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miércoles, 23 de octubre de 2019

ESPAÑA SENTENCIADA

(Foto: Miguel del Hoyo)


Lo más sorprendente de la sentencia del TS contra los cabecillas de la rebelión separatista (jurídica, semántica y políticamente insostenible, condena absolviendo de hecho a los golpistas), es la confusión que ha sembrado entre los demócratas y constitucionalistas, que creen ver en la actitud de los siete magníficos del Supremo una defensa del Estado democrático y la España constitucional, el afianzamiento del imperio de la ley y un freno al independentismo. Lamento estar totalmente en desacuerdo. Esto sí que son ensoñaciones. Creo que lo último que debemos hacer los demócratas es engañarnos, buscar consuelo en imaginarias victorias. Encaremos, fratelli, la cruda y cruel realidad.

No se trata de ser aguafiestas porque sí, por manía, por obsesión. Es que la lectura atenta de la sentencia da pavor. Como ha dicho Peter Handke, reciente premio Nobel, "lo que pasa en Cataluña da miedo". Debe dárnoslo, y no sólo por lo que pueda pasar, sino por lo que ha pasado y lo que ya está pasando. Porque ya estamos en un camino sin retorno. Sin retorno a la paz, a la convivencia, al orden constitucional, a la restauración de la democracia. Como siempre que he aventurado un pronóstico sobre lo que iba a suceder en Cataluña, resulta que siempre ha sucedido, me doy a mí mismo la autoridad, no para vaticinar el futuro, sino para diagnosticar el presente, que ya lleva preñado en su seno el inmediato futuro.

Digo que no hay retorno, lo que significa que cuanto antes se deje la martingala del diálogo, eso de "volver a la política", como si todo lo que está sucediendo no fuera fruto de la política, aunque sea de una pésima política. Cuanto antes se desmantele esa falacia de que una cosa es la ley y la justicia, y otra la política, digo. Cuanto antes se encare el problema desde el único modo posible de resolverlo, que no es otro que el ejercicio legítimo e indispensable de la fuerza, de la imposición democrática del cumplimiento de la ley y el impedimento de la rebelión, de la insurrección que ya ha tomado casi todo el poder en Cataluña... Porque cada día que pasa sin hacer lo único que se puede y debe hacer, un paso que dan hacia adelante los separatistas, los golpistas, los neofascistas de la antorcha, el asalto incendiario de las calles, carreteras y vías del tren, aeropuertos, comisarías y furgones policiales.

Porque, como bien dijo el fiscal Javier Zaragoza, lo que aquí se ha sentenciado no es a Cataluña, sino a la democracia española. Si fuera sólo lo que Marchena y su excelsa pandilla ha dicho y sentenciado, el problema sería menor. Si sólo fuera un problema de desórdenes públicos y de "ensoñaciones", "ilusiones" y "quimeras", como literalmente afirma la sentencia, la preocupación sería menor. Pero es que la realidad de los hechos nada tiene que ver son esas interpretaciones estrafalarias, pusilánimes y acomodaticias de los señores magistrados.

Estos jueces interpretan los hechos (derogación de la Constitución, supresión de la monarquía, declaración de la independencia, imposición de una nueva legalidad, realización de un referéndum de secesión, utilización de los Mozos de Escuadra para facilitar este referéndum, incumplimiento de los mandatos judiciales, organización de concentraciones violentas, tumultuarias e intimidatorias, ataque a los cuerpos policiales, etc.), todos estos hechos promovidos desde las instituciones y usando el poder y el dinero público, todo esto, para estos jueces, no fueron más que "asonadas" (sic) que nada tienen que ver con el proceso golpista, con el proyecto de secesión, con la hoja de ruta trazada desde hace años. Los desgajan de su contexto y su sentido, su finalidad y objetivo, que no es otro que la independencia. Reducen todo a una maniobra de presión para dialogar. Esto es darle toda la razón a los golpistas, ponerse de su lado, aceptar sus mentiras, tragarse su vomitiva propaganda: somos demócratas, sólo pedimos dialogar democráticamente; como no nos hacen caso no tenemos más remedio de presionar.

