El tiempo anda revuelto. Quiero decir turbio, inseguro, impredecible. Vivimos tiempos revueltos. Así llamaron a los años de la guerra civil en aquella serie de televisión "Amar en tiempos revueltos". Nada puedo decir de esta serie porque no la vi. Soy un pésimo seguidor de series, por muy buenas que sean. Conmigo fracasan todas las estrategias del suspense y la intriga. Rechazo el hecho mismo de que nadie ni nada me obligue a estar pendiente de algo que, por mucho que pueda atraer, me es totalmente ajeno. Entre la ficción televisiva y yo, no sé por qué, siempre hay un abismo.
Revuelto: que se da la vuelta. De ahí el significado de revuelta como insurrección, cambio radical. Lo que está abajo pasa a estar arriba. Dar la vuelta a la tortilla, decimos. Eso quisieron los golpistas telejuzgados en la serie televisiva que los ha dejado listos para sentencia (y un poco atontados). También los caminos tienen revueltas, cambios bruscos de dirección. Es lo que nos está pasando en estos tiempos políticamente revueltos. De pronto los caminos se bifurcan, se revuelven, dan la vuelta y perdemos el rumbo.
Revuelto también significa mezclado, combinado. Si la unión de elementos diversos no es adecuada hablamos de embarullar, enredar y confundir. Mucho de esto estamos viendo en algunas combinaciones de siglas, partidos, grupos y grupúsculos en estos últimos días,políticamente tan revueltos. Pasa como con la gastronomía: hay combinados acertadísimos, otros horrorosos.
Los huevos, sabemos, combinan bien con casi todo, especialmente vegetales, pero mezclar huevos fritos con chocolate (espeso), pues no acabo de verlo, por más que el gusto sea el sentido más manipulable y errático. No olvidemos que hubo (¿do se fue?) un grupo de escritores al que llamaron Generación Nocilla (y no se ofendieron), capitaneados por un tal Fernández Mallo, de olvidado recuerdo. Nada que ver con esa genial mezcla de morcilla leonesa (no confundir con cualquier otra) con piñones y manzana reineta, hallazgo reciente del que nadie que pase por León debiera privarse.
Si el revuelto cae mal en el estómago nos produce náuseas, ganas de vomitar. Algo así me pasa con cualquier combinación en la que aparezcan nacionalistas, sean del tipo y pelaje que sean, y aquí no distingo entre Bildu y PNV, JxCat o Revueltos por la República, PSC y Federalistas plurinacionales. Ni juntos ni revueltos. Y no se trata de tener el estómago exquisito, sino de evitar una intoxicación.
De revolulum también deriva revolución, palabra seria donde las haya, hoy degradada en lo que ha tenido históricamente de exaltación heroica de la violencia. Las revoluciones de hoy son silenciosas e invisibles, lo que no siempre es bueno. Pasa como con los golpes de Estado que, aun incruentos, no dejan de ser crueles y agresivos, por más que esa violencia se invisibilice y adopte la forma de intimidación, amenaza, chantaje, insulto, ataque de CDR, telenoticia, sesión parlamentaria o leyes de desconexión.
Estetotum revolutumde hoy es lo que me inquieta, porque no hay modo de saber a dónde nos conduce. Cuando todo está revuelto, liado, enredado, cunde el miedo, la incertidumbre, porque no sabemos realmente qué pasa, qué está sucediendo. ¿Alguien sabe hoy, de verdad, qué está pasando en España, en qué punto estamos, hacia dónde vamos, qué fuerzas nos guían, quién controla esta situación? ¿Pedro Sánchez? ¿Alguien sabe qué tiene en la cabeza, qué plan, qué modelo, qué proyecto? ¿Y su partido, el PSOE?
No nos tranquiliza más el meternos en el cráneo de Rivera, en esa difícil posición de equilibrio acuático en el que pretende estabilizarse. ElPPanda en busca de sí mismo, perdido entre los Feijóo, los Alfonso Alonso y demás rajoyanos y sorayistas. De Podemosya ni podemos hablar, porque no sabemos ni qué son ni qué serán. ¿Y Vox? ¿Extrema derecha? De tanto repetirlo, lo peor sería que ellos mismos acabaran creyéndoselo. Que la izquierda oficial (reaccionaria) necesite a Macron y a Valls para demonizarlos, indica hasta qué punto ha perdido el rumbo (y la dignidad, y el amor a la verdad, y el sentido de la igualdad, y...). De tanto querer girar hacia la izquierda han acabado cogiendo la revuelta que los lleva en sentido contrario, ahí por donde caminan independentistas, derechistas y carlistas disfrazados de demócratas.
En medio de este revolutum estamos viendo cambalaches, apaños, trapicheos que degradan la política hasta arrojarla al muladar. Yo pensaba antes que todo necesitaba empeorar para mejorar, pero ahora digo que mejor pararnos aquí, que ya hemos llegado lo suficientemente lejos.
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