Monedero, azote de la
casta, es un genio de las finanzas. Ha ganado 425.150 euros por un
trabajo que hizo en 2010 para estudiar la creación de una moneda
bolivariana para Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Traduzcamos: más de 70 millones de pesetas. Retraduzcamos: unos
1.400 euros al día suponiendo que trabajó a destajo 300 días de
los 365 del año. Se lo pagaron en el 2013 “¡de golpe!” Vaya
pelotazo, viva Bolivia.
En un país en que casi
el 30% gana menos de 1.000 euros al mes, la proeza financiera de
Monedero deslumbra. Asombra aún más tratándose de un humilde
profesor universitario que recibe ese pastón por un estudio teórico
sobre una moneda hipotética. ¿Dónde regalan los duros a cuatro
céntimos? Díganselo a los más de cinco millones de parados que van
allá de cabeza. Bueno, o a cualquier profesor universitario.
Confío en Monedero.
Confío ciegamente en Podemos: son magos, nos sacarán de la crisis
porque son capaces de sacar dinero de debajo de las piedras de Machu
Picchu. Sólo me asaltan algunas dudas: ¿Dónde está ese estudio
prodigioso? ¿Cuántas páginas ocupa? ¿Es un secreto de Estado?
Dice que es “confidencial”... ¿Dinero clandestino? Supongamos
que cada país le ha pagado unos 100.000 euros: ¿Lo han consignado
en sus presupuestos? ¿Existen facturas? ¿Quién las firma?¿Con qué
fecha? ¿Se han fabricado como tapadera? ¿Quién las fiscaliza y
comprueba? Su empresa fantasmal (unipersonal, sin trabajadores, ni
sede, sin...) ha facturado 57.548 euros a “proveedores”. ¿Quiénes
son esos proveedores y de qué mercancía le proveyeron? ¿Papel,
bolígrafos, neuronas o cemento armado? ¡Pero ha pagado
religiosamente sus impuestos, oiga! Y además ha dedicado ese dinero
a obras de caridad política: para dar otra vuelta a La Tuerka.
Lo dicho: ahora sí que
confío en Podemos. Añado un argumento definitivo: además de genio
financiero, Monedero es poeta. Poeta hipersensible. Así escribió
cuando murió el camarada Chávez: “He amanecido con un Orinoco
triste paseándose por mis ojos”. No hagan rimas escatológicas con
Orinoco, por favor, concéntrense en ese torrente de lágrimas.
Remacho: fe ciega. Y cuanto más ciega, ya se sabe, mejor.