MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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sábado, 24 de septiembre de 2011

UN POCO DE MÍ MISMO



Los blogs suelen ser empalagosamente egocéntricos. El autor, se dice, necesita ser reconocido, alabado, admirado; alimentar su autoestima para escribir. Muchos sí, son depresivos, y necesitan casi diariamente una dosis de vanidad y halago.

Otros utilizan estas páginas volátiles para mostrar la otra cara del ensimismamiento: desahogar su rencor, su enfado contra el mundo en general y contra alguno de sus enemigos en particular, casi siempre políticos.

Otra cara (hay muchas) es la de la falsa modestia. Son ésos que van dando lecciones de humildad y tolerancia, pero a la primera de cambio les sale la soberbia acumulada que dibuja el gesto desabrido, el comentario agrio y despectivo.

Yo no me erijo en modelo de nada ni de nadie, pero me tomo el oficio de escribir como una lucha contra los engaños del ego, monstruo de mil cabezas. Más aún: proclamo la teoría de que, a más ego, a más ensimismamiento, a más engreimiento y autosuficiencia, peor escritor, peor obra, por más prestigio y fama que tenga. ¿Por qué? Porque al tal escritor le resultará muy difícil no meter esa egomanía o egolatría en su escritura, no sólo en lo que escribe, sino en cómo escribe.

Acabo de publicar las “Memorias de un judío sefardí” y me han pedido que reflexione y explique sus claves literarias y narrativas. Un trabajo académico que me obliga a releer críticamente el texto. Pues bien, confieso mi total perplejidad, pues no puedo asegurar que haya sido yo quien realmente lo ha escrito. No encuentro en mí ninguna entidad, ningún sujeto, ninguna identidad a la que pueda atribuir hoy la autoría de este libro. Siento que la obra, una vez escrita, se ha desligado por completo de mí y tiene su propia entidad autónoma y autosuficiente.

El engaño, la ilusión de pertenencia nace del hecho de que en el texto aparece mi nombre y apellido, en la portada y dentro del libro, como autor del texto. No es más que apariencia, porque una de las claves del libro es precisamente que el autor se borra al transformarse en narrador, del mismo modo que la persona de Dan (Nahor), protagonista del libro, desaparece en el personaje de Dan Kofler-Dino del Monte.

Cervantes creó un ente de ficción y lo hizo tan real que acabó siendo más real que la mayoría de los personajes de su época, incluido el propio Cervantes. De la ficción literaria llegó a la realidad, problematizándola e intensificándola. Yo he seguido el procedimiento opuesto, como reflejado en un espejo: he partido de la realidad para transformar al protagonista real y al autor real en personajes literarios. De la realidad he ido a la ficción, haciéndola más real y problemática.

Todo es verdad, pero la verdad está hecha de realidad (imaginada) y de ficción (verdadera). La obra es real y permanente; el autor, irreal y pasajero. Yo soy el responsable de estas “Memorias de un judío sefardí", pero no su autor. No tengo conciencia de serlo ni de haberlo sido.

Somos instrumento, medio, manos movidas por fuerzas misteriosas que nos atraviesan y poseen durante un tiempo para que realicemos lo que tenemos que hacer. Cuanto más transparentes, cuanto menos importantes nos creamos, más limpia y perfecta será la obra que a través de nosotros se realice.

La auténtica escritura es un acto de desprendimiento; y la literatura verdadera, superación y disolución de los límites del yo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

MITOS CIENTÍFICOS: DARWIN


(Fotos: Macarena Trancón. Tréboles de 5 hojas)

Soy alérgico a los mitos personales. Cuando alguien exalta, alaba, encumbra en exceso a alguien, tomo distancia. Soy incapaz de rendir culto a nada, y menos a alguien. A Darwin, por citar uno entre cientos. Su aportación al pensamiento racional moderno es indiscutible, pero este reconocimiento no me impide estar prevenido frente a algunas de sus ideas y prejuicios. Digo prejuicios, porque no hay científico que no haya estado influido por la ideología y la sociedad de su tiempo.

