Estamos viviendo en España un momento político crucial. La estructura y modelo de partidos favorece el arribismo de los más mediocres y ambiciosos, a los que aquí llamo necios.
(Fotos: Ángela T. Galisteo)
El
tiempo es el ahora, la percepción del ahora. Cuando se acumulan los acontecimientos
imprevistos, el tiempo se intensifica, acelera su ritmo. Sube la tensión, crece
la incertidumbre, empieza a extenderse y a contagiarse el miedo a “lo que pueda
suceder”. Hablamos de momento histórico, de hora crucial. Ya ha llegado. Podrá
durar diez años, pero ya hemos entrado en ese ahora convulso en que las
tensiones subterráneas anuncian un choque tectónico o una eclosión de fuego. En
contra de toda lógica, el anuncio del caos no ha dado paso a la responsabilidad
de los más sensatos, sino a la ambición de los necios. Aunque parezca mentira,
la hora de la verdad (la de la política) se ha convertido en la hora de los
necios. Fatalidad hispánica.
Es difícil
encontrar una hora en que tanto necio se haya encaramado a la cúspide acorazada
de los partidos con el propósito de asaltar o mantener el poder. A mayor
necedad, mayor obstinación. Hagamos un breve repaso. Dejemos a Mas y a su
sucesor, un pastelero que no fue capaz de acabar ni Filología Catalana.
Ahí
tenemos al líder del PP, que con la mayor mayoría absoluta imaginable, ni ha
suavizado los problemas de la economía, del paro, de la desigualdad, del
déficit y el estado del bienestar, ni ha hecho nada para frenar al
independentismo secesionista. La última prueba de su vacua necedad ha sido esa
conversación con el falso Puigdemont. Ya es grave que un Presidente no tenga un
filtro para saber quién le llama antes de ponerse al habla, pero peor aún que
al oír el nombre de Puigdemont le entre una especie de euforia campechana y
dicharachera, como si le llamara un colega de toda la vida. ¡Que está hablando con
un tipo que acaba de pasarse la Constitución por el Arco de Triunfo de Cataluña
y le considera a usted un facha invasor! Pues nada, te llamo mañana y nos vemos
cuando quieras, “President”.
Otro
tal es el líder del PSOE. Éste ha entrado en pleno desvarío. ¿Quién ha dicho que
un político no puede perder la cabeza? La egopatía no está reñida con la
necedad, ni la estulticia con la soberbia. Lo malo de un delirante
reconcentrado es que contagia a quienes tiene a su alrededor. Acabará con el
PSOE si no lo retiran a tiempo.
Otro
necio de tomo y tomillo es el caudillista de Podemos. Creerse muy listo, no
siéndolo ni pareciéndolo, es patético, mucho más si el engreimiento se une a la
cursilería y confunde astucia con inteligencia. Durante la campaña electoral se
autonombró Presidente mil veces, ahora se ha proclamado humildemente
Vicepresidente, pero advirtiendo a Pedro Sánchez que quien le nombrará
Presidente es él, la sonrisa del destino. Petulancia y chulería. Neofalangismo.
Lo
dicho y temido: es la hora de los necios, esa hora crítica marcada en el
calendario hispano y que nos toca padecer irremediablemente cada cierto tiempo,
como una maldición cíclica. Pero pasará. Afortunadamente, y más pronto que
tarde, habrá nuevas elecciones y ya nada seguirá igual: o nos precipitamos al abismo
guiados por los necios, o los arrojamos antes al vertedero.
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