lunes, 8 de febrero de 2010
RELATIVIDAD DEL LENGUAJE
Un periodista le preguntó una vez a Albert Einstein: ¿Me puede usted explicar la Ley de la Relatividad? Einstein le contestó: ¿Me puede usted explicar cómo se fríe un huevo? El periodista lo miró extrañado y le contestó: Pues sí, claro que puedo. Einstein le replicó: Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego...
¿Qué hay detrás de las palabras, del lenguaje?
Esta anécdota nos muestra con claridad que el lenguaje es una construcción imaginaria que compartimos con los demás.
Cada lengua construye de modo particular ese espacio imaginario común. Sin embargo, todas las lenguas comparten la mayoría de los conceptos básicos sobre la realidad. Por eso es posible comunicarnos con la mayoría de los seres humanos del planeta, a pesar de hablar lenguas diferentes.
El 90% de nuestra mente está formada por ideas e imágenes que compartimos con los otros. Nuestra mente es una mente socializada.
Pero existe una parte de nuestra visión y comprensión del mundo que no está socializada (un 10%, digamos). Es nuestro patrimonio individual.
Cuanto menos socializada esté nuestra mente, cuanto mayor espacio ocupen en ella las ideas no comunes, los tópicos, los prejuicios, lo conocido, mayor capacidad creativa.
Digamos que yo no puedo compartir un 10% con la mente de Einstein, (no sería capaz de freír un huevo matemático con la sartén de la teoría de la relatividad). Pero quizás él no podría compartir conmigo un poema de Góngora.
El lenguaje nos une, pero deja suficiente espacio para la diferencia. El lenguaje es relativo. Siempre hay un espacio para la experiencia personal e intransferible. Para la creatividad.
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