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martes, 25 de diciembre de 2018

LA CLAUDICACIÓN DE PEDRALBES


No hay más remedio, aunque sea por mera supervivencia, que hablar una y otra vez de lo que está pasando hoy en Cataluña. Es agónica la tarea de encarar el permanente desafío separatista, que cada día genera toneladas de basura mental, política y moral, tanta que absorbe casi toda la energía nacional. Liberada de esta patológica fijación, ¿qué sería hoy España si pudiera dedicar el enorme talento, creatividad, iniciativa, capacidad de organización y solidaridad de la mayoría de españoles, a resolver los problemas de la desigualdad, a crear riqueza, mejorar nuestra producción, preservar y potenciar nuestro patrimonio natural, cultural y artístico?

Pues no, mientras la amenaza de la disgregación del Estado siga ahí, como Sísifo una y otra vez intentaremos llevar el peñasco hasta la cumbre para arrojarlo al abismo. Pero como nuestra condena no es obra de los dioses, sino de los hombres, un día, y no muy lejano, esta pesadilla acabará, porque no habrá otra salida que sucumbir o derrotar a los causantes de tanto daño. Estamos llegando a un estado crítico, porque nunca los asaltadores del orden constitucional y democrático habían llegado tan lejos. Nunca se ha hecho más explícito el intento de destrucción de España y el desmoronamiento del Estado, como aparece en el "Comunicat conjunt dels Govern catalá i espanyol després de la reunió de Pedralbes", un texto que pasará a la historia como la más grave amenaza para la democracia desde su instauración en 1978.

Analicemos alguna de sus trampas semánticas, tan descaradas que es inaudito que no hayan causado mayor estupor y preocupación. El título supone ya el reconocimiento de dos gobiernos-estado (catalán y español) separados, que celebran una reunión bilateral para tratar, nada menos, de cómo culminar y hacer definitiva su separación, ya iniciada de hecho. De President a Presidente, de Govern a Gobierno, con foto incluida que refleja la absoluta paridad. Ni un sólo gesto o indicio que señale la superioridad jerárquica, institucional y política del Presidente y el Gobierno de España frente a un gobierno regional, que no otra cosa es el que preside Torra.

Sigue el comunicado afirmando que ambos gobiernos coinciden en reconocer que existe "un conflicto sobre el futuro de Cataluña". Llamar eufemísticamente "conflicto" a lo que no es más que la culminación de un proceso de rebelión e insurrección perfectamente planificado y llevado a cabo paso a paso desde hace cuarenta años con el único fin de lograr la independencia, es algo políticamente intolerable y democráticamente repulsivo. Aceptar el término es ya firmar la claudicación, reconocer que hay dos partes que simplemente discrepan y que basta con "dialogar" para llegar a un acuerdo.

El conflicto, además, no tiene nada que ver con el presente, sino con "el futuro", o sea, sobre cómo consiguen unos la independencia, y cómo otros logran hacer tragar a la sociedad española ese batracio para que no parezca lo que es. O sea, para unos "reformar el Estatuto" forzando o desgarrando la Constitución hasta dejarla hecha un guiñapo, para otros aplicando su propio marco jurídico (el ya establecido en las leyes de desconexión). Lo que prevalece, por si hay dudas, es este último "orden" jurídico, de acuerdo con lo que expresa el comunicado, del que han sido borradas de modo explícito la Constitución y el Estatuto en ella fundamentado.

Hablan también de pasar a un "diálogo efectivo" o "real", lo que significa que hasta ahora toda la matraca del diálogo, todos los encuentros y reencuentros, viceencuentros, retroencuentros y postencuentros, laterales, colaterales y bilaterales llevados a cabo no han sido más que cuento; a pesar de todas las cesiones y concesiones y dejaciones y claudicaciones y pasteleos y prevaricaciones llevadas a cabo por todos los Gobiernos, desde Felipe a Aznar, de Zapatero a Rajoy y ahora de Sánchez, todo lo cual no ha servido más que para ir haciendo irreversible lo que muchos ya hace tiempo han aceptado como inevitable, pero a lo que no está dispuesto a resignarse cabestrilmente el pueblo español, cada día más indignado y dispuesto a acabar cuanto antes con ese macabro proyecto de enfrentamiento, desunión y autodestrucción.

Le llaman "solución política" a esto. ¡Y tratan de excluir de ella al conjunto de españoles para que sea "la ciudadanía catalana" la que decida "el futuro de Cataluña", como si eso mismo no supusiera decidir sobre el futuro de España! El PSOE está empeñado en clavarse un puñal en el pecho. Previamente, claro, ha dejado que un arribista como Sánchez le tape los ojos y selle la venda con escayola. ¡Pues que desaparezca cuanto antes y deje paso a otra izquierda que parta del principio de que España es el bien común y la mayor garantía de la igualdad entre todos los españoles!


sábado, 1 de diciembre de 2018

¿PARA QUÉ SIRVE HOY PABLO IGLESIAS?



