Mi
amigo Evelio tiene alrededor de su casa un jardín y un pequeño huerto con
árboles. Lo cuida y cultiva sin usar ningún tipo de insecticida o pesticida. La
naturaleza crece allí libre y espontánea, lo que explica, me dice mi amigo, que
acudan a sus árboles y yerbas pájaros, reptiles e insectos de todo tipo. Tiene
un gato que se ha convertido en un depredador muy valioso. Caza saltamontes,
avispas y ratoncillos con una agilidad y eficacia asombrosas.
Un día mi amigo descubrió que su gato había recibido un
disparo que le dejó un balín incrustado bajo la piel. Esa misma noche soñó que
su gato estaba a punto de morirse. Le habían colocado una especie de bozal que
lo estaba ahogando. En medio de la angustia de ese sueño sintió que algo le
rozaba la planta del pie. Se despertó y vio, todavía sumergido en la viveza del
sueño, cómo su gato ronroneaba y le mordisqueaba los dedos. Jamás su gato había
entrado en su dormitorio y menos para subirse encima de su cama y rasguñarle
los pies. Que lo hiciera a media noche, y justo cuando intentaba salvarle en
sueños, fue algo que le dejó tan sorprendido como si hubiera entrado de repente
en otro mundo.
En realidad sí que había entrado en otro mundo: el mundo de
los gatos. La puerta por la que penetró fue el sueño. Un sueño vívido y muy
realista, tanto que pasó, sin solución de continuidad, del sueño a la realidad.
Cogió al felino y lo llevó a la cocina donde tenía su cuenco lleno de comida y
agua. Pensó que tendría hambre o sed. El gato lo miró, dio un salto y se coló
por la ventana hacia el jardín. No, no tenía ni hambre ni sed, no era esa
la explicación de su insólita conducta.
Los perros nos protegen de ataques y agresiones físicas,
guardan nuestro territorio. Perciben nuestras emociones y sentimientos,
especialmente la alegría y el miedo. Los gatos, en cambio, nos protegen sobre
todo de ataques y agresiones psíquicas o energéticas. Los gatos están en este
mundo y en el otro a la vez, tienen conexión con una realidad paralela e invisible
en la que se adentran a través de sus propios sueños. Por eso se pasan tantas
horas dormitando, soñando semidespiertos.
El hombre ha necesitado, para sobrevivir, no sólo de los
perros, sino de los gatos. Necesitamos proteger nuestro cuerpo, pero también
nuestra mente. Necesitamos la salud y el bienestar corporal, pero también la energía
mental y la conciencia. Mi amigo y su gato conectaron su mente y su conciencia.
El gato le despertó para tranquilizarle, para sacarle de una pesadilla. Podemos
llegar a morir a causa de una pesadilla. La realidad tiene muchas veces el
poder maléfico de una pesadilla.
Los egipcios descubrieron hace casi 10.000 años que los
gatos eran su protectores. Por eso adoraban a una diosa gata: Bastet. Enterraban
a sus gatos como a seres sagrados. En Bubastis, ciudad de la diosa, había un
gran cementerio de gatos momificados. Los gatos eran mensajeros del más allá:
veían lo del otro lado; quizás por eso nos ayudan a salir de la zona oscura de los
sueños.
Ante tanta confusión política y social, ante tantas
amenazas, necesitemos hoy más que nunca del poder protector de los gatos,
que nos despierten y saquen de las más inquietantes pesadillas. ¿Quizás por eso
el número de gatos en nuestro planeta es tres veces mayor que el
número de perros? Nuestra mente es más frágil que nuestro cuerpo.
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