de sangre) les llamamos vampiros. Todos son mamíferos. Científicamente, 'quirópteros', del griego, palabra sintética, mano-ala. En catalán le llaman "ratpenat", rata alada, que a mí me suena a 'ratpelat', rata pelada.

Bueno, quiero decir que por el cielo informativo vuelan frases y uno trata de cogerlas al vuelo, y a veces atrapa a alguna, por aquello de que más vale una en mano que ciento en el ojo, o sea, volando y pasando tan fugaces que ni siquiera caemos en la cuenta del excremento que sueltan, porque las aves excretan líquido y sólido a la vez, y casi siempre lo hacen al vuelo, caiga sobre quien caiga. Digo que, aunque todo pasa muy efímeramente ante nuestros ojos y oídos, hay algunas frases que merece la pena cazarlas al vuelo y dejar constancia de que fueron dichas.

Dice Monedero: "la política está ahora podrida". ¿Desde cuándo? Ese 'ahora' se refiere a lo que está pasando entre Podemos y el PSOE. Entiéndase, por tanto, que es una podredumbre nueva que hemos de añadir a la otra, la de la casta. Alguien la ha llamado, acertadamente, la 'progredumbre'. Él, monedero en mano (sí, es chiste facilón), debe saber de todo esto mucho y bien después de aquél casi medio kilo de euros que le llegó por vía diplomática de Venezuela y demás países hermanos.

Dice la alcaldesa Colau: "Barcelona está entre las ciudades más seguras del mundo", y quienes afirman lo contrario "están mintiendo. Es vergonzoso escuchar al señor Casado que en Barcelona te apuñalan por la calle". Dígaselo, señora abadesa, a la familia de las 15 personas que han muerto en lo que va de año apuñaladas en las calles más seguras del mundo. Pero, añade, para redondear la faena con el faldón progresista: "Mi prioridad institucional es que (los presos políticos) salgan de la cárcel como sea". "Esto sí que es un objetivo de país: que salgan de prisión". ¡Vaya sensibilidad social! ¡Toma gobierno de coalición, Pablito!

Dice el independentista catalán Óscar Camps, el negrero rescatador de pobres 'migrantes' africanos: "El rescate no es un objetivo, es una obligación. Los rescates deben hacerse sí o sí, si te los encuentras. Es lo que dice la ley". La ley dice salvar a náufragos, no a personas que pagan un dineral para que los lleven en un barco hasta aguas internacionales, les dejen luego en unas lanchas cerquita de otro barco que les espera para 'rescatarlos' y con ello asegurar un negocio redondo, el que va de las mafias a la 'butxaca' de Camps, ese intrépido campeador, icono mundial de la solidaridad, que lucha contra los poderosos recibiendo más de medio millón de euros de su amiga Colau, al que añádase casi otro millón de 287 ayuntamientos catalanes: en 1917, la fritanga de calamares rebozados de 3,6 millones de euros en subvenciones recibidas (con los brazos abiertos, open arms) de acá y de allá. Pero gallito y victimista, añade: "Si salvo una vida, que me multen y que me embarguen todo mi capital". Sí que tiene 'capital': vive en un chalé de lujo a lo Iglesias y está pagando 4000 euros mensuales de hipoteca por otras dos casas.

Vayan otras frasecitas volando que no tengo espacio para comentar, aunque lo hacen por sí solas. Cifuentes: "Las he pasado muy putas, pero siempre he caído con la cabeza muy alta". Y Iñaki Anasagasti, ese carlista calvorota del PNV, dirigiéndose a Cayetana Álvarez de Toledo en twitter: "Una estúpida, pija, creída y arrogante. Ah... y muy facha". Y Miquel Buch, consejero de la Generalidad: "El Estado me debe dinero que se ha comprometido a pagarme". Reparen en el 'me' duplicado. Y concluyo con la ínclita cebollina Pilar Rahola: "El rey de España se te acerca, te dice que tienes mal el pecho y te toca y hace zumo de naranja". ¡Y lo hizo delante de todo el mundo, según cuenta!

martes, 3 de septiembre de 2019

BANDADA DE ESTORNINOS


Desde hace unos días, al atardecer, veo pasar por delante de mi balcón cientos de estorninos que van a posarse sobre unos árboles frondosos que se levantan a los lados de la calle. Son castaños de indias de casi 30 metros de altura. Pasan en oleadas y se camuflan entre las hojas y las ramas, como notas de un pentagrama. Forman una gran algarabía, mezclando gritos y gorjeos en un intrincado torbellino acústico.

