MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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jueves, 21 de febrero de 2019

GORJERÍAS POLÍTICAS


(De gorjeo, canto de pájaro o gorgoritos de niño. En mala imitación de las greguerías ramonianas. También pudieran ser golferías).

Pedro I el Breve, cruel destino, no volverá a gobernar aunque lo sueñe Sonsoles y su perrita Turca, que ya se había acostumbrado a buscar ratones bajo las alfombras y la entrepierna de los sillones de la impostura. El que aspiró a agotar la paciencia de la legislatura, ceño adusto, ojos opacos e ira contenida, lo ha anunciado con énfasis afásico y cara en la que ni el maquillaje pudo ocultar los golpes del cincel, ¡oh la cruda y dura realidad! No volverá porque no podrá, y será como un desahucio exprés, tan larga la ambición y tan breve el placer.

Veo la cara de pájaro recién caído del nido del ministro astronauta, al que la piel casi no le llega al cuello, y tampoco él lo entiende, porque nada sabe de finanzas ni finiquitos. Y a la histeroide ministra presupuestaria precipitarse contra la nada después de aparecer sobre el cielo parlamentario como una ráfaga henchida de vacua arrogancia. ¿Y la cara desabrida de la ministra portavocera, podrá contorsionarse más? ¿Y qué pensará esa ministra de ojerones tiznados, cuyo nombre no recuerdo? ¿Y qué decir de la otra feministra, la lenguaraz, que se pasa del despectivo maricón a la obsesión trifálica, sin solución de continuidad freudiana?

Y no quisiera hablar mal de Borrell, tan borroso, tan esponjoso, tan relamido él cuando se tiene que mezclar o dirigir a la chusma que pide, no la cabeza, sino prisión justa para los agolpados, los asaltadores y salteadores de la casa común. El Borrell que ha envejecido por los ojos, que es donde más duele porque más se nota. Perder la mirada es andar perdido, metonimia de ida y vuelta, el contenido por el continente, el humo por la hoguera que se apaga. Le quedó un rescoldo de dignidad y no aplaudió la llegada del jefe derrotado, simulando tener ocupado el metacarpo con el móvil, esa escena de elocuente ridículo y rubor ajeno, la sala del Consejo de ministras y ministros palmeando (o palmipedando) el happy end.

No hablo, no escribo, son las imágenes amontonadas en la retina que pían como polluelos. Y veo a Felipe, físicamente mejorado, que dice cosas sensatísimas del sanchismo claudicante, pero hete aquí que pronto se arrepiente y da por bueno el reculeo atrabiliario de la ministra que ahora pinta calvo todo lo que ayer fue turbio, tanto que alarmó también a Guerra, mucho más creíble en su diatriba, quizás porque tiene menos vergüenzas pujolistas que ocultar. Pedrito, ¿quiénes, cómo y con qué te amenazaron, para que tan rápido hicieras como que no habías hecho?

¿Balance de estos nueve meses embarazosos? No, sino balanceo, vaivén a merced del viento, ahora para allá, ahora para acá, pero siempre anclado sobre el mismo punto, el de una egopatía tan simple como reconcomida. Por lo que un ministro y una ministra dimiten, otros se quedan, incluido el cabecilla de la trama impostora, primer plagiador del reino, primus inter pares. ¿Y la exhumación de la momia de Franco (no son sólo huesos, que está el general embalsamado), ese coitus interruptus, emblema de este gobierno gestante y gesticulador, que ha acabado pariendo un ratón?

Entretanto, dice el obispo sacristán Junqueras, orondo y lirondo, que él, el impulsor de las urnas funerarias, no ha querido destruir España porque la ama, y mucho. Y remata el otro, el del verdín en los dientes tarados, que la democracia está por encima de la ley, y esa es la doctrina fundante, fulminante y fulgurante del derecho inalienable de autodeterminación, o sea, de autodestrucción de lo único que hasta ahora es y ha sido, España, propiedad común de leoneses, catalanes y etcétera, todos iguales, por españoles, en derechos y deberes.

Y concluyo: Verde era el conejo blanco, roja la mirada de la hormiga, y negra la sangre azul de los cisnes. Que el color no existe sino en nuestro ojo, que todo lo pinta del color con que mira, así que este efímero gobierno será como un embarazo psicológico para los que creyeron en la fuerza genésica del aire. Yo, chamuscado como la jara en verano, compruebo una vez más que la política vive del delirio, y me admiro al comprobar lo difícil que es convencer a los creyentes de que llevan en la cabeza una bacía, no el yelmo de Mambrino. Bacía vacía, de la que deriva bacinilla. Malos tiempos para la próstata apostólica, que tocan a maitines y llegan los mítines. Y así hasta finales de mayo.

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