
El cielo es azul... ¡y blanco!
Se derrama con suave lentitud.
Poco a poco -copo a copo, capa a capa-
cubre el asfalto, el tejado, el árbol, la roca.
La hierba y el verde musgo:
suavidad sobre suavidad.

Lo duro se vuelve blando,
lo punzante y áspero,
murmullo de plumas y algodón.
El cielo se derrama, vacía su ser
para que yo lo vea, para que mis ojos
contemplen otra luz, el resplandor
de la luz que se hace nieve.
Cuántas horas pasé, de niño,
absorto tras los cristales contemplando
ese silencioso y pálido crepitar
de pétalos de amapola blanca,
cómo caían blandamente
sobre las alas del gorrión,
un aterido petirrojo refugiado
en el alero de mi ventana.
Es la hora del sosiego, del remanso,
el alborozo de la alborada,
el advenimiento de la nieve
con su júbilo callado.
Cómo no gozar con este deleite, el sueño
de un reposo que tanto se parece a la muerte.
Por un momento todo se cubre
con una lívida quietud y nos recuerda
el anhelo, la nostalgia del ser que busca
la continuidad, el manto en que todo se diluye
y desmorona,
como un copo en la mano de un niño.
¡FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO!
Se derrama con suave lentitud.
Poco a poco -copo a copo, capa a capa-
cubre el asfalto, el tejado, el árbol, la roca.
La hierba y el verde musgo:
suavidad sobre suavidad.

Lo duro se vuelve blando,
lo punzante y áspero,
murmullo de plumas y algodón.
El cielo se derrama, vacía su ser
para que yo lo vea, para que mis ojos
contemplen otra luz, el resplandor
de la luz que se hace nieve.
Cuántas horas pasé, de niño,
absorto tras los cristales contemplando
ese silencioso y pálido crepitar
de pétalos de amapola blanca,
cómo caían blandamente
sobre las alas del gorrión,
un aterido petirrojo refugiado
en el alero de mi ventana.
Es la hora del sosiego, del remanso,
el alborozo de la alborada,
el advenimiento de la nieve
con su júbilo callado.
Cómo no gozar con este deleite, el sueño
de un reposo que tanto se parece a la muerte.
Por un momento todo se cubre
con una lívida quietud y nos recuerda
el anhelo, la nostalgia del ser que busca
la continuidad, el manto en que todo se diluye
y desmorona,
como un copo en la mano de un niño.
¡FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO!