Hace tiempo me pidieron un poema para un festival de campaneros que se celebró en Tierra de Campos. El sonido de las campanas me lleva directamente a la infancia. Fui de niño monaguillo, y toqué muchas veces las campanas: a muerto, al rosario, a misa, a gloria, incluso a rebato... No se tocaba igual, por ejemplo, cuando moría un niño que cuando el entierro era el de un adulto. Las campanas eran más grandes que yo, pero era capaz de voltearlas. Subido a una viga, agarrándome a un clavