Entre
los sabios consejos que Cervantes nos ofrece, he encontrado hoy uno que me ha parecido de interés para
todos los que, de modo aficionado o profesional, nos dedicamos a
escribir y publicar. Se encuentra en el prólogo a La Galatea y
se refiere a las dudas que un escritor puede tener a la hora de
publicar un libro. Pues ni “excesiva ligereza” ni “escrupulosa
tardanza”. Ni precipitarse “deseando comunicar el talento que del
cielo ha recibido”, ni “de puro escrupuloso” no “contentarse
nunca de lo que hace”, “teniendo sólo por acertado lo que no
alcanza”. El equilibrio se logra cuando se deja de pensar sólo
en uno mismo, ya que se escribe siempre para los otros, nunca sólo
“para el propio gusto”.
“Yo,
no porque tenga razón para ser confiado, he dado muestras de
atrevido en la publicación de este libro, sino porque no sabría
determinarme, de estos dos inconvenientes, cuál sea el mayor: o el
de quien con ligereza, deseando comunicar el talento que del cielo ha
recibido, temprano se aventura a ofrecer los frutos de su ingenio a
su patria y amigos, o el que, de puro escrupuloso, perezoso y tardío,
jamás acabando de contentarse de lo que hace y entiende, teniendo
sólo por acertado lo que no alcanza, nunca se determina a descubrir
y comunicar sus escritos. De manera que, así como la osadía y
confianza del uno podría condenarse por la licencia demasiada, que
con seguridad se concede, asimismo el recelo y la tardanza del otro
es vicioso, pues tarde o nunca aprovecha con el fruto de su ingenio y
estudio a los que esperan y desean ayudas y ejemplos semejantes para
pasar adelante en sus ejercicios. Huyendo de estos dos
inconvenientes, no he publicado antes de ahora este libro, ni tampoco
quise tenerle para mí solo más tiempo guardado, pues para más que
para mi gusto solo le compuso mi entendimiento”.
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