MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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viernes, 27 de marzo de 2009

PENSAMIENTOS AL AIRE

(Imagen: Teresa Gancedo)
El miedo atrae al miedo
El optimismo al optimismo.
La confianza genera más confianza.
La desgracia, más desgracia.
Es la ley del universo.

Aquello en lo que focalizas tu atención, eso es lo que atraes a tu vida.
No puedes cambiar directamente nada, sólo puedes ser dueño de una cosa: tu atención. Tu atención, sin embargo, puede cambiar el mundo.

No luches contra tus pensamientos, déjalos al aire, sólo intenta dominarlos suavemente a través de tu atención.

Cuando conviertes un grano de arena en una montaña, es que ese grano de arena está encima de una montaña.

Puedes enfocarte en ti mismo, irte hundiendo más y más hacia el fondo oscuro de ti mismo, como un tornillo, o, por el contrario ir construyendo una espiral hacia arriba, cada vez más amplia, abriéndote hacia el infinito.

Negar algo, no es lo mismo que afirmar lo contrario. Por ejemplo: no soy católico, pero eso no significa que sea anticatólico; no soy socialista, pero eso no es lo mismo que ser antisocialista; no soy proisraelí, pero eso no significa que esté en contra de Israel.
Esto vale para casi todo, pero sobre todo para el lenguaje político.

Entre el ser y el no ser siempre cabe el ser otra cosa.

Miré al pozo y no vi mi rostro, sino la sombra de mi rostro.

Sólo la muerte, la conciencia de la propia muerte y la de todos y cada uno de los que nos rodean, intensifica la vida. Sin la muerte no seríamos nada, nos abandonaríamos a la rutina y la apatía, viviríamos sólo de estar muertos.

Deja que tus pensamientos vayan al aire, vuela con ellos.

viernes, 20 de marzo de 2009

ALBERT EINSTEIN, SIN COMENTARIOS

(Foto: Koldo Badillo)
Acaba de caer en mis manos Mi visión del mundo (Mein Weltbild), de Albert Einstein. Nunca es tarde para leerlo.
Encuentro en las reflexiones de Einstein ideas sobre las que he escrito bastante en este bloc. Apenas he leído las primeras páginas y ya encuentro citas que no me resisto a reproducir aquí. No diré que las hago mías, porque ya hace tiempo que forman parte de mi visión del mundo. Pero el argumento de autoridad, en este caso, es digno de tener en cuenta.

Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad.

El misterio es lo más hermoso que no es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido.

El valor verdadero de un hombre se determina según una sola norma: en qué grado y con qué objetivo se ha liberado de su Yo.

Sólo el individuo aislado puede pensar.

Sin personalidades creadoras que piensen por sí mismos es tan impensable el desarrollo de la comunidad como lo sería el desarrollo del individuo fuera del ámbito comunitario.

Y para acabar, dice Einstein sobre los ejércitos:

Habría que hacer desaparecer lo antes posible a esa mancha de la civilización. Cómo detesto las hazañas de sus mandos, los actos de violencia sin sentido, y el dichoso patriotismo. Qué cínicas, qué despreciables me parecen las guerras. ¡Antes dejarme cortar en pedazos que tomar parte en una acción tan vil!

No hay necesidad de hacer comentario alguno, ¿verdad?

domingo, 15 de marzo de 2009

YO Y LOS OTROS

(Foto: Miguel Sánchez)

El infierno son los otros, creo que dijo Sartre. Vivir con esa idea empobrece mucho la vida. Primero, porque si bien los otros son la fuente primera de casi todos nuestros sufrimientos, lo son también de nuestras alegrías. La relación con los otros es la fuente más importante de la vida, lo que nos estimula y sostiene.

Sin los otros pronto caeríamos en un pozo, autistas encerrados en los límites del yo, que, por naturaleza, es conservador, vive temeroso en su concha de galápago, protegiéndose de todo lo que se mueve alrededor.

Leo a Todorov, un breve artículo titulado “El conocimiento de los otros”, que me incita a reflexionar sobre el tema. Resumo y presento a mi modo sus ideas, que me parecen iluminadoras.

