Cuando mi madre tenía siete años de edad, su madre enferma del corazón y muere. Se trasladaron entonces de Paskan a Bucarest. Un hermano de mi bisabuelo Isaac Goldstein, llamado Abraham, era un gran rabino, muy religioso y místico, que al final de su vida prometió ir andando desde Paskan a Jerusalén con más de 100 años, y lo cumplió. Al poco tiempo de llegar murió y está ahí enterrado, en Jerusalén. Este hombre era un santo, un grande en
Muchos años después, Abraham se fue un día a Bucarest, y mientras él está allí, una de sus hijas, Sara, se muere; tenía treinta y tantos años. Todo el mundo conocía la promesa. Los judíos entierran a sus muertos muy pronto, igual que los musulmanes. Así que el médico viene, le toma el pulso, está fría, está muerta. Le mandan un aviso a su padre, Abraham, para que venga rápidamente. Viaja toda la noche y llega por la mañana. Le dicen: Sara ha muerto. Él replica, no, no puede ser. Pero es lo que ha dicho el médico, tenemos que enterrarla. Todo esto me lo contó mi madre. Entra en la habitación, mira, ya estaba con la sábana tapándole la cara, y va entonces y le grita: ¡Súrale, Súrale, levántate!.. Y se levantó. Murió luego con más de 80 años. Todos los demás hijos pasaron de noventa…
Es una historia que me impresionó mucho de niño y me impresiona ahora. Estaba muerta de verdad, yo lo creo así. ¡Levántate, levántate!.. Mi madre me dice: No sabes de la familia de santos que vienes... Es verdad que esa parte de la familia de mi madre, los Goldstein, eran muy religiosos, muy metidos en el misticismo y
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