Sostengo en mi libro HUELLAS JUDÍAS Y LEONESAS EN EL QUIJOTE que Cervantes necesariamente tuvo que conocer las montañas y la meseta de León, una zona que va desde los Ancares y la Cabrera hasta Tierra de Campos, pasando por Zamora. Para demostrar que conocía Zamora basta leer el pasaje en que don Quijote y Sancho cogen una barca y se dejan llevar por la corriente del río hasta unas aceñas y a punto están de ser atraparlos por uno de sus grandes rodeznos, que acaba destrozando la barca. Lea el lector sin prejuicios y observe la foto del río Duero a su paso por Zamora, con esas aceñas sobre el fondo de la ciudad. Si conoce las fértiles riberas del Duero o el Esla, ponga un poco de imaginación y entenderá la añoranza que siente don Quijote a verlas.
Dos días después que salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle fue gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la amenidad de sus riberas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales, cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos. (...)
Y dando un salto en él, siguiéndole Sancho, cortó el cordel, y el barco se fue apartando poco a poco de la ribera (...)
En esto, descubrieron unas grandes aceñas que en mitad del río estaban, y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a Sancho:- ¿Ves? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.
-¿Qué diablos de ciudad, fortaleza o castillo dice vuesa merced,señor? -dijo Sancho-. ¿No hecha de ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele trigo?
Aceñas de Zamora.
López Heptener, 1950.
Calla, Sancho -dijo don Quijote-, que aunque parecen aceñas no lo son, y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos.
(Don Quijote de la Mancha, II, cap. 29)
Cervantes escribe Ebro y Zaragoza pero en su mente está el Duero y Zamora (fonéticamente similares) con sus aceñas. Cervantes escribe partiendo de la realidad que conoce, sobre la que construye luego la ficción. Necesita referencias concretas para luego transformarlas, transmutarlas y trasponerlas de acuerdo con las necesidades del relato. Como don Quijote, para "encantarlas", las "trastrueca y muda", porque a esta altura del relato don Quijote ya no sufre alucinaciones, simplemente interpreta la realidad en función de sus deseos y su ansia de aventuras. Lo que nos interesa destacar es que Cervantes no inventa o fantasea primero, y luego escribe, sino al revés. Aunque hubiera pasado por Zaragoza a orillas del Duero, nunca habría visto allí aceñas. Molinos de agua sí, pero no aceñas, que son unos molinos harineros de agua que nunca han existido en el Duero y sí, y abundantes, en las aguas del Duero y sus afluentes, desde Tordesillas a Zamora, como hoy todavía podemos contemplar.
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