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miércoles, 16 de noviembre de 2016

FOLOSOFÍA Y POLÍTICA


(Foto: S: Trancón)





Han desterrado la Filosofía del Bachillerato y la Universidad. Enorme, inconmensurable error. Es como prescindir de medio cerebro. Vivir es pensar. No hay vivir sin pensar. Nada más necesario en la vida que aprender a pensar, a disciplinar la mente, a focalizar la atención en las palabras, los conceptos, las ideas, los argumentos, las razones. Eso es la filosofía. Claro que se puede aprender a pensar sin estudiar filosofía, pero la filosofía ayuda especialmente, porque ese es su principal objeto: relacionar el pensar con el vivir. En ese cruce es en el que también podemos relacionar la filosofía con la política. Del mismo modo que la política no está separada de la vida, la filosofía no está separada de la política. Yo, al menos, no las separo, no puedo separarlas. Las distingo, pero no las separo ni opongo. Hay una secreta e invisible dimensión en la que pensamiento, vida y política se mezclan e intensifican.


Cuando medio salí de la adolescencia tuve la fortuna de leer a Carlos Castaneda, esa especie de chamán intelectual que ha sido tan confusamente entendido y valorado. De las muchas enseñanzas de don Juan recuerdo ahora una: no hay separación entre el nagual y el tonal, todo es el mismo misterio. Por ejemplo: somos mortales, limitados por el tiempo, pero vivimos rodeados por el infinito; somos finitos, encerrados en el espacio, pero nos rodea la eternidad. ¿Sirve esto de algo para la vida y para la política? ¿Puede alguien sentirse importante o superior a los demás si es consciente de su mortal finitud? ¡Si en esto somos todos iguales! Los afanes de la vida, las preocupaciones de cada día, todo eso que absorbe nuestra energía y atención, incluidas las miserias y grandezas de la política, son tan extrañas, fantásticas e incomprensibles como nuestro lugar en el mundo, nuestra relación con el infinito y la eternidad.


Pensar es limpiar la mente, despojarla de todos los chismes y cachivaches que acumulamos cada día. Estamos tan aturdidos, tan saturados de estímulos inútiles, que somos incapaces de pararnos a observar no sólo nuestros actos, sino nuestros pensamientos. Una parte importante de esa habitación o cueva platónica en la que vivimos encerrados (nuestra propia mente) está tan llena de trastos que otros nos meten dentro que ni siquiera nos damos cuenta. Los mensajes que recibimos, los bártulos que conservamos nos impiden abrir la ventana para observar y respirar eso que está ahí, ese misterio que nos rodea y de donde viene toda la energía que nos sostiene. Si no somos capaces de abandonar de vez en cuando ese refugio, esa choza que muchos confunden con un palacio, nunca seremos consciente de nuestros límites y de la radical inutilidad de todo cuanto hacemos frente a nuestro último destino, sea el que sea.


Pues sí, la filosofía ayuda a vivir, y nuestra vida, nuestros empeños cotidianos, por más que huyamos, lo neguemos o nos evadamos, está condicionada por la política. La política, para dignificarse, para nutrirse de energía y sentido, necesita de la filosofía, porque la política no puede estar separada de la vida. Dejar la política sólo en manos de los políticos es como renunciar a poner orden en nuestra casa, permitir que la invadan los okupas de nuestra mente. Ser dueños de nuestra vida nos obliga a tomar partido, a considerar la política como una prolongación inevitable de nuestra forma de vivir y pensar.


Necesitamos darle sentido a lo inexplicable, lo inesperado o lo incontrolado. Preferimos una mala explicación a ninguna. Preferimos una falsa promesa a carecer de toda esperanza. El grupo, sea como sea, siempre proporciona mayor seguridad que vivir aislado. Si un grupo nos ofrece protección, disculparemos todas sus ideas y actos. Sólo quien piensa libremente y por sí mismo es capaz de no caer en las trampas y manipulaciones de la política y los políticos. Frente a todo ello la mejor defensa y protección es el ejercicio de la razón, el pensamiento, la filosofía. Juzguen, desde este punto de vista, a todos los partidos. Y a todos los políticos. Aquello que defienden, ¿tiene algo que ver con la vida? ¿Y con la filosofía de la vida?     

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