Sorprende que la casta de Podemos, que tanto presume de intelectual y moderna, sea tan ágrafa,tan incapaz de publicar algún artículo de reflexión política mínimamente apreciable, a pesar de tener todos los medios a su disposición. Su aportación al pensamiento político es de una deslumbrante nulidad, parecida a la contribución de la tesis de Sánchez a la teoría económica. Monedero, por ejemplo, prefiere hacer el payaso cantando rap o recitando ripios ultramarinos dedicados al camarada Chávez. Los pocos artículos de Errejón destacan por su vacuidad, a veces alambicada. El vuelo intelectual de Iglesias Turrión es de avutarda esteparia. Su última creación lleva el título de "¿Para qué sirve hoy la monarquía?"

La contra-pregunta es saber para qué sirve hoy Iglesias y su pandilla, algo que, de modo consecuente, hemos de hacer extensivo a los demás partidos que viven del dinero público, y en especial a esa "sociedad instrumental" que hoy ocupa el consejo de ministras/tros de la Moncloa, que parece haber hecho un máster en la Universidad RJC en picaresca fiscal, que no en ingeniería, lo que requiere un poco más de talento. Es una pregunta angustiosa: ¿sirven hoy para algo nuestros políticos?

Iglesias, con argumentos pedestres, nos dice que hoy Felipe VI no nos sirve para nada. Que su padre sí, en su momento ayudó a consolidar la democracia, pero eso fue una excepción hoy superada. Reconoce que"lo fundamental para definir el carácter democrático de un régimen político no es que la jefatura del Estado sea electiva o no, sino que efectivamente se garanticen las libertades"; pero como hoy "la monarquía ya no es el precio a pagar para contar con un sistema de libertades (el Ejército español no es hoy ninguna amenaza [...]) su función histórica para la democracia española ha perdido su sentido".

Así que el problema de la monarquía es que ya no la necesitamos para asegurar las libertades democráticas. ¿Lo necesitamos a él?Ante argumento tal débil y falaz, Iglesias da un rodeo: "acceder a la Jefatura del Estado por elecciones y no por fecundación sería profundizar en nuestra democracia" (lo de acceder "por fecundación" es de una cursilería insuperable). No hay nada más importante, por tanto, que eliminar la monarquía. ¿Y la desigualdad, el golpismo separatista, la precariedad laboral...? ¡Mira que no tenemos tareas pendientes para profundizar en nuestra democracia!

Y prosigue remendando: "La monarquía incomoda a cada vez más progresistas y es rechazada abiertamente por una amplia mayoría de ciudadanos en Euskadi y Catalunya (sic)". "Si el 23-F reforzó a Juan Carlos, el 3 de octubre debilitó a Felipe VI, que no fue capaz de erigirse como símbolo de diálogo". Afirmaciones tan gratuitas como falsas. ¿Amplia mayoría?

Recordemos que la Constitución, que legitima plena y democráticamente a la actual monarquía, fue aprobada por más del 90% con una participación cercana al 70% del censo, y casi un punto por encima, en Cataluña.Esta es la mayor proporción de participación y voto afirmativo de cuantas votaciones se han llevado a acabo en España desde 1978. El Estatuto catalán del 2006 llegó sólo al 48% de participación, y fue aprobado por poco más del 70%, o sea, por un tercio del censo (la II República exigió los dos tercios). Contra toda evidencia, Iglesias esgrime mayorías imaginarias, incapaz de argumentar políticamente su rechazo ideológico de la monarquía, lo que sería mucho más honesto.

Y todo para acabar con esta propuesta: "Una nueva república será la mejor garantía para una España unida sobre la base del respeto y la libre decisión de sus pueblos y sus gentes". La nueva república, ¡el milagro, la salvación de España! La disgregación de España, la libre decisión de sus "pueblos y gentes" (apúntese quien quiera), será "la mejor garantía para una España unida"... ¡Le preocupa la unidad de España! Le preocupan las antiguallas forales, los privilegios históricos, la igualdad de derechos, la unidad de los trabajadores, el poder de las oligarquías territoriales, el despojo de la lengua de los hispanohablantes en media España, los corruptos de "Catalunya", el neofascismo de ERC y del catalanismo supremacista...

Como lo de Franco les ha salido por la culata (olvidemos la etimología), para vergüenza de la mayoría de españoles (que querría ver sus restos en otro sitio, sin necesidad de realizar por ello un escarnio innecesario, mera propaganda sectaria y partidista, como ha pretendido Sánchez); como esa ocurrencia les ha salido mal, pues ahora le toca a la monarquía.

Lo dicho: ¿Para qué sirve hoy Iglesias y su casta plurinacionalista?