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jueves, 12 de abril de 2018

LA CHAPUZA ALEMANA... Y ALGO MÁS


Hablemos claro: Alemania, ni es lo que creemos que es, ni lo parece. Hagamos una generalización abusiva, pero necesaria. No toda Alemania ni todos los alemanes. Digamos, la Alemania oficial, por un lado, y la Alemania oculta, por otro, que, en este caso, coinciden, así que me ahorro más atenuaciones retóricas. La chapuza jurídica que ha dejado en libertad a Puigdemont es esa evidencia que necesitábamos los germanoescépticos para poder soltar la lengua sin ser tildados de lo que sea. Digo chapuza, estropicio, bodrio, castaña, emplasto. Saltarán unos: no siendo jurista, ¿cómo te atreves? Pues atrévome porque soy ciudadano, y con sentido común, con elemental capacidad para razonar y no tragarme piedras de molino, por más tudescas que sean. Y porque otros, más expertos, como Sosa Wagner, vienen a decir lo mismo.

Basta leer el dictamen. Después de afirmar que no hay "alta traición" (¡vaya concepto jurídico!) porque no se cumple el requisito de "fuerza" o "violencia", aclara que sí la hubo, pero no la suficiente como para "doblegar la voluntad" del órgano constitucional contra el que se ejercía esa violencia. Hubo, pero no hubo (muerto, pero sólo un poquito): a esto se llama claridad, coherencia y seguridad jurídica. Y por si hay duda, insiste: “Es cierto que el señor Puigdemont, como iniciador y defensor de la implementación del referéndum, debe ser considerado responsable de los actos de violencia cometidos el día del referéndum. Sin embargo, esos actos de violencia, por su naturaleza, alcance y efecto, no fueron los adecuados para presionar lo suficiente al Gobierno como para que este se hubiera visto forzado a rendirse a las demandas de los perpetradores de la violencia”.

Es difícil encontrar mayor absurdo y descaro. O sea, que sólo hay rebelión o traición si el golpe triunfa, si se hace efectivo o irreversible. Hay que esperar a que triunfe para poder perseguirlo. Ahora se entiende por qué Hitler llegó a donde llegó. Pero el colmo es que va la ministra de Justicia, socialdemócrata, y remacha el clavo con este martillazo: "la sentencia es absolutamente correcta y la esperada", contradiciendo a su propio fiscal. Se atreve, además, a exigirle a España que el otro delito, el de "malversación", tiene que "aclararlo bien" para que se conceda la extradicción (y no "va a ser fácil"), porque si no, "se levantará la orden de detención y Puigdemont será un hombre libre en un país libre, la República Federal Alemana" (sic). Y para más escarnio, amenaza: "habrá que hablar también de los componentes políticos de este caso".

Después de repetir mil veces, a lo Pilatos, que el caso de Cataluña "es un asunto interno de España", y que la justicia actuaría con total independencia, va el gobierno alemán y se mete de hoz y coz y se pone a patear y pisotear y chapotear en el asunto y a sentenciar y contradecir, no a un juez regional como ese del impronunciable Schleswig-Holstein, sino a las más altas instancias judiciales de nuestro país, y a toda la labor policial y de escrupulosa acumulación de pruebas (más de 300) que muestran con todo detalle la violencia de los golpistas antes, durante y después del referéndum (y ahora mismo). No sólo no hacen caso a estas pruebas, es que ese tribunal de tercera ni se ha molestado en mirarlas, ni tampoco esa ministra impresentable (suficiente para declararla persona "non grata" e impedirle pisar suelo español, y menos de Mallorca).

No sólo se meten a sentenciar (sin juicio) lo que no es competencia suya, la validez de las pruebas presentadas por el juez Llarena, sino que ni se dignan conocerlas, lo que no les impide asegurar que "por su naturaleza, alcance y efecto" no son suficientes para constituir el delito reclamado. Imagine a un mecánico que, sin siquiera ver el coche, va y firma que debe ir al desguace, y con el conductor dentro, a ser posible. ¿Por qué lo hace?

Llegamos aquí al meollo del asunto. Sigamos con la metáfora cacharrera. El mecánico chapuzas actúa así porque se lo consienten y porque sabe que su sentencia coincide con lo que piensan sus jefes. ¿Y por qué actúan todos con tanto desprecio y arrogancia? Porque se creen y se sienten superiores. ¿Y de dónde les viene tan mostrenca altanería? Del fondo de la historia, del relato sostenido desde el siglo XVI en que media Europa se alimentó del rencor, la envidia, el resentimiento contra lo que fue el imperio español y hoy es España. Un imperio que nació cuando el Sacro Imperio Romano dejó de ser Germánico y pasó a ser Hispánico, ¡y con Carlos V! ¡Intolerable!, que esos piojosos españoles, descendientes de judíos, hayan logrado semejante hazaña y alcanzado tamaño poder... Y que hoy pretendan ser una nación democrática que se defiende de su propia destrucción... No, eso nunca, por Lutero.

