MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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sábado, 19 de octubre de 2019

POST SENTENTIAM



Es inevitable. Hablemos de la sentencia. Nada más importante hoy. Nada más importante hoy que el post. Post partum, post coitum, post facio, post mortem. Ya vivimos en el post. ¿Y ahora qué?

Primero, la sentencia: meliflua, acomodaticia, farragosa hasta encubrir y negar los hechos; no ya benevolente, sino jurídica, política y socialmente insultante. Ahora ya puedo decirlo: nunca fui admirador de Marchena, al que los mismos que ahora se lamentan de la sentencia lo pusieron en el Olimpo democrático. Pue no. Pues resulta que ha actuado más preocupado por su imagen que por ejercer su labor de juez sin parte. Ni siquiera se ha atrevido a impedir la aplicación del tercer grado antes de cumplida la mitad de la condena. ¿Resultado? Los condenados ya están prácticamente en la calle. Absolución de facto.

Todo esto no hay por dónde cogerlo, ni cogitarlo, ni regurgitarlo. No ha habido rebelión, sólo desórdenes públicos. La violencia no fue instrumental, no buscaba la secesión, sino sólo la negociación. Lo que ocurrió no fue nada, porque el "riesgo ha de ser real y no mera ensoñación o un artificio engañoso para movilizar a los ciudadanos", dicta la sentencia. Así que todo lo que ocurrió fue una ensoñación, una alucinación. Pero si fue un sueño, un delirio, ¿a qué viene el juzgarlo y condenarlo? Es la misma doctrina que la de aquellos jueces alemanes que dejaron libre a Puigdemont. La violencia no ha sido violencia, y, además, ha sido insuficiente. ¿Y derogar la Constitución, sustituir una legalidad por otra, proclamar la independencia, realizar un referéndum ilegal, atacar tumultuariamente a la policía y a los jueces...? Nada, ilusión.

"Los ilusionados ciudadanos que creían que un resultado positivo del llamado referéndum de autodeterminación conduciría al ansiado horizonte de una república soberana, desconocían que el derecho a decidir había mutado y se había convertido en un atípico derecho a presionar. Pese a ello, los acusados propiciaron un entramado jurídico paralelo al vigente y promovieron un referéndum carente de todas las garantías democráticas. Los ciudadanos fueron movilizados para demostrar que los jueces en Cataluña habían perdido su capacidad jurisdiccional y fueron, además, expuestos a la compulsión personal mediante la que el ordenamiento jurídico garantiza la ejecución de las decisiones judiciales". Pobres ciudadanos ilusionados, engañados por los políticos. No, esto no es una ilusión, ¡es la prosa de la sentencia!

Los "condenados" pasarán a depender de la Generalidad. Saldrán cuando quieran. Harán dentro y fuera lo que les dé la gana. Se les aplicará el tercer grado, el décimo o el grado cero. Serán homenajeados, nimbados. Tendrán la aureola de mártires. No devolverán nada del dinero malversado, robado, dedicado a la causa. El cumplimiento de las "condenas" dependerá de sus seguidores y defensores, los mismos que niegan que sean culpables de nada. Ya lo han hecho con Oriol Pujol. Y acabarán concediéndoles el indulto, al que llamarán amnistía.

Pero más me preocupa el post del post. Porque con esta sentencia ya pasamos directamente a la siguiente fase, la próxima estación, el próximo golpe-no-golpe, la fase de la reforma constitucional, del blindaje de competencias, de la plurinacionalidad, de la soberanía compartida, de la independencia-no-independencia. La España desguazada. La España de los jueces de la ensoñación, la España de los políticos del apaciguamiento.

Dijo al comienzo del juicio a estos golpistas (ahora ya será delito el llamarlos así) el fiscal Javier Zaragoza que ése era un juicio a la democracia española. ¡Y vaya si lo ha sido! Una democracia pusilánime, incapaz de defenderse de quienes la destruyen desde dentro. Juzgada y sentenciada como una democracia débil, acomplejada ante Europa, ante los separatistas, ante los privilegiados, ante los supremacistas, ante las oligarquías, el carlismo renovado y el neofalangismo nacionalista.

El problema ya no es sólo de los políticos y del poder desmesurado de los partidos, de la ley electoral que no se quiere reformar, del aberrante sistema autonómico, de la aceptación de las desigualdades. Hemos de añadir a todo esto el problema del poder judicial, un poder cada día más corrupto, dependiente y encamado con el poder político y económico, al que sirve porque ya forma parte de él. Todo este poder se pondrá manos a la obra para convencernos de que no hay otra salida que la claudicación ante el separatismo, entreguismo que camuflarán de acuerdo, convivencia, diálogo, democracia.

Esta sentencia, sí, inicia una nueva era. ¿De claudicación en claudicación, hasta la claudicación final? Costará mucho el impedirlo.

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