No todos farfullan o parlotean lo mismo. Distingo entrelazados cantos de gorriones, mirlos y urracas. Son pájaros políglotas, con un gran oído, capaces de imitar sonidos muy variados, algo que ya sorprendió a Mozart. El alboroto dura casi una hora, y cesa repentinamente al oscurecer. No sé cómo se ponen de acuerdo para hacerlo tan al "unísono". Sin duda, son aves muy disciplinadas, porque durante toda la noche no se oye ni pío. Ni un "piullido" se escapa de sus picos. (He recuperado esta entrañable palabra onomatopéyica de mi infancia, releyendo "Los sueños" de Quevedo).

Son los estorninos aves gregarias, se juntan para protegerse del ataque de halcones y gavilanes y dibujan con su vuelo hermosas nubes de formas sorprendentes, tan sincronizadas que parecen transformarse en un ser fantasmagórico. El secreto está, al parecer, en que cada pájaro sigue el aleteo de los siete compañeros de viaje que vuelan su lado. El conjunto es el resultado de la agregación de esas sincronías individuales, así que no hace falta una mente global que dirija el espectáculo. Nunca chocan entre sí, y no necesitan a ningún líder que dirija la bandada y organice el vuelo.

Estos estorninos (también conocidos como tordos o zorzales) cuando caen sobre viñedos y frutales causan enormes estragos, por lo que muchos agricultores tienen que acudir a ahuyentadores sónicos para evitar la plaga. Sus excrementos son muy corrosivos y contienen bacterias y hongos que pueden causarnos muchas enfermedades, incluida la meningitis y la encefalitis.

No todos los estorninos son iguales, los hay negros y los hay pintos. Los pintos son migrantes y sus plumas están moteadas de hermosos colores verdes, azules, marrones y blancos. Confieso que pájaros y árboles son los seres que desde niño han atraído más mi atención. Tengo mucha más afinidad con ellos que con muchos de mis semejantes.

Son éstas, divagaciones de finales de verano, en el que las oleadas de noticias no han pasado delante de mi balcón, alejado como he estado del alboroto político-mediático diario, leyendo a Pío Baroja, a Quevedo y a Baltasar Gracián mientras recopilaba y seleccionaba, entre los cientos de artículos que he ido publicando en el último lustro, un ramillete con el que editar un libro al que daré el título de "La verdad sea dicha". Hablo de la verdad que no debe callarse y que, además, ha de ser fuente de dicha.

Y ya, empujado por la metáfora pajarera o pajaril, y puesto a interpretar las señales del cielo, pienso en cómo funciona o se configura una masa, cómo los individuos acaban perdiendo su individualidad en medio de una ola que los arrastra sin posibilidad de escapar a su empuje. No es necesario poner a todos los individuos previamente de acuerdo, dispuestos a obedecer y a seguir a un líder; basta con sentir la necesidad de acomodarse al pequeño grupo con el que uno vive y se mueve cada día, los más cercanos e influyentes, para acabar formando parte de esa bandada de estorninos alborotadores. (Aplíquese la alegoría, por ejemplo, al vuelo del "prusés").

Y mientras tanto seguimos a la espera de que ocurra un milagro y las nuevas elecciones nos saquen del atolladero en que cada día nos hundimos un poquito más. El abyecto espectáculo que nos están ofreciendo Iglesias y Sánchez está degradando tanto la política que es sorprendente que la mayoría siga yendo a votar. Pero nos esperan días gloriosos, un otoño lleno de sorpresas. La política basura ya está alcanzado el nivel sublime de la televisión basura, la de los programas y las tertulias, no del corazón, sino de la entrepierna.

Así que sigamos observando el vuelo de los estorninos y oyendo sus trinos vocingleros. Mientras los árboles ofrezcan sus ramas y hojas para dormitorio de los pájaros, elevando sus copas al cielo del atardecer, nada estará del todo perdido.