Los bomberos de Ponferrada han tenido que acudir a sofocar la invasión de una docena de colmenas urbanas. En Toledo otro enjambre atacó a una mujer por la calle. Las abejas han empezado a colonizar el medio urbano: se cuelan en los garajes, anidan como okupas en casas deshabitadas y crean colmenas dentro de los coches. En un medio tan hostil, las abejas se están volviendo más agresivas. Asistimos a un fenómeno socio-político nuevo: la rebelión de las abejas.
(FOTOS: FERNADO REDONDO)
Como socio-politólogo
darwinista me interesa analizar el caso, reflexionar y sacar alguna
conclusión. Primero: ¿por qué las abejas se empiezan a trasladar
de los dulces montes de brezo, tomillo y lavanda, o de los
embriagantes campos de almendros, cerezos y castaños, a los
contaminados suburbios, garajes, oficinas y urbanizaciones pijas? La
marea abejil recuerda a la invasión multicolor del 15-M. Son las
leyes de la sincronía cósmica.
Una explicación, la más
científica, dice así: las abejas buscan sobrevivir porque su medio
natural se ha convertido en un lugar inhóspito y asesino. Los suaves
montes y coloridos campos se han transformado en lugares de
exterminación masiva. Mueren las laboriosas abejas envenenadas por
los cientos de pesticidas que se agazapan en los estambres y
pistilos. Se montan investigaciones costosísimas para constatar lo
evidente: el efecto multiplicador de los plaguicidas (existen más de
300 autorizados). Las empresas que comercian con el veneno dicen que
no hay “pruebas concluyentes”. Estudian uno por uno los productos
criminales y comprueban que a determinadas dosis (las permitidas) no
causan un mal letal. La trampa es tan grosera que no acierta uno a
comprender cómo todavía algunos se la tragan.
Los efectos nocivos no
sólo se suman, sino que se multiplican y potencian, al juntarse un
plaguicida con un herbicida, un herbicida con un antibiótico, etc.
Las abejas, detectado el peligro, huyen hacia las ciudades. ¡Ya
tienen que estar desesperadas para buscar refugio en los jardines
municipales! Dicen que llegan incluso a hacerse adictas al chute
tóxico. Es la ley de la supervivencia en medio de la selva humana.
Ojalá surja una mutación, una especie nueva que detecte a los
corruptos, los avispados, los listillos, los hijosdeputa metidos a
políticos, banqueros, expertos financieros, petroquímicos,
farmicidas, monogranjeros y demás ralea pestífera.
Hoy es casi imposible
encontrar miel, polen o jalea real que no sea china, o sea, que no
sea un invento chino, puro engaño. Los apicultores leoneses deberían
iniciar una campaña, apoyada por la administración, para lograr
que, al menos en todos los hogares de León, hubiera siempre un tarro
de miel auténtica y ecológica, libre de pesticidas. Levantar una
industria de calidad que supiera explotar todos los productos
directos y derivados, tanto alimentarios como farmacéuticos y
cosméticos. Es una riqueza que no podemos despreciar. Por la
conservación de la flora silvestre, la polinización de viñedos,
castaños, cerezos y frutales, y por nuestra salud, deberíamos
impedir que las abejas se vean abocadas a la emigración urbana o a
la muerte. A la rebelión de las abejas debería seguir la de los
apicultores y la nuestra.
P.D. Por cierto, ¿alguno
de los partidos que se presentaron a las últimas elecciones llevaba
alguna propuesta concreta relacionada con este asunto, el de la
contaminación plaguicida y sus consecuencias en todos los “campos”?
¡Con la cantidad de chuminadas que algunos programas incluían!
http://www.lanuevacronica.com/la-rebelion-de-las-abejas
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