Intervención
del Premio Cervantes Antonio Gamoneda en la presentación del libro
“Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a
Cervantes”, el 26 de marzo de 2014 en el Instituto Leonés de
Cultura.
Estoy
aquí por razones de amistad, y por voluntad y homenaje a la inquieta
y alta personalidad creativa de Santiago Trancón, pero también para
declarar mi interés por sus razonables hipótesis relacionadas con
las huellas judías y leonesas en el
Quijote. Huellas más
gratamente atractivas con relación al mismísimo Cervantes. No voy a
hacer una presentación al uso del libro de Santiago, algo que
realizará luego Pedro Trapiello, pero sí voy a decir algo que me
concierne, que me parece importante y que me acerca a las ya dichas
razonables hipótesis de Trancón.
En
otra ocasión, con seria responsabilidad, dije algo que de modo
abreviado quiero repetir hoy y aquí: Sería simpleza inaceptable
afirmar que en el Quijote
no hay un trasunto, una creación autorreferente del propio
Cervantes. Las pruebas están ahí y no hay más que verlas. El
Quijote es una emanación
de la vida, repito y subrayo ahora, una emanación de la vida de don
Miguel. Don Quijote no es sólo imaginación. Don Quijote es don
Miguel. Las locuras de don Quijote son representación de la
conciencia, del pensamiento de don Miguel. Cervantes, para sobrevivir
malamente, tenía que ofrecerse a la muerte. Vender su sangre en el
mercado de las grandes empresas, negociadas a la contra entre los
poderosos; practicar incluso dudosas prácticas, soportar los
insultos de Lope de Vega, que al parecer fue su casero; pasar por el
comercio (no sé hasta dónde disimulado) que de su cuerpo tuvieron
que hacer sus hermanas. Cervantes era pobre. Cervantes era un
oprimido, un creador oprimido.
En
las locuras de don Quijote hay una constante. Don Quijote, o don
Miguel, ignorando cualquier estatuto, da cuenta de la dialéctica
universal y encontrada entre los fuertes, los ricos, los poderosos,
sean éstos molinos de viento, alguaciles, duques... La dialéctica
entre esos poderosos y los débiles, los pobres, los maltratados...,
sean éstos pastorcillos apaleados, galeotes o villanos escarnecidos.
En cualquier caso don Quijote declara terminantemente su vocación:
“Aquí encaja la ejecución de mi oficio, deshacer fuerzas,
socorrer y acudir a los miserables”. Me pregunto, que si Cervantes
tuvo la vida que tuvo y don Quijote piensa y se esfuerza como lo
hace, ¿no está clara la correspondencia entre las circunstancias
existenciales de Cervantes y la locura rebelde y justiciera de don
Quijote? Las fantasías creadas, ¿no están expresando las dolorosas
verdades de su creador, sus necesidades y sus deseos?
Quiero
hacer dos citas breves iniciales y quizás subalternas en el conjunto
de la obra de Santiago. Escribe
Trancón que el Bachiller Sansón Carrasco, que bien lo conocía,
dice de don Quijote que “tiene la nariz aguileña y algo corva” y
es “de bigotes grandes”. Cervantes por su parte se describe a sí
mismo como “de rostro aguileño, nariz corva y bigotes grandes”.
La igualdad de los retratos es total. Trancón hace la cita para
presentar indicios de la presunta estirpe judía de Cervantes, pero
también para hacernos ver que Cervantes atribuye a don Quijote
idénticos rasgos tipificantes que a sí mismo. Tipificantes en el
pensamiento popular y amplio, si no etnológico o antropológico,
como es la configuración del rostro caracterizadamente judío. Esta
igualdad a mí me basta. Y les diré por qué. Me basta como indicador
sencillo, pero claro y hasta objetivo, de que Cervantes se identifica
con don Quijote, y que su obra es trasunto y emanación de su propia
vida. Son dos descripciones iguales referidas al rostro, pero que
están presuponiendo que para Cervantes don Quijote, su creación, es
necesariamente él mismo. Quizás Cervantes sabía poco de su propia
grandeza y la de don Quijote, pero en su imaginación traslada
poéticamente a su obra la propia dimensión de su vida. Porque el
Quijote
es un libro esencialmente poético, en el que está toda la poesía
del mundo.
Queriendo
o sin querer, Cervantes, en esta tipificación del rostro está
declarando que don Quijote es él y que don Quijote es una emanación
de su propia vida. Así que tienes razón Santiago, hay mucho que
desvelar de Cervantes y el
Quijote. Como
bien escribes,
“parece que ha llegado la hora de sacar a la luz algunas cosas
ocultas sobre la vida de nuestro escritor más insigne y que salga a
flote alguna verdad nueva sobre su obra, por encima del mar de
opiniones y comentarios, no siempre acertados, que desde hace
cuatrocientos años ha suscitado”.
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