Es difícil hacerse una idea global de los mecanismos políticos y económicos que rigen el mundo. Ante la imposibilidad de tener una información fiable, es inevitable guiarse por inferencias y suposiciones. La irrupción de WikiLeaks es un hecho de incalculables consecuencias, pues viene a poner datos y nombres a la sospecha de que vivimos en un mundo lleno hasta la náusea de mentiras.
Hemos pasado así de la sospecha a la certeza. No es que conozcamos la verdad, pues sólo hemos tenido conocimiento de una pequeñísima parte del entramado de intereses, presiones y chantajes en los que basan los poderosos sus calculados programas de dominio, imposición y rapiña.
Ya son más de un millón de documentos, pero esto no es más una billonésima parte de lo que nos gustaría saber. Por ejemplo, no sólo lo que piensan y dicen los embajadores yankees, sino los de todo el mundo (incluido el Vaticano), o qué planifican y ejecutan los bancos, las grandes empresas, los lobbys, los partidos políticos… A juzgar por los ataques y la persecución universal que está sufriendo WikiLeaks, es esto lo que verdaderamente temen los gobiernos de todo tipo y signo.
Pero eso es justamente lo que nos interesa, lo que interesa al mundo. Pasar, de la sospecha, a la certidumbre, y de la certidumbre a la acción. A WikiLeaks le debería seguir una especie de WikiAction, una serie de propuestas universales y prácticas, acciones fáciles de llevar a cabo pero capaces de desencadenar un “contrapoder” a la dominación actual, a la tiranía global, que tan de manifiesto ha puesto la crisis (utilizada para esclavizarnos y degradarnos cada día un poquito más).
Yo no soy experto en este tipo de estrategias, pero si ha sido posible WikiLeaks, no me parece una utopía pensar que podría surgir una iniciativa práctica que pusiera patas arriba el orden (el desorden) mundial. El medio ya existe: Internet.
Entretanto, hay algunas revelaciones de WikiLeaks que han venido a confirmar alguna de mis reiteradas denuncias. Por ejemplo, contra los transgénicos. Ya sabemos hasta qué punto el Gobierno Español (con la ministra Garmendia a la cabeza) está repugnantemente comprometido con EEUU y la multinacional Montsanto y Syngenta para introducir su veneno en Europa. Digo veneno, sin atenuantes, que eso son, y no otra cosa, los transgénicos. Bastaría saber que los transgénicos son plantas infértiles, cuya semilla está en manos de sus promotores (a los que hay que comprarla) para escandalizarse y rebelarse contra esa dominación y dependencia.
Es muy interesante ver cómo se recurre a la manipulación del lenguaje para ganar esta guerra (“Si España cae, el resto de Europa seguirá”, dice el embajador). En lugar de transgénicos se habla de “biotecnología”, dando así a entender que los oponentes somos gente que va contra el progreso y los avances de la ciencia, que tanto están haciendo por el bienestar de la humanidad. Se insiste en que la “biotecnología” ayudará acabar con el hambre en el mundo, cuando sabemos que con los transgénicos está ocurriendo todo lo contrario, empobreciendo aún más a los países pobres y acabando con sus variedades tradicionales (la llamada biodiversidad).
(Es preciso insistir en que la introducción de genes de modo artificial nada tiene que ver con la selección natural que el hombre ha hecho a lo largo de la historia para favorecer a las plantas que mejor se adaptan a su entorno).
Que en España se cultive el 75% del maíz transgénico de la EU es algo intolerable. Que Cataluña (tan independentista) esté a la cabeza de este atropello es también sintomático.
Pero lo que más me ha alarmado ha sido la afirmación de un tal Josep Puxeu, secretario de estado del Medio Rural: "No quiero entrar en el terreno científico, pero tantos y tantos productos como el pan, las levaduras, los vinos, los quesos, la insulina de los diabéticos están elaborados con productos transgénicos, que parece que estuviéramos demonizando los avances de la biotecnología", declaró a EL PAÍS en abril de 2009. O sea, que ya tenemos transgénicos hasta en la sopa.
Pero todo este cambalache, esta vergonzosa imposición, ¿a cambio de qué? Aquí llegamos al meollo del asunto, porque, se presupone, esto es inevitable, es un mal necesario, y el arte de la política consiste en lograr contrapartidas beneficiosas para el país.
No podemos entrar en estas componendas. Frente a esos argumentos no hay otra salida que ser radical. Nunca el fin justifica los medios, ni hay contrapartida buena a cambio de aceptar algo intrínsecamente malo. Es simplemente un engaño. Puede ser beneficioso para unos pocos, pero nunca lo será para la mayoría. Con la misma lógica Aznar nos metió en una guerra que ha sembrado Irak de cadáveres.
Zapatero se saltó la lógica de estas componendas, pero ha sido incapaz de continuar por la misma senda. Sin duda está atrapado por ese juego suicida de partidas y contrapartidas, a las que WikiLeaks ha puesto titulares. No podemos exigir a nadie el heroísmo, pero yo creo que, ante esta fatalidad, sería verdaderamente higiénico y muy saludable que hablara sin miedo y se retirara, haciéndonos a todos más conscientes y responsables del mundo en que vivimos.
1 comentario:
Estoy muy de acuerdo con lo que dices sobre la necesidad de pasar a la acción, de hecho, hay muchísimas pequeñas iniciativas en diferentes ámbitos (banca ética, agricultura ecológica, moneda social,...). El tema de los transgénicos es imperdonable, si te interesa hace tiempo publiqué en mi blog un post sobre las relaciones de altos cargos del gobierno con empresas del sector.
Un saludo.
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