(Foto: S. Trancón)
El título: “Espanya
contra Catalunya, una mirada històrica”.
Subtítulo: “Espanya
contra España, o Catalunya contra Cataluña, una provocación
histriónica”.
Se
está “celebrando” en Barcelona un congreso o simposio bajo ese
título. Sus organizadores son el Centre d’Història Contemporània
de Catalunya (CHCC), organismo que depende del Departamento de
Presidencia de la Generalitat, y la Societat Catalana d’Estudis
Històrics (SCEH), integrada en el Institut d’Estudis Catalans
(IEC), institución subvencionada por la Generalitat desde el
restablecimiento de la autonomía en Cataluña. ¡Cuánta sigla,
cuánto pícaro y cuánto oportunista metido en el negocio
independentista! Porque esto cuesta dinero, y el dinero sale de las
arcas públicas. Arcas públicas que están vacías, pero que deben
de tener un doble fondo de reptiles del que se van sacando, como
conejitos blancos de una chistera, esos dineros escurridizos. Y
mientras tanto los hospitales, los colegios, las farmacias... Bueno,
pero dejemos esta manida consideración y vayamos al meollo.
Fíjate
en este detallito, amigo leyente o lector dilecto: Escriben “Espanya”
en lugar de “España”. Los mismos que nos han obligado estúpida
y oficialmente a escribir “Lleida” en lugar de “Lérida”,
esos mismos no respetan el “España” y lo catalanizan. Lo hacen
con una clara voluntad de desprecio lingüístico, pero no se dan
cuenta del fallo freudiano que encierra este intento de borrar la
existencia de España, incluso en la grafía: la catalanizan.
Pues
sí, efectivamente existe una Espanya a la que se quiere negar, pero
que acaba colándose por la puerta del inconsciente. En lenguaje más
castizo: dime lo que rechazas y te diré quién eres. Dime lo que
obsesiva y compulsivamente niegas y tratas de destruir, y te diré lo
que inconscientemente admiras; porque no puedes dejar ser el que
eres. Puedes negar al padre, a la madre e incluso a tus hijos, pero
seguirás teniendo un padre, una madre y unos hijos. Puedes
cambiarles de nombre, incluso hacerles la cirugía estética y
ponerles otra cara, hasta colocarles la nariz en el cogote y
transformarlos en fantoches, pero seguirán ahí, vinculados a ti,
convertidos en una pesadilla.
Digo
que Espanya existe en Catalunya, lo mismo que Cataluña en España.
El empeño de esos seudohistoriadores, disfrazados grotescamente de
expertos, propagandistas fulleros y peligrosamente engreídos, pone
de manifiesto un problema que entra dentro de la psicopatología
individual y colectiva: se explica mejor desde el mecanismo freudiano
de la negación/denegacion,
que
desde inútiles esfuerzos documentales o históricos. Se trataría de
analizar e interpretar complejos emocionales que afectan tanto a
experiencias individuales como a sentimientos colectivos. Lo nuevo es
la capacidad que tienen hoy los medios masivos de propaganda de
convertir la patología individual en psicopatología colectiva.
Están en ese empeño y no lo minusvaloremos, lo pueden conseguir. El
nazismo era un delirio, pero arrastró a millones de seguidores. La
gracia acabó con más de 40 millones de muertos.
Pretender
desenmascarar esta mascarada con argumentos históricos y raciones es
inútil. Ya lo dijo el portavoz de este conciliábulo: el título
“es
una realidad absolutamente incontestable”.
Al fanatismo le gustan las frases rotundas. Pero no entremos al
trapo, no intentemos rebatir todas y cada una de las mentiras
insultantes, ofensivas y provocadores que saldrán de boca de los
ponentes, emulándose unos a otros para mostrar quién es más
atrevido. Ocurre con esto como con la paranoia de las conspiraciones.
Cuanto más absurdas, más eficaces. La fe, cuanto más irracional,
indemostrable e inconcebible, mejor, mayor consuelo otorga a sus
creyentes, porque tiene más mérito convertirse en sus seguidores.
Sólo
me queda añadir una pequeña postdata: ¡cómo me cabrea que con el
dinero de mis impuestos estos vividores e intoxicadores monten su
sarao ultranacionalista! Eso sí que es robar. Si se lo pagaran de su
butxaca,
pues allá ellos. Pero su amor a la patria parece que no llega a
tanto.
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