¿Y el Gobierno? ¿Qué Gobierno, dónde, cuándo...? Ni está ni se le espera. Sí, dejemos a los tudescos con su togas y miserias y digamos con Quevedo "que ya los brindis del Tajo / no le deben nada al Rhin". Vayamos a lo importante: qué hemos hecho los españoles de hoy, herederos de los de antaño, para tener un Gobierno tan cobarde, mentecato, pusilánime y acomplejado como para no levantar la mirada del pesebre y decir que no es tolerable que una ministra de un país "amigo", que pertenece al mismo espacio democrático común, diga lo que ha dicho, que es de una hostilidad manifiesta y humillante; y que un juez regional decida lo que compete y afecta a la propia existencia de otra nación, España, poniendo la interpretación absurda de una norma interna por encima de la propia Constitución española.

Porque si es un asunto interno de España a qué viene esa ministra metepatas a meter la suya donde no debe; que si Europa es una espacio político y de derecho común, del que hemos eliminado las fronteras, a qué vienen estas fronteras jurídicas para proteger a forajidos antidemócratas, aliados de los neofascistas de Europa, alemanes, flamencos e italianos; que si no existe cooperación policial, jurídica y política, para qué carajo nos interesa Europa, etc.

La ceguera de Alemania es la ceguera de Europa, que no ha escarmentado de dos terribles guerras mundiales. Ceguera egoísta e hipócrita, porque nada de lo que defienden para los golpistas catalanes consentirían en su país, ni sabotajes, ni ataques violentos contra la policía, ni insultos y amenazas a los jueces, ni mucho menos la ruptura de su unidad territorial. Estamos volviendo a los años 30, pero peor, porque hoy los medios de aniquilación de la paz y la democracia son más profundos, invisibles y potencialmente destructivos. Y España parece que volverá a ser el laboratorio de ese infausto destino. El desmoronamiento interno y la pérdida de la unidad y la confianza no parecen sólo obra de nuestros errores. Nos llaman ignorantes y brutos porque les conviene, porque de ese modo se creen a salvo de su propia cretinez. Hablo de la Alemania oculta, la más peligrosa, pero también de un mundo cada día más convulso y menos predecible.

Lo peor de todo es que, en medio de la confusión, despreciemos las señales de alarma y caigamos en la tentación autodestructiva. Siempre habrá quien, entre nosotros, elevándose por encima de la "chusma" (en ella me incluyo), nos vendrá a dar lecciones de democracia. Ahí tenemos a dos ínclitos defensores del independentismo, disfrazado uno de magistrado y otro de catedrático de derecho, sentenciando: “Por encima de la ley está el principio de racionalidad jurídica. Es un valor superior del ordenamiento jurídico”. ¡Toma ya jurisprudencia! Lo ha dicho Martín Pallín, antiguo magistrado del Supremo.

Y el otro, por Pérez Royo conocido: este proceso “es nulo de pleno derecho", está “viciado” desde el principio porque la instrucción se ha hecho en base a un “delito imaginario”. “No hay rebelión”, insiste. “Es una barbaridad”, porque “se han vulnerado derechos fundamentales de personas que no deberían haber pisado la cárcel”. Bueno, puestos a pensar en sujetos peligrosos, quizás debiera existir una pena específica para evitar que personajes así predicaran sin consecuencia alguna tales memeces. Supongo que los separatistas se lo recompensarán, no será puro altruismo y amor a la verdad. Pienso lo mismo de algunos abducidos como el asturiano Luis Enrique, que ha descubierto que los catalanes "son la hostia", no como sus paisanos y el resto de españoles, más atrasados que un "caganer", digo yo, por buscar una comparación adecuada.

El nacionalseparatismo catalán es por naturaleza violento, usa todas las formas imaginables de violencia, desde la que se ejerce sobre los niños en la guardería para inculcarles el odio y el rechazo a España y a todo lo español, hasta el asalto a coches policiales, sabotajes en carreteras y vías del tren, agresiones, amenazas y coacciones a todos los disidentes. Que todo esto, la violencia visible e invisible de cada día en todos los espacios públicos, pero también privados; que todo se disfrace de democracia es el mayor escarnio y prueba del grado de imposición y control totalitario de una ideología a la que hemos de calificar sin reparos de neonazi y neofascista.

Nota final
He aquí lo que dice el artículo 81 de la Constitución alemana sobre la "alta traición":

“Quien intente con violencia o por medio de amenaza con violencia, 1) perjudicar la existencia de la República Federal de Alemania; 2) cambiar el orden constitucional que se basa en la Constitución de la República Federal de Alemania, será castigado con pena privativa de la libertad de por vida o con pena privativa de la libertad no inferior a 10 años”.

Hace poco, sentenció el TC sobre la pretensión de hacer un referéndum de independencia en el Estado de Baviera: "En la República Federal de Alemania, como estado nacional cuyo poder constituyente reside en el pueblo alemán, los estados federados no son dueños de la Constitución. No hay por lo tanto espacio para aspiraciones secesionistas de un estado federado en el marco de la Constitución. Violan el orden constitucional".

Pues eso.



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