Somos conciencia, mente, cuerpo y ego. Lo más real es la conciencia. Lo más irreal, el ego. Esta es mi jerarquía.
La conciencia es lo más real porque es lo que determina nuestra percepción, nuestros pensamientos y nuestras emociones.
El misterio no es lo invisible, sino todo lo que vemos y no podemos comprender. El misterio está a la vista, pero no lo vemos porque no lo podemos comprender.
La conciencia es lo único que nos hace ver.
Todo es deslumbrante y transparente, aunque inexplicable e incomprensible.
Si logras ver en el fondo del corazón, ¿qué encuentras? Una tristeza infinita, una nostalgia infinita, una desesperación infinita. Todos somos iguales, y todos guardamos el mismo anhelo en el centro del pecho: no sucumbir a la tristeza y la desesperación y alcanzar, por el contrario, la alegría, la serenidad, el disfrute y el placer.
Mira a una persona, observa qué hace, qué dice: verás que todo cuanto hace y dice nace del centro mismo de su pecho donde guarda esos profundos sentimientos y ese anhelo. Verás que todo es una huida o un engaño para no aceptar lo que se oculta en el centro de su ser.
No le des importancia a lo que el otro hace o dice, sino a lo que siente en lo más profundo de su ser. Comprenderás por qué actúa como actúa, dice lo que dice, te trata como te trata. Te darás cuenta de cuánto se parece a ti.
El ego es la mayor barrera para llegar al fondo del corazón. Para entender y aceptar al otro. Para descubrir y aceptar lo que guardamos y anhelamos en el fondo de nuestro verdadero ser.
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