En una entrada anterior (MITOS CIENTÍFICOS: DARWIN, 16 de Septiembre 2011) ya manifesté mis dudas sobre los supuestos básicos de la teoría evolucionista de Darwin. Me pareció muy sospechosa esa idea de la “supervivencia del más fuerte” que fundamentó, entre otras derivas ideológicas y políticas, el colonialismo y el racismo europeo de finales del XIX. Tampoco he entendido nunca muy bien eso de las “mutaciones aleatorias” que, por obra del azar, dan lugar a las nuevas especies. No hace falta ser creacionista para poner en duda la teoría evolutiva darwiniana, convertida hasta ayer mismo en dogma científico. En cuanto una teoría se transforma en ideología y dogma, malo, algo me pone en alerta.
Acaba de morir Lynn Margulis que, con argumentos científicos difícilmente rebatibles, ha dado fundamento a mis sospechas. Su teoría de la simbiogénesis desmantela los supuestos darwinianos. En el origen mismo de la vida encuentra Margulis, no la lucha por la supervivencia como competición y selección del más fuerte, sino cooperación, simbiosis, integración molecular, química y biológica. La labor de las primeras bacterias, fundamento de la vida que hoy conocemos, no deja lugar a dudas sobre este modo de proceder, tal alejado de las premisas darwinianas. La vida, por otra parte, no sólo se adapta al medio, sino que lo modifica y crea las condiciones de la supervivencia.
Al defender a Margulis frente Darwin no quisiera caer en lo que critico: el culto a las teorías científicas que, casi automáticamente, en cuanto se divulgan, se transforman en ideología, o sea, en creencias ciegamente aceptadas. Yo veo una relación clara entre el darwinismo y el triunfo de las ideas burguesas que han fundamentado el capitalismo actual, basado en el supuesto radicalmente falso de que siempre acaban triunfando los más fuertes e inteligentes. Por el contrario, hay otro principio sin el que sería imposible la supervivencia de la especie humana: La cooperación, el altruismo, la empatía, la unión. Evolutivamente esto es un hecho. Sólo la unión física, biológica y emotiva entre dos seres hace posible la transmisión de la vida humana, por ejemplo.
Hoy, en plena crisis inducida por los dueños y manipuladores del dinero, es muy conveniente recordar todo esto. No estamos ante el “sálvese quien pueda”, ante la supervivencia del más fuerte, sino ante el reto de la cooperación, la simbiosis, la integración, la unión y el descubrimiento de las ventajas enormes que supone la “simbiogénesis” frente al azar de las mutaciones sociales y la imposición del más fuerte. Más aún: yo creo que los poderosos son los primeros en darse cuenta de las desventajas de la competencia y la lucha por la supervivencia individual, o sea, el “todos contra todos”. Saben muy bien crear estructuras “simbióticas” cuando les conviene. ¿Qué otra cosa es, si no, la globalización del poder y los mercados? Lo que pasa es que la utilizan para excluir a la mayoría. Se trata de una especie de “simbiogénesis selectiva” que tiene al mantenimiento de la “especie privilegiada” frente a las posibles “mutaciones genéticas” azarosas.
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