Aristóteles, por ejemplo, fue defensor de la “generación espontánea” (αυτοματικóς, “fabricado por sí mismo”), principio aceptado por Descartes, Bacon y Newton, entre otros. Los ratones, decía, surgían espontáneamente del grano o el heno almacenado, los pulgones del rocío y los cocodrilos de los troncos en descomposición, gracias a una fuerza vital llamada entelequia.

Pues Darwin también decía: “Apenas puede haber una duda de que descendemos de salvajes. Esto le disgusta mucho, y asegura que preferiría descender de un “heroico monito” que es capaz de salvar la vida de su cuidador, o de un “viejo babuino” que libera a su “joven camarada” de una jauría de perros…, “antes que de un salvaje que se deleita en torturar a sus enemigos, ofrece sacrificios sangrientos, practica el infanticidio sin remordimiento…”

Darwin estaba convencido de que “la raza blanca” era la única raza digna de considerarse humana; el resto eran variedades “salvajes” cuyo destino futuro sería semejante a las variedades de “rata nativa, casi exterminada por la rata europea”. Incluso aseguró que Humbolt había encontrado “un loro sudamericano que era la única criatura viva que aún hablaba la lengua de una tribu extinguida”. Esto lo escribe en The descent of man, and selection in relation to sex.

La estrecha relación de esNegritatas ideas con el proceso de colonización y exterminio de las culturas y pueblos de África y América a finales del XIX y principios del XX es indudable. Lo explica muy bien Juanma Sánchez Arteaga en su libro La razón salvaje, de donde tomo estas citas. La antropología difundió y dio apariencia científica a estas aberraciones, que están sin duda también en el origen del nazismo.

No hay afirmación científica que no deba someterse a cierta “depuración ideológica” para alejarla de cualquier mitificación. La propia ciencia se ha convertido hoy en mito. Nacida del logos, acaba ocupando el lugar del mythos. Ni culto a la personalidad, ni culto a la ciencia. El pensamiento, cuando deja de pensarse a sí mismo, se convierte en ideología.

lunes, 5 de septiembre de 2011

¡ESTRESAOS, ANGUSTIAOS, DEPRIMÍOS!

Seligman (1975) formuló la teoría de la indefensión aprendida. Así como una rata se puede morir de hambre al lado de la comida, si ha aprendido que sus respuestas son independientes de los resultados, del mismo modo los humanos caemos en la depresión y la indefensión si vamos experimentando que los resultados son independientes de nuestra conducta. Si aprendemos y nos convencemos de que nuestros actos sirven para poco o nada, porque las consecuencias o resultados dependen de factores totalmente incontrolables.

Los poderosos de hoy han aprendido muy bien la teoría de la indefensión aprendida. La están aplicando sistemáticamente a la humanidad entera. Lo nuevo de ahora es que ya no son los países pobres, sino las llamadas sociedades del bienestar las que están siendo sometidas a un proceso bien planificado de aprendizaje de la indefensión. Es algo nuevo en la historia. Antes se inducía a la resignación mediante la religión, la predestinación o la violencia, pero siempre había una esperanza, aunque fuera en el más allá. No se asentaba el poder sobre el sentimiento de humillación, de desesperación e impotencia.

La indefensión es un miedo interiorizado, un sentimiento de incapacidad que genera estrés, angustia, depresión. Me estoy refiriendo a una dimensión poco estudiada de la crisis actual, que no es sólo económica, sino sobre todo psicológica. Hablo de las dimensiones psicológicas de la crisis, porque creo que es aquí donde está el núcleo duro de la crisis, algo de lo que nadie habla, pero que sirve para explicar lo que está pasando mucho mejor que las elucubraciones economicistas.