Presionar, a esto se redujo todo. Y por si no se habían enterado los sublevados, el Tribunal les concede un nuevo derecho en el que hasta ahora nadie sabía que existía: "el derecho a presionar", una creación super-imaginativa que habrá que incorporar al Derecho. Este es el meollo del asunto: con estos supuestos el Tribunal debería haberlos absuelto. No me extraña que prospere un recurso basado precisamente en sus propios argumentos. ¡Y estas son las cabezas jurídicas, las eminencias, los cráneos superdotados de los que depende nuestra nación! Porque es la nación, España, lo que verdad está en juego, y ellos jugando a inventar crucigramas semánticos.

La mejor prueba de que esa sentencia no ha servido para sus fines (castigar el delito, disuadir de su repetición) es todo lo que está pasando ahora en Barcelona. Sus autores, no sólo no reconocen su culpa, sino que declaran que lo "volverán a hacer", y ya lo están cumpliendo: ellos y sus sustitutos incitan y organizan la nueva rebelión, ahora incendiando la calle y estableciendo el miedo y el terror como el arma última para derrotar al Estado. ¡Y los medios de comunicación colaborando! Les apedrean, acorralan, insultan, obligan a ir con casco, y ellos siguen hablando de "manifestantes", de movimiento mayoritariamente pacífico, del "derecho de manifestación", de "libertad de expresión"...

Nadie dice lo obvio: no son manifestaciones, ninguna concentración de estos días es legal, ninguna ha pedido el correspondiente y obligado permiso con unos responsables de la convocatoria, un horario y un trazado delimitado de la vía pública. No es una marcha pacífica ni legal el cortar vías, carreteras y autopistas, eso ya es en sí mismo un delito, ya es en sí mismo un acto violento, un uso de la violencia para negar a la mayoría su derecho a circular(acudir a su trabajo, a un hospital, al colegio, a ayudar a un familiar, a hacer lo que le dé la gana...) o a transportar pasajeros y mercancías (un bien común cuyo impedimento atenta contra el interés general). Derechos básicos que sólo se pueden conculcar con la declaración de un estado de sitio o excepción. Eso es sabotaje, y si un presidente como Torraforma parte de ese sabotaje ya ha cometido un gravísimo delito por ser, además, la mayor autoridad del Estado en su comunidad.

El que esto nadie lo diga y que los medios recojan sin réplica sus risueñas palabras de satisfacción "al ver a un pueblo pacíficamente defendiendo sus derechos", eso es tan aberrante que señala el grado de enajenación mental en que nos han sumergido los separatistas neofascistas y, sobre todo, los medios de comunicación y un gobierno de miserables y apocados, cuando no de colaboracionistas del golpismo institucionalizado. Porque la mayoría de estas concentraciones violentas y sabotajes están contando con la pasividad de los cuerpos de seguridad, cuando no de la colaboración de Mozos de Escuadra y Bomberos. Nadie lo quiere decir tampoco, pero hay imágenes insultantes, como el ver a una pandilla de adolescentes cortando la vía del tren delante de los Mozos, que son más de ellos en número, por ejemplo. La impunidad es el mayor aliciente para que la violencia vaya en aumento, como está sucediendo; es el peor método de apaciguamiento.

Hay que repetirlo, todo esto no es más que un golpe de Estado continuado, un "proceso golpista" que desde sus inicios no ha dado ni un solo paso atrás, y mucho menos con esta sentencia. Hay que estar ciego para no verlo. Los más obtusos siguen pensando que un golpe de Estado tiene que ser como el de Tejero o el de Pinochet, que si no es así no hay golpe de Estado. Ni siquiera han estudiado cómo Hitler llegó al poder.

Nunca lo que ha sucedido desde hace cuarenta años en Cataluña, que ha dado lugar al estado actual de rebelión e insurrección, nunca ha sido un problema de Cataluña, sino de España. ¿Hay alguno que todavía no se haya enterado?

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