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domingo, 7 de enero de 2018

2018 OPORTUNIDADES

(Foto: S. Trancón)

Enfoquemos esto del 2018 por ahí: el nuevo tiempo solar nos presentará media decena de oportunidades cada día, así, a ojo de pájaro. Oportunidades de vida. Una vuelta alrededor del astro que nos guía y sostiene, y 365 vueltas en redondo para que ningún ser viviente deje de recibir sus rayos salutíferos. Porque la vida es decidir y aprovechar lo que el mundo nos ofrece. Todo pasa rápidamente, y en este tiempo acelerado, mucho más fugazmente. Oportunidades a pares, como se dice, igual que este pareado.

Quiero decir que vivir es tomar decisiones, inevitable, inexorablemente. Toda decisión condiciona la siguiente e incluso, muchas veces, la determina. Esto crea una tensión vital, una urgencia, porque no decidir es ya decidir. Aprender a tomar decisiones de modo consciente, con serenidad, sin pausas ni prisas, y aceptar luego todas sus consecuencias es, quizás, el mayor aprendizaje de la vida. Ni impulsivos ni pusilánimes: esto vale para todo, pero en lo que se refiere a la política, mucho más. El peor político es el que no sabe decidir, y cuando ya no tiene más remedio, lo hace atolondradamente, sin ton ni son ni música celestial. ¿Les pongo un ejemplo? Sí, ese mismo en el que están pensando.

Los españoles tendremos este año la oportunidad de despertar definitivamente del letargo político en que hemos vivido bastante plácidamente hasta hoy, posponiendo problemas, reformas, cambios y decisiones ya urgentes. El síntoma de la urgencia es Cataluña, pero la necesidad de encararla afecta a toda España. La cosa empezó a cambiar con la gran manifestación en Barcelona del 8 de octubre, que inundó las calles de banderas españolas. Esa imagen tiene un efecto simbólico contundente, marca un cambio de actitud, de conciencia colectiva. Los partidos políticos no lo han provocado, sino que se ha producido a pesar de ellos. Como ocurrió con el 15-M. El 8-O es el 15-M nacional, y la mayor desgracia sería que acabara desmoronándose como le ha pasado al 15-M.

Así que mi deseo para el 2018 es que el pueblo español (recuperemos la palabra, secuestrada para aplicarla al conjunto de españoles, pero no para hablar de todos los pueblos habidos y por haber en España); que el pueblo español despierte, le dé la espalda lo antes posible a ese partido dirigido por incapaces (por decirlo con suavidad) que ni gobierna ni sabe gobernar; que ocupe su espacio el nuevo partido de la derecha, de momento más presentable; que igualmente los españoles, hasta ahora confiados, abandonen toda esperanza en el PSOE, que va a la deriva rumbo a las 17 neo-naciones que quiere inventar para encajar así a Cataluña (¡dios, qué ocurrencia!); que los todavía atrapados por las argucias oportunistas del populismo podemita, suelten lastre y se atrevan a reconocer que, de donde no hay, nada se puede sacar. A los independentistas bastará con dejarles solos, y que no acaparen los titulares mediáticos y las entradas del telediario.

Estas son oportunidades colectivas que deberíamos aprovechar durante este viaje elíptico por el espacio sideral, que dejará una huella invisible en esos cielos cada vez más contaminados. Pero si la ruina de la izquierda oficial debería ser un proceso imparable, marcado por la entrada en un nuevo ciclo, el del despertar de la conciencia española, mi deseo deberá completarse con la esperanza de que surja una izquierda renovada, que abandone todo el lastre ideológico, dogmático y sectario que se le ha ido pegando a los pies, "monstruo en su laberinto".

Una izquierda que reúna a la inteligencia más inquieta de nuestro país, el empeño más decidido de los más osados, la confianza más lúcida de los mejor preparados, la determinación más inflexible de los más generosos. Y sí, ¿por qué no? Soñar así con una verdadera revolución ciudadana que crea de nuevo en España como el mejor proyecto común capaz de luchar por la igualdad, la unidad, el progreso vital y humano (no sólo el económico), la defensa de los más desfavorecidos, la confianza en nuestra creatividad y capacidad para superar todas las dificultades.

Este proyecto nacional deberá abordar, como condición, si no suficiente, sí necesaria, una profunda transformación de la estructura y el funcionamiento del Estado, hoy sometido a fuerzas disgregadores, inoperantes, suicidas. Eso es lo que está latiendo en el fondo del corazón de esas masas que han empezado a respirar por su cuenta, a salir a la calle, a decir que así no podemos continuar. Por eso es tan necesario que se afiance ese nuevo partido que saque a la izquierda de su desvarío, que le dé la confianza en que es posible salir del pozo en el que ya apenas penetra la luz. Esa será una de las grandes oportunidades del 2018.




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