Acaba
Antonio Colinas de publicar su último libro, “Memorias del estanque”. Es el 70
de su bio-bibliografía, el número cabalístico de la plenitud creadora. Sincronía perfecta entre el ciclo solar y la
gestación poética. Un libro que sitúa a Colinas entre los más destacados
escritores de nuestro tiempo. Un poeta al que podemos llamar, con pleno
sentido, universal, porque su escritura ha sabido, a partir de sus raíces,
proyectarse y difundirse por todo el mundo, desde Corea y China a Méjico,
Colombia o Canadá, pasando por Italia y toda Europa.
Ha recorrido Colinas el planeta de un extremo a otro llevando
la poesía a los rincones más insospechados, de las plazas a las cátedras
universitarias, de los bosques y montañas, a los teatros y cafés. No es una
metáfora. Este libro tiene la primera virtud de hacer visible esa geografía
universal por la que Colinas ha ido leyendo, recitando, explicando y
transmitiendo el sentido más profundo de su poesía: llegar a todos los lugares
para hacer sentir a todos los seres humanos el valor de la palabra, la
capacidad que la poesía posee para llevarnos hacia nosotros mismos en busca de
nuestra plenitud, la plenitud que nace de la conciencia de ser y el valor de la
vida.
También habla este libro de su geografía personal, de los
lugares en que ha vivido, trazando un círculo que ahora vuelve a su origen, a
su raíz, al centro: el lugar de su infancia. Escribe: “He sido en la vida lo
que he deseado ser”. Y aclara: “En la vida no he ido adonde he querido, sino
adonde la vida me ha llevado”. ¡Quién pudiera decir lo primero y aceptar y
entender lo segundo! De lo primero, de su insobornable voluntad y determinación
de ser lo que deseaba ser, tuve conocimiento y experiencia directa allá por los
años en que empezó a escribir y publicó su primer libro. Nunca he conocido a
nadie que tuviera más clara, y más pronto, su vocación literaria y poética. Fue
lo primero que me transmitió desde el momento en que nos conocimos. Creo que yo,
entonces, le transmití otra de las pasiones que compartimos: el afán de
conocimiento. Dice que siempre me recuerda con un libro en la mano.
He disfrutado y he vivido la lectura de este libro como una
experiencia única, la que nos lleva a descubrir la felicidad como “soledad,
serenidad, silencio”, “tres claves para la plenitud de ser”, “tres situaciones
o estados de ánimo (que) dan forma a algo más profundo que no puedo explicar”.
Eso inexplicable e inefable es la fusión de nuestro ser con la naturaleza, con
el todo, uno de los hilos de seda con que Colinas teje las páginas más íntimas
y fértiles de estas inclasificables Memorias.
Son Memorias poéticas, pero no por eso menos biográficas. Nos
hablan de la vida esencial, de la transformación interior, ese elevarnos hacia
la luz al descender hacia la profundidad de lo que somos. Deja de lado lo
superficial y anecdótico, eso que la mayoría de autores suele confundir con la
vida, convirtiendo el recuerdo en mero reflejo de sí mismos, no en una
reflexión sobre su lugar en el mundo y el sentido de su vida.
Pero también este libro es un bello “fruto” literario (no
“producto”, como él dice), una admirable creación artística, expresión pura de
la prosa poética, del cuidado y el amor a la palabra, depurada en su esencia
rítmica y seductora. No ha caído Colinas en la trampa cronológica, secuencial y
espacial de la narración, ha sabido trascender las limitaciones del tiempo y el
espacio para transmitirnos una profunda verdad: en nuestro interior, en nuestro
verdadero ser, todo está relacionado con todo, tiempo y espacio se funden. En
el c
írculo no hay antes y después, no hay cerca ni
lejos, el pasado es ahora, el aquí, allí. Estanque, lago, remanso, fuente: todo
nace del fluir del agua, que es la vida.
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