Una relación positiva con el otro pasa por un proceso que podemos dividir en cuatro fases:

1) “Asimilación ”: percibo e interpreto al otro en función de mí mismo, de mi modo de ser y pensar. Me fijo sobre todo en las semejanzas.
2) “Comprensión”: trato de percibir el mundo a través de los ojos del otro, no juzgo, no añado ni quito nada, no trato de fundirme con el otro.
3) “Diferenciación”: me percibo y juzgo a mí mismo como diferente del otro, pero acepto y comprendo al otro como diferente de mí mismo. Toda interpretación de mí mismo y del otro es relativa.
4) “Desidentificación”: no me identifico con el otro ni conmigo mismo, modifico constantemente mi idea del otro y de mi mismo. El conocimiento del otro me transforma a mí mismo, y el conocimiento de mí mismo transforma mi conocimiento del otro.

Como se ve, la relación con el otro nos obliga a cambiarnos a nosotros mismos, aquí está la clave. Cuando no ocurre esto, algo ha fallado. El otro nos obliga a desidentificarnos con la idea que nos hemos hecho de nosotros mismos. Los otros ponen constantemente a prueba la idea y la imagen de nosotros mismos. Agradezcámoslo, porque sólo así podemos avanzar, progresar en el conocimiento y la conciencia de nosotros mismos.

martes, 10 de marzo de 2009

OTRA VEZ LOS TRANSGÉNICOS

(Foto: A. Real)
Me envía Paco Rodríguez en enlace para que oiga un programa de radio de la SER sobre transgénicos. Intervienen Juan José Millás, uno de esos escritores estrella del momento, y el responsable en España de la multinacional transgénica Monsanto. No sé qué destacar más de la penosa entrevista: si los comentarios de Millás o los del Monsanto.

Dice Millás que se ha informado sobre el tema y que se encuentra un tanto perplejo sobre esta multinacional, no sobre los transgénicos. Afirma con mucho desparpajo que esto de la modificación genética ya lo ha hecho el hombre desde los más remotos tiempos, que todos acabaremos siendo transgénicos, que la realidad es transgénica, etc. Se despeña, vamos. No distinguir a estas alturas la selección natural de las semillas o los injertos, de la modificación artificial de los genes es de una ignorancia asnal. En un alarde de interpretación psicológica atribuye el rechazo a este mal engendro de los transgénicos a una especie de miedo ancestral , religioso, que tiende a satanizar lo nuevo. ¡Se dejó la mitad del cráneo!

Pero hete aquí que el de Monsanto, ante la simple pregunta de si ya estamos consumiento transgénicos, se escabulle, no contesta a pesar de la insistencia, y esto mosquea al entrevistador. Vuelve a hacer otra inocente pregunta sobre si nuestra ministra Garmendia tiene algo que ver con Monsanto y de nuevo evasivas e incoherencias. Pregunta entonces Gemma Nierga sobre si es verdad que Montsanto es al mismo tiempo el mayor vendedor de pesticidas del mundo, y otra vez se va por los cerros el entrevistado.

Millás, al acabar, dice que “este señor me ha dejado muy asustado”. Lo estúpido es que no estuviera asustado mucho antes. Produce mucha tristeza y casi desesperación que programas de gran audiencia propaguen tanta confusión e ignorancia, haciéndole el juego a los mentirosos, hipócritas y voraces vendedores de algo que, mírese por donde se mire, es una basura peligrosa, no ya para el futuro, sino en el presente. ¿Cómo es posible que no se haya dicho nada sobre la contaminación transgénica a otros cultivos, sobre los impredecibles efectos genéticos en el hombre y los animales, sobre la dependencia del agricultor que necesitará siempre comprar las semillas a esa multinacional, sobre la pérdida de la biodiversidad, sobre la presión política que ejercen sobre los gobiernos, etc.?

El caso de la ministra es tan elocuente que sólo un tonto puede seguir manteniendo su ingenuidad. Si ha sido la presidente de la asociación de todas las empresas de transgénicos de nuestro país, ¿cómo extrañarnos de que sea en España donde se permita el mayor número de hectáreas para el cultivo de un maíz que ningún otro país europeo quiere cultivar en su suelo? Sin duda es porque son unos atrasados llenos de miedos atávicos.

