Así que completemos a Heráclito: todo cambia, pero siguiendo los vaivenes del más y el menos. Un movimiento va hacia la expansión y la multiplicación, y otro hacia la disminución y la desaparición. Más de algo implica menos de otra cosa. El misterio, lo que resulta muy difícil de comprobar, es la relación causal. Aquí es donde nos perdemos. ¿Hay alguna relación entre el aumento de osos asturianos y leoneses, y la disminución del número de niños? Yo fui niño montaraz, así que lamento más la ausencia de niños correteando como liebres, que la escasez de osos por los Picos de Europa. ¿Pero es lo uno incompatible con lo otro? ¿No se puede proteger a los osos y a los niños a la vez?
La insólita asociación de Peridis nos plantea dudas de calado metafísico: ¿Nos preocupan más los osos que los niños? ¿Estamos más dispuestos a proteger a los osos que a los niños? ¿Qué es más necesario para conservar la naturaleza, los niños o los osos? Y, dado que oso come a niño, y no niño a oso, si aumentan mucho los osos deberemos proteger a los niños de sus zarpas, que ellos no se plantean tanta duda moral. Así que la demasía de osos puede contribuir también al vacío demográfico. O a la crisis agrícola y ganadera, porque quien dice osos, ponga lobos, o conejos, o topillos, avispas velutinas o cotorras, que también son criaturas de Dios.
Donde aumentan las cacatúas argentinas disminuyen los gorriones nacionales: hete aquí uno de esos dilemas ecologistas que obligan a decisiones nada ecológicas. Es ahí donde yo quería llegar. Que sí, que estamos metidos en un buen lío, porque la naturaleza y, por extensión, el universo todo, no se atiene a ninguna moral ecologista. Su ecología es radical, inhumana, digamos. A los osos tanto les importa zamparse a ovejas descarriadas que a los niños que se escapan de casa. Al virus corona tanto le da atacar a Pedro Sánchez que a Ábalos, a Irene Montero que a Carmen Clavo, incluso que a Abascal o Inés Arrimadas (esto último sería estéticamente muy cruel).
¡Ah, el equilibrio! Me olvidaba. La homeostasis cósmica lo rige todo. Todo se autorregula de modo natural. ¿Pero sabe alguien cómo se puede autorregular algo a sí mismo si no lo "autorregulan" otros? No, lo único que vemos es que algo crece y estorba o impide a otro crecer y cuando la cosa se lía puede que la destrucción sea mutua o que uno gane. No existe el irenismo cósmico. Las tormentas y huracanes no adoptan una perspectiva humana; y no entienden, por supuesto, de ideología de género.
Nos aterra cambiar la perspectiva humana y adoptar la perspectiva cósmica, pero en realidad estamos sometidos a las mismas leyes, a la misma acuciante lucha entre el más y el menos. Hasta comer vegetales es un acto de crueldad. La ciencia está descubriendo que incluso los árboles, las plantas, los cardos y las amapolas, sienten, tienen un sistema perceptivo y receptivo que es lo más parecido a nuestro sistema nervioso. Si nosotros tenemos conciencia, ¿por qué ellas no? Malísima noticia para los veganos.
¿Y si llevamos esta perspectiva a la política? Yo veo que, en el fondo, seguimos las mismas leyes implacables. Lo único que hacemos es disimularlo, encubrirlo. No podemos aceptar el hecho tremendo, crudelísimo, de que en el universo no existe nada parecido a la piedad, la compasión, la caridad, el heroísmo o el martirio, que eso es algo que nosotros nos hemos inventado para sobrevivir en un mundo que no lleva en su ADN ninguno de esos genes.
Bueno, me he despeñado, lo siento, así que aquí lo dejo. Puede que el fenómeno separatista o el de Sánchez, que tanto se parecen, sea algo tan natural como el coronavirus o el aumento de los osos palentinos. Pues habrá que adoptar una perspectiva cósmica si queremos sobrevivir.
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