ME PIDEN QUE MANDE UN IMPRESO FIRMADO ARGUMENTANDO MI DEFENSA O QUE LO RETIRE DEL BLOC. ¡TOMA YA!
-¿Y tú, quién eres?
-Yo soy una tautología.
-Explícate.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Lo intentaré. Pues... soy un ser vivo que vive sin saber lo que es vivir.
-Dices que no sabes qué es vivir, pero sabes que estás vivo. No te entiendo.
-Yo tampoco.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Cómo se puede vivir y no tener ni idea de lo que es vivir.
-Te refieres a la vida en sí, la biológica, porque este bisílabo abarca mucho.
-Sí, demasiado. A esas palabras tan grandes había que cortarles un poco los humos.
-Las alas, los vuelos, querrás decir.
-Sí, eso.
-Pues hazlo. A lo mejor así te aclaras un poco.
-Pues venga tijera: no comprendo la respiración.
-Coges aire y lo expulsas. Inhalas y exhalas: eso es todo.
-Eso no es explicar. Eso es una tautología. ¿Ves? Ahí quería yo llegar. En cuanto tratamos de comprender caemos en la tautología. Así no hay forma de entender nada.
-Podemos intentarlo.
-Intentar, intentar... Nos pasamos la vida intentando para nada.
-Te veo muy pesimista. Yo no creo que sea tan difícil definir la respiración. Tomas aire, lo llevas a los pulmones y lo arrojas por donde ha entrado.
-Eso no es definir, sino describir, echar mano de palabras huecas para explicar un hecho inexplicable. Porque empecemos por el aire, ¿qué es? Algo que no se ve. Me dirás que el humo se ve, pero está claro que el humo no es el aire, y si no, intenta respirar humo: te asfixias.
-No se ve pero se siente. Si te soplo ahora en un ojo lo cierras, ¿no?
-Sí, lo siento, pero el sentir es todavía más inexplicable que el respirar, así que no nos vayamos a la estratosfera. Sigamos en la atmósfera. Digo que vivimos porque respiramos, pero que no sabemos lo que respiramos.
-Oxígeno, eso está demostrado.
-Bueno, supongamos que la vida, reducida a respiración, sea tomar oxígeno de por ahí, llevarlo a los alvéolos y echarlo luego hacia la atmósfera un poco más sucio. ¿Pero sabes tú acaso qué es el oxígeno? No te pregunto ya de dónde ha salido ni por qué él, y no el azufre, por ejemplo, es la base de la vida. Yo te pregunto si entiendes qué es eso de un átomo de oxígeno.
-Eso está ya perfectamente estudiado por los atomistas. Hay electrones, y protones, y neutrones, y luego quarks: ahí se acaba todo.
-Y neutrinos y antimateria y materia oscura y energía oscura y millones de partículas sin identificar. Pero dejemos esto y vayamos a la partícula última, la mínima, sea como sea y haya las que haya. ¿De qué está compuesta? ¿Qué es en realidad?
-Eso todavía no se sabe, pero sabemos todo lo demás.
-No, no se sabe, sólo se verbaliza engarzando tautologías.
-¿Y tú lo sabes?
-Sí. Al final de todo no hay nada, la nada más absoluta que te puedas imaginar. Esto es impepinable, y no puede ser de otro modo, salvo que nuestra mente no sea más que un disparate. Sólo la nada más radical puede sostener el todo, porque si hubiera algo, ese algo tendría que ser explicado a su vez por otra cosa, y así hasta el infinito, lo que es un absurdo y un imposible. Esto tiene que ser categórica y necesariamente así, lo que pasa es que es esto justamente lo que no podremos, ni ahora ni nunca, comprender. Así que ya ves, después de un rodeo, hemos vuelto al principio, la tautología.
-Casi me convences.
-A mí me convenció antes Chuang Tse. Mira lo que escribió hace casi tres mil años: Lo que existe no puede hacer que existan las cosas. Todas ellas surgen de la no existencia.-Eso sí que es volver al principio, porque los chinos no conocían el microscopio de túnel.
-Ni el acelerador de partículas, que no es más que meter un trozo de vacío en un tubo larguísimo para que de esa nada salte una chispa.
-Sorprende que, por caminos tan distintos, se llegue al mismo sitio.
-En el centro de nuestro corazón tenemos un agujero negro, hermano.
