En un artículo recién publicado en La Nueva Crónica acabé con la apelación genérica a “una verdadera
izquierda”. Muchos me han preguntado qué entiendo por “izquierda”. Nunca me vi en mayor aprieto, pero acepto reto. Es como si alguien se coloca en una mesa frente
a ti, te da una baraja y te dice, “pon una carta a la izquierda”, y tú le
preguntas: “sí, ¿pero a cuál izquierda?”, porque no es lo mismo tu izquierda
que la mía. Así que, aceptando que el observador condiciona lo observado, o
sea, que la posición subjetiva determina la percepción, voy a ello.
Primero: la distinción entre
izquierda y derecha es política e ideológica, y hace referencia tanto a ideas
como a actitudes y sentimientos. Conviene destacar esta doble condición, porque
muchas veces pueden no coincidir las ideas y palabras, con las actitudes y
comportamientos. Todos conocemos escandalosas discrepancias entre lo que se
dice y lo que se hace, y esto vale tanto para personas de derechas como de
izquierdas. Ahí están los papeles de Panamá, sin ir más lejos.
Segundo: la distinción izquierda/derecha
ha evolucionado subsumiendo otras dos anteriores, la del XIX entre
conservadores y liberales, y la marxista entre proletariado y burguesía. Hoy,
diluido el proletariado por la extensión de una amplia y variada clase media, y
muy desprestigiado el conservadurismo por reaccionario, las fronteras entre
derecha e izquierda no podemos hacerlas echando mano de estas categorías.
Tercero: conviene distinguir entre
la ideología política de los partidos y la identificación personal con un partido
determinado. Votar a un partido no significa identificarse necesariamente con
su ideología ni con el comportamiento de sus dirigentes. Es cierto que existen
muchos votantes que se identifican con un partido haga lo que haga y sea cual
sea la conducta de sus dirigentes. Son votantes creyentes que necesitan reconocerse
y ser reconocidos por su adhesión incondicional “a la causa”. Su fe
inquebrantable les exige ignorar cualquier dato que contradiga su militancia.
Es el caso de muchos votantes del PP (derecha) y de Podemos (izquierda),
inmunes a cualquier duda o crítica porque es su propia identidad lo que está en
juego.
Cuarto: es cierto que las fronteras entre
izquierda y derecha se han ido diluyendo hasta convertirse muchas veces en mero
reclamo político, un instrumento eficaz para enfrentar simbólicamente a dos
bandos irreconciliables, lo que refuerza los sentimientos de adhesión y
moviliza energías latentes de origen tribal y primitivo, siempre al acecho.
Cinco: dado que no es fácil borrar
estas categorías sin generar una mayor confusión, es más práctico mantenerlas y
definirlas mejor. Aunque de modo esquemático, he aquí algunas ideas que a mí me
sirven para definir a la izquierda:
-Ser consciente y sensible al dolor humano y la injusticia
y obrar en consecuencia, evitando causar dolor a nadie y combatiendo cualquier
injusticia.
-Defender el bien común o de la mayoría frente a los
intereses de cualquier minoría.
-Defender la libertad y los derechos individuales frente a los
privilegios colectivos o de grupo, sean territoriales, históricos o de clase.
-Poner por encima de cualquier otra identidad, la condición
de ciudadano como sujeto de derechos y deberes reconocidos en leyes
democráticas.
-No considerar las diferencias sociales (económicas y
culturales), ya sean individuales o de grupo, como una consecuencia inevitable
del determinismo biológico, el azar, la voluntad divina o el mero esfuerzo
individual, sino también como resultado de la dominación, la avaricia y la
explotación de los otros.
-No confundir la izquierda con el comunismo clásico ni con
el socialismo acomodaticio actual, pero tampoco con el populismo de raíz
totalitaria, ya sea nacionalista o izquierdista.
Es un breve resumen para animar a la reflexión.
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