Veamos. Hoy el problema no es la falta de productos, objetos de consumo, medios de subsistencia. Tampoco de medios de producción o de mano de obra. Ni siquiera de escasez de recursos energéticos. Hoy tenemos capacidad suficiente para producir todo lo que necesitamos. ¿De qué naturaleza es, por tanto, esta crisis?

La crisis actual es una crisis de dominación, de control, de reorganización del poder a nivel local y mundial. Nace de la necesidad de reorganizar el poder no sólo en las sociedades atrasadas, sino en las desarrolladas. Para este plan, los Estados, tal y como hasta ahora estaban constituidos, no sirven. La amplia clase media, acostumbrada al consumo y a tener servicios sociales a su alcance, se ha convertido en un problema: estorba porque entorpece el proceso de afianzamiento y reestructuración del poder. Se necesita una sociedad más dócil, más sumisa, más sometida, que no se rebele, que acepte como inevitable todo lo que se le imponga.

Lo nuevo de la situación actual es que no se logra esa dominación y sumisión mediante la fuerza, sino a través de la indefensión aprendida. Llevamos cuatro años de obsesivos mensajes cargados de amenazas, de tensión, una lenta pero constante inducción a la depresión, el estrés, el miedo. Se trata de evitar cualquier tipo de rebelión, de reacción colectiva. Se trata de llegar a la estructura psicológica individual, de instalar en ella el pesimismo, el sentimiento de impotencia, la desesperación callada. El convencernos de que, hagamos lo que hagamos, todo seguirá inexorablemente su curso, cada vez a peor, y sálvese quien pueda.

Nada de extrañar que, frente a todo ello, el grito más revolucionario haya sido el de “¡Indignaos!”. Pero la indignación, ¿qué es? El reconocimiento de la impotencia. Se dice que para rebelarse primero hay que indignarse. No estoy de acuerdo. Si así fuera, la rebelión ya habría estallado. No, a un esclavo no es necesario pedirle que se indigne. La indignación es el preámbulo de la indefensión. Si no puedes rebelarte, indígnate.

La verdad es muy cruda: el mecanismo de desactivación psicológica es tan eficaz, ha penetrado tanto en el estado de ánimo de cada ciudadano que, o se supera esta situación de indefensión y desánimo profundo, o todo esto de la indignación no será más que el último acto de resistencia, el anuncio de una derrota más inexorable. La deriva del 15-M es más que ilustrativa.

Estamos ante una crisis inducida, basada en nuevos mecanismos de dominación, que está dando lugar a un sistema capitalista nuevo que cada día se parece menos al capitalismo tradicional. El capitalismo basado en la competencia e iniciativa individual y la participación democrática, la producción masiva y el comercio, que implicaba la necesidad de un consumo generalizado, está siendo sustituido por un capitalismo financiero, una producción controlada, la aceptación de la explotación, un debilitamiento de los mecanismos democráticos, la anulación de servicios sociales, la creación de espacios libres de cualquier control social, el sometimiento de los Estados a estrategias globales de control y dominación. Todo esto tiene muy poco que ver con el capitalismo liberal y democrático que llevó a las sociedades occidentales al progreso y el bienestar social.

Sólo siendo conscientes de estos cambios profundos y de los nuevos mecanismos psicológicos de control y sumisión podrá surgir un pensamiento nuevo capaz de frenar el proceso de degradación actual. Me temo que esto tardará muchos años en llegar. Si es que llega. Entretanto, lo mejor que uno puede hacer es no caer en la trampa del “estresaos, angustiaos y deprimíos”. Resistir a esta dominación psicológica ampliando los espacios individuales en los que cada uno construye de verdad su vida con confianza, incluso optimismo. Nada nos puede arrebatar ese espacio interior en el que no penetren los fantasmas del miedo, la impotencia colectiva, la depresión, la desesperación y la autoderrota. No utilizando estos sentimientos (incluida la mera indignación), sino despertando un sentimiento nuevo de poder y autoconfianza, tendrá éxito cualquier partido político que quiera cambiar la actual situación. También necesitamos partidos totalmente diferentes.