(Foto:I.Díaz)
La energía es una flecha. Una flecha que tiene siempre dos direcciones.
Imaginemos un arco cuya flecha apunta, a la vez, hacia adelante y hacia atrás. Se puede dirigir a un lado o hacia otro.
La energía es impulso puro. Está ahí, en el universo, nos rodea por todos los lados. Está ahí y nos golpea constantemente, nos impulsa. Nos empuja.
Va hacia un lado u otro según sea nuestro intento.
La energía es una fuerza que nos golpea a cada instante. Nos golpea en el centro de nuestro cuerpo, en torno a nuestro abdomen.
Tenemos siempre dos posibilidades: dejar que nos tumbe, nos raje, nos derrote, nos debilite y desmorone nuestro campo energético, o, por el contrario, que nos revitalice, nos compacte, nos empuje hacia la vida, la salud, la fuerza, el poder.
Todo depende de nuestra actitud, de nuestra atención, de nuestro intento. Si nos dejamos llevar, nuestro automatismo nos lleva hacia la derrota. Por el contrario, si nos percatamos de que es posible darle la vuelta, dirigir la flecha hacia el lado opuesto, entonces todo puede cambiar en un milisegundo.
Todo nuestro destino depende de ese milisegundo en el que podemos cambiar la dirección de la flecha: del pesimismo, la derrote, el desánimo, la depresión, el miedo, la angustia, a la serenidad, la confianza, la creación, el poder.
No es un problema de esfuerzo: nosotros no creamos la energía, sólo la dirigimos. Basta con impedir que siga el camino del automatismo, la repetición, para que ella misma se oriente hacia el camino opuesto.
La energía es una flecha con dos direcciones: una, destructiva, otra, creativa.
Anticípate, adelántate a ti mismo. Adelántate a tu impulsividad, permite que la energía fluya hacia el universo, que no se queda atrapada en tu caparazón endurecido.
Cuesta lo mismo, el mismo esfuerzo, dejarse llevar por el lado negativo, destructivo y repetitivo, de la energía, que por el positivo, el creativo y desconocido.
Todo depende de ese instante, ese milisegundo en el que decides que la flecha vaya hacia un lado o hacia otro. Lo primero es que te convenzas de que existe esa posibilidad: la de la doble dirección.
Siempre hay dos caminos. Uno siempre son dos: +1 y -1. Tú eres el cero.
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