La
autoedición no es un fenómeno nuevo: ya existía en tiempos de
Cervantes. En el
Quijote encontramos
un pasaje que tiene hoy plena vigencia.
Cervantes
nos cuenta la visita de don Quijote a una imprenta de Barcelona,
donde se encuentra con un autor y entabla con él una conversación
en la que nos aclara que los libros se imprimen “por cuenta del
autor” o “vendiendo el privilegio a algún librero”, o sea,
editor.
Cervantes ironiza sobre las fantasías del autor que se
“autoedita”: “Por
mi cuenta lo imprimo -respondió el autor- y pienso ganar mil
ducados, por lo menos, con esta primera impresión”,
que es “de
dos mil cuerpos (ejemplares)
y se han de despachar a seis reales cada uno en daca las pajas”
(o sea, que se los quitarán de las manos).
Don
Quijote le replica que hace muy mal las cuentas, pues “parece
que no sabe las entradas y salidas de los impresores y las
correspondencias que hay de unos a otros”,
es decir, que parece desconocer que entre impresores, editores y
libreros apañan y falsifican las cuentas, engañando así a los
autores.
Se
defiende entonces el autor con estas reveladoras palabras: “Pues,
¿qué? ¿Quiere vuestra merced que se lo dé a un librero que me dé
por el privilegio tres maravedís, y aun piensa que me hace merced en
dármelos?”
Cervantes
se burla de las fantasías del autor que se “autoedita”, al mismo tiempo que critica a libreros y editores. Nos
enteramos que la tirada de una edición en su época era de unos
2.000 ejemplares, algo que hoy incluso resulta casi inimaginable,
pues la edición de la mayoría de los libros no llega a 1000. La
cuentas del autor son teóricamente reales, pero sólo en el caso
de que vendiera esos 2000 ejemplares él directamente, sin
intermediarios, lo que resultaría, entonces y ahora, imposible (el
Quijote
se vendía 290 maravedís el ejemplar, y el cálculo de este autor es
de 204 maravedíes para cada ejemplar de su libro; una docena de
huevos valía entonces unos 63 maravedís, y un pollo, 55).
Nos dice que un librero le daría, si no lo autoeditara, 3 maravedís por la venta de cada
ejemplar, lo que es verdaderamente abusivo, aunque no sabemos si
exagera. De cualquier modo parece que el autor incluso cobraba menos
que hoy (máximo un 10%), lo que explica el que Cervantes, a pesar del éxito del Quijote y de las
Novelas ejemplares, siguiera sumido en la pobreza.
Todo,
más o menos, sigue ocurriendo hoy, con la diferencia de que hoy la
cultura escrita va camino del estercolero. Es otro de los objetivos de la
crisis en que nos han metido.
Hago estas reflexiones a propósito de mi intento de autoedición del libro "HUELLAS JUDÍAS Y LEONESAS EN EL QUIJOTE. REDESCUBRIR A CERVANTES"
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