La
doctrina oficial dice que nació en Alcalá de Henares en 1547. La principal
prueba es una partida de bautismo descubierta en 1752. Las dudas sobre la
fiabilidad de este documento, sin embargo, no han cesado desde que se dio a
conocer. La polémica se ha prolongado hasta hoy. Acabo de leer detenidamente un
libro de Emilio Maganto, editado por la Universidad de Alcalá, que pretende
zanjar definitivamente la discusión. No lo consigue, por más que trate a
quienes no compartimos su fe de charlatanes “movidos por oscuros y mezquinos
intereses”. Me incluye en un grupo imaginario, “el grupo sanabrés”, al que
acusa de “obcecación, vanidosa petulancia y temeridad ridícula”. “Con enorme
beligerancia y gran aparato propagandístico” dice que “vituperamos a las más
altas personalidades académicas”. Escribe que Sanabria es “una comarca
galaico-portuguesa”… Por supuesto, no ha leído mi libro (“Huellas judías y
leonesas en el Quijote”) al que cita dos veces como publicado en 2013, cuando
lo fue en 2014. Me recuerda a otro cervantino leonés (que tampoco ha leído mi
libro) que asegura que yo defiendo que Cervantes nació en Carbajal de la Legua…
Aclaro mi posición: yo no digo que Cervantes nació en
Alcalá o en Sanabria, sino que su familia “procedía” de las montañas de León.
No podemos ir más allá. No hay prueba alguna de que naciera en el pueblo de
Cervantes, pero tampoco de que la partida de Alcalá pertenezca a nuestro autor.
Los reiterativos, prolijos y confusos argumentos de Maganto siguen sin
confirmar lo principal: que en la partida alcalaína figure el nombre de
“Miguel”. Defiende tres cosas contradictorias: que el nombre aparece abreviado,
que se ha borrado y que se ha roto el papel donde estaba escrito. Reconoce que
la abreviatura es “an
ómala”,
contraria a los usos de la época, y que no figura en las otras 10 partidas del
libro en que aparece el nombre de Miguel. La explicación del “Carbantes” en
lugar de “Cervantes” es más peregrina: asegura que la “a” es una amalgama de
“e” y “r”. Respecto al apellido Saavedra, que nunca llevó su padre Rodrigo,
dice que Cervantes lo tomó del árabe “Shaiavedraa”, que significa manco o
tullido… porque “era muy aficionado a cristianizar nombres árabes en sus
obras”.
Yo lo único que defiendo es que no sabemos dónde nació
Cervantes y que nunca lo sabremos, entre otras cosas, porque él lo quiso
ocultar voluntariamente: “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Y lo hizo para
no revelar su origen judeo-leonés: “en las montañas de León tuvo principio mi
linaje”. No hay mejor explicación.
Cuando le preguntan por su patria, Rinconete responde a Monipodio:
“La patria no me parece de mucha importancia decirla, ni los padres tampoco”.
Monipodio asiente: “Es provechoso documento callar la patria, encubrir los
padres y mudar los propios nombres”. El licenciado Vidriera, cuando le
preguntan de dónde era, “respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado”.
Como sabía leer y escribir le replican que no será “por falta de memoria
habérsete olvidado el nombre de tu patria”. “Sea por lo que fuere –respondió el
muchacho-, que ni della ni del de mis padres sabrá ninguno”.
No reveló Cervantes su patria, pero dejó muchas pistas
sobre su “lugar” de origen, que muestra conocer muy bien: lenguaje, fauna,
flora, orografía, costumbres y modos de vida, etc. Todo lo que el mancheguismo
oficial ha tratado de borrar e ignorar con obstinado empeño.
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