(Para más información ver en este bloc la etiqueta POLÍTICA, entradas MUNDO TRANSGÉNICO (I y II) del 19 y 23 de agosto de 2008).

P.D. Algo parecido podríamos decir de la famosa y peligrosa vacuna contra el cáncer de útero en adolescentes. La industria farmacéutica es lo más parecido a la transgénica.

miércoles, 4 de marzo de 2009

A VOZ EN GRITO

(Foto: Agustín Galisteo)



España es el país más ruidoso del mundo, el peor legislado, el más anárquico y permisivo en cuanto a la contaminación acústica y auditiva. Hay estudios estadísticos que reiteradamente lo confirman sin que aparezca atisbo alguno de cambio de rumbo o tendencia. ¡Estúpida hazaña!

Los que tanto defienden la mística de las señas de identidad, los “rasgos identitarios”, como dice la jerga de los políticos catalanes, exportada al resto de España y asumida por toda la mediocridad autónomo-parlante, deberían incluir en su catálogo imaginario de esencias culturales esta entidad real, bien real: el ruido ambiental.

Pero de entre todas las agresiones acústicas, la sin duda alguna más perniciosa es la que proviene de las gargantas patrias, patrióticas y matrióticas, pues aquí gritan por igual vascones, célticos, cántabros, tartesos, catalánicos o celtibéricos. ¡La funesta manía de gritar!

La voz humana en estado más o menos natural se desarrolla en una banda de decibelios que está en el límite de lo que el oído humano acepta como saludable. En cuanto se extralimita, supera la raya de decibelios agradables para pasar a convertirse en ruido desagradable. El español es una de las lenguas más propensas al grito, por su facilidad vocálica y fonética.

Aquí, ante el menor conflicto o discrepancia, lo primero que el españolito de todas las Españas hace, es subir la voz. ¡No me levantes la voz!, replica el agredido, elevándola un poco más que el contrario. Se quiere vencer a gritos, algo tan primitivo como los gruñidos del orangután que pelea por la comida o la hembra cercana.

“Debates” políticos, las “tertulias” radiofónicas y televisivas, la basura de los reality, las “charlas” de tasca y bar, el volumen de las televisiones, las retransmisiones deportivas, hasta las conversaciones por el móvil, todo está tan subido de tono que no hay oído humano que no sienta una permanente exacerbación decibélica (y aquí lo bélico tiene todo su sentido).

Los efectos del ruido y en especial del ruido humano son catastróficos. Alteran permanentemente el equilibrio del sistema neuronal, base de todos nuestros actos y decisiones. Pero a nadie parece importarle esto de verdad, por más que se sepa o intuya. Hay aquí una gravísima responsabilidad política que ni un solo partido quiere asumir. Esta enfermedad decibélica no figura en ningún programa de reformas nacionales.

Pero yo pienso que sería una medida política urgente, incluso para salir de la crisis económica en que nos hundimos. Extiéndase una campaña de educación del habla serena, matizada, expresiva, alegre, que es todo lo contrario del grito, y la crisis económica empezaría a remitir. ¿Por qué? Porque esa energía que despilfarramos en gritar y agredir, despotricar y soliviantar los ánimos, se encauzaría espontáneamente hacia la creatividad, la aparición de iniciativas productivas nuevas, que es lo que el sistema económico necesita, en lugar de seguir la senda enloquecida del consumo obsesivo y destructivo.

Se podía empezar por los colegios, que son una escuela del grito, una de las causas del mal llamado fracaso escolar y del otro no menos mal llamado trastorno de hiperactividad, tan de moda.

No se me diga que la voz en grito es espontaneidad, viveza, temperamento alegre y todas esas memeces ligadas al modo de ser español. No. El grito va en contra del cuerpo, de la espontaneidad y del disfrute del cuerpo activo. El grito orienta al cuerpo en una sola dirección, la de la agresión y la violencia, bloqueando todas las demás formas de desarrollo físico y mental. Una ruina educativa.

Nota: Examínate y comprueba cuánto, cuándo, dónde, a quién y contra quién gritas. Cuándo levantas o aceleras la voz. Intenta cambiar ese mal hábito y verás la diferencia. No hace falta reprimir los impulsos, basta con controlar el tono y los decibelios de tus cuerdas vocales. ¡Qué ahorro de energía!