(Iré
publicando una serie de comentarios con motivo del IV Centenario de la muerte
de Cervantes. Notas que no incluí en mi libro Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes,
además de nuevas investigaciones y reflexiones. Este es mi particular homenaje al Centenario)
La Mancha y la mancha
“En
un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Esta frase inicial
ha determinado gran parte de la interpretación que se ha hecho del Quijote. Vamos a analizarla.
-Lo
primero que hemos de decir es que no sabemos si Cervantes escribió “la Mancha”
o “la mancha”, ya que en su época no era preceptivo usar la mayúscula para los
nombres propios. El impresor decidía. Así que Cervantes pudo referirse a la
pequeña región geográfica de la Mancha, entonces poco conocida, o a la mancha
judía, o sea, la mancha del pecado original que los judíos seguían teniendo por
no haberse limpiado o purificado mediante el bautismo cristiano. Los judíos,
por lo mismo, eran los manchados, y
vivían permanentemente en pecado. Manchado era sinónimo de sucio y todo lo que
conllevaba: maloliente, fétido, apestoso, marrano (término que en su momento
explicaremos), alguien del que había que apartarse.
-Cervantes
seguramente se refirió tanto a la Mancha geográfica como a la mancha judía. Una
le sirvió para encubrir o disimular la otra, pero no hasta el punto de impedir
que los lectores no entendieran su juego semántico y su intención.
-Basamos
esta afirmación en varios hechos. El primero es la existencia de un romance
publicado en el Romancero de 1600 y que Cervantes, lector ávido de romances,
conoció con toda seguridad. Este romance, conocido como El amante apaleado, comienza así:
Un lencero portugués
recién venido a Castilla,
más valiente que Roldán
y más galán que Macías,
en un lugar de la Mancha
que no le saldrá en su vida,
se enamoró muy de espacio
de una bella casadilla.
Vemos
aquí claramente usado el término “la mancha” en su doble sentido: el geográfico
(en un lugar de) y el de
identificación judía (que no le saldrá
en su vida). Que el octosílabo se repita literalmente al inicio del Quijote evidentemente no puede ser una
casualidad, así como su doble sentido. Lencero es tratante o vendedor de
lienzos, profesión muy frecuente entre los judíos portugueses.
-Como
ya expliqué en mi libro Huellas judías y
leonesas en el Quijote, en La pícara
Justina, otro libro que conoció Cervantes, se usa el término manchego como sinónimo de manchado. Se llama a Herodes manchego, los mismo que manchega es la
pluma que se enreda en un pelo y le mancha
el pliego en que escribe, e incluso la protagonista, que es de Mansilla de las
Mulas, se llama a sí misma manchega.
Por si fuera poco, el mismo Cervantes llama a don Quijote “furibundo león
manchado”, sin que tenga explicación alguna este manchado, cuando lo más esperado sería que le llamara manchego.
Todo
el libro, por tanto, aparece desde sus inicios envuelto en un juego de dobles
sentidos que Cervantes no revela de modo explícito, pero que tampoco oculta
hasta el punto de que no podamos descubrirlo.
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