
Nada tiene que ver una cosa con la otra, pero aceptemos que, si lo primero parece bueno, lo segundo es llamativo y deplorable, con lo que se demuestra que desarrollo económico no es sinónimo de progreso humano.
A cualquier observador extranjero llama la atención el grado de violencia verbal presente en la vida pública española, en tertulias, debates, programas de televisión, artículos de prensa, conversaciones de tasca y café.
El insulto, la calumnia, la palabra ofensiva, agresiva, despectiva, la amenaza, el juicio categórico, el tono elevado, el exabrupto, la palabra obscena, la maledicencia y el maldecir forman parte de la conversación y el discurso cotidiano, algo que ya nos parece natural, de tan frecuente y extendido.
Pero es muy chocante que se mantenga por un lado un discurso oficial y social muy beligerante contra la violencia en todas sus formas (el acoso, el maltrato, la discriminación, el racismo, el machismo, el lenguaje sexista...) mientras se practica a la vez esta violencia verbal de forma tan impulsiva, compulsiva y omnímoda.
Sin duda, la estructura fonética del español favorece esa impulsividad o explosión verbal, esa falta de control de los impulsos agresivos. Pero yo creo que ha sido, sobre todo, una larga historia de violencia, verbal y no verbal, lo que ha dejado huellas profundas en nuestra lengua, en el léxico, en la prosodia, en la frase hecha, en el uso agresivo de la palabra.
La agresión verbal es un sustituto de la agresión física. Por un lado sirve para canalizar la violencia y contenerla; pero, por otro, fomenta esa misma violencia.
De todos los ámbitos en que hoy se ejerce y ejecuta esa violencia verbal, el más pernicioso, el más destructivo, el de más inquietantes consecuencias es, sin duda, el de la política.
Pero hagamos un distinción, por justicia democrática, entra la conducta de los políticos de izquierda y los de derechas.
Por más que tendamos a equiparar a todos los políticos en conducta, actitudes y lenguaje, yo veo siempre una notable diferencia en el léxico, el tono y las expresiones de unos y otros. Cualquiera puede comprobarlo.
Sería muy fácil hacer dos columnas y colocar a un lado las palabras y expresiones de unos, y las de otros. En una ocasión lo hice respecto a Alfonso Guerra, al que se ha tildado siempre de maledicente. Pues no había comparación entre la ironía y agudeza de sus críticas y los ataques que salían de la boca de sus enemigos políticos.
Cualquier lingüista, psicólogo o simple analista se daría cuenta de esta diferencia. Haz la prueba: frente a cualquier problema o conflicto, pon a un lado las palabras de unos y de otros, y analízalas.
Me he sentido empujado a hablar de este tema al oír, estupefacto, decir a uno de los marineros recién salvados del barco Alakrana que “la actuación del gobierno ha sido asquerosa”. La oposición repite lo de “catastrófica”, “desastrosa”, “claudicante”, “indigna”, “humillante”, “vergonzosa”... ¿De dónde nace tanta violencia verbal injustificada?
Seguiré con el tema, pero antes de acabar quiero recordar alguno de los insultos que el rencoroso Quevedo lanzó contra el altivo Góngora. He aquí algunos:
“Yo te untaré mis obras con tocino,
porque no me las muerdas, Gongorilla”
“Perro de los ingenios de Castilla”
“En lo sucio que has cantado
y en lo largo de narices,
demás de que tú lo dices,
que no eres limpio has mostrado”
“Ruiseñor de los putos”
“Poeta de bujarrones
y sirena de los rabos,
pues son de ojos de culo
todas tus obras o rasgos”
“No los tomé porque temí cortarme
por lo sucio, muy más que por lo agudo;
ni los quise leer por no ensuciarme”
“Almorrana eres de Apolo”
“Doctor en mierda, graduado en pujos”
“Que vuestras letras, señor,
se han convertido en letrinas”
“Son tan sucias de mirar
las coplas que dais por ricas,
que las dan en las boticas
para hacer vomitar”
Su desprecio no se paró ni aún después de muerto Góngora. Esto escribió a modo de epitafio:
“Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa),
que nunca, que yo sepa
se le cayó la mierda de la boca”
Las referencias escatológicas merecen un comentario aparte. Lo haré en otro momento. Quedémonos, para entender mejor esta quevedesca actitud, tan contagiosa, al parecer, con estos últimos versos en los que aclara el origen de tanto insulto:
"¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?"
Mala cosa ser de origen judío en una sociedad obsesionada con la pureza de sangre.
Mala cosa ser de origen judío en una sociedad obsesionada con la pureza de sangre.