-O blanco, hermano, o blanco, quién sabe.
-Yo soy una tautología.
-Explícate.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Lo intentaré. Pues... soy un ser vivo que vive sin saber lo que es vivir.
-Dices que no sabes qué es vivir, pero sabes que estás vivo. No te entiendo.
-Yo tampoco.
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Cómo se puede vivir y no tener ni idea de lo que es vivir.
-Te refieres a la vida en sí, la biológica, porque este bisílabo abarca mucho.
-Sí, demasiado. A esas palabras tan grandes había que cortarles un poco los humos.
-Las alas, los vuelos, querrás decir.
-Sí, eso.
-Pues hazlo. A lo mejor así te aclaras un poco.
-Pues venga tijera: no comprendo la respiración.
-Coges aire y lo expulsas. Inhalas y exhalas: eso es todo.
-Eso no es explicar. Eso es una tautología. ¿Ves? Ahí quería yo llegar. En cuanto tratamos de comprender caemos en la tautología. Así no hay forma de entender nada.
-Podemos intentarlo.
-Intentar, intentar... Nos pasamos la vida intentando para nada.
-Te veo muy pesimista. Yo no creo que sea tan difícil definir la respiración. Tomas aire, lo llevas a los pulmones y lo arrojas por donde ha entrado.
-Eso no es definir, sino describir, echar mano de palabras huecas para explicar un hecho inexplicable. Porque empecemos por el aire, ¿qué es? Algo que no se ve. Me dirás que el humo se ve, pero está claro que el humo no es el aire, y si no, intenta respirar humo: te asfixias.
-No se ve pero se siente. Si te soplo ahora en un ojo lo cierras, ¿no?
-Sí, lo siento, pero el sentir es todavía más inexplicable que el respirar, así que no nos vayamos a la estratosfera. Sigamos en la atmósfera. Digo que vivimos porque respiramos, pero que no sabemos lo que respiramos.
-Oxígeno, eso está demostrado.
-Bueno, supongamos que la vida, reducida a respiración, sea tomar oxígeno de por ahí, llevarlo a los alvéolos y echarlo luego hacia la atmósfera un poco más sucio. ¿Pero sabes tú acaso qué es el oxígeno? No te pregunto ya de dónde ha salido ni por qué él, y no el azufre, por ejemplo, es la base de la vida. Yo te pregunto si entiendes qué es eso de un átomo de oxígeno.
-Eso está ya perfectamente estudiado por los atomistas. Hay electrones, y protones, y neutrones, y luego quarks: ahí se acaba todo.
-Y neutrinos y antimateria y materia oscura y energía oscura y millones de partículas sin identificar. Pero dejemos esto y vayamos a la partícula última, la mínima, sea como sea y haya las que haya. ¿De qué está compuesta? ¿Qué es en realidad?
-Eso todavía no se sabe, pero sabemos todo lo demás.
-No, no se sabe, sólo se verbaliza engarzando tautologías.
-¿Y tú lo sabes?
-Sí. Al final de todo no hay nada, la nada más absoluta que te puedas imaginar. Esto es impepinable, y no puede ser de otro modo, salvo que nuestra mente no sea más que un disparate. Sólo la nada más radical puede sostener el todo, porque si hubiera algo, ese algo tendría que ser explicado a su vez por otra cosa, y así hasta el infinito, lo que es un absurdo y un imposible. Esto tiene que ser categórica y necesariamente así, lo que pasa es que es esto justamente lo que no podremos, ni ahora ni nunca, comprender. Así que ya ves, después de un rodeo, hemos vuelto al principio, la tautología.
-Casi me convences.
-A mí me convenció antes Chuang Tse. Mira lo que escribió hace casi tres mil años: Lo que existe no puede hacer que existan las cosas. Todas ellas surgen de la no existencia.-Eso sí que es volver al principio, porque los chinos no conocían el microscopio de túnel.
-Ni el acelerador de partículas, que no es más que meter un trozo de vacío en un tubo larguísimo para que de esa nada salte una chispa.
-Sorprende que, por caminos tan distintos, se llegue al mismo sitio.
-En el centro de nuestro corazón tenemos un agujero negro, hermano.
-O blanco, hermano, o blanco, quién sabe.
1 comentario:
Para poder llenar un vaso es necesario que, previamente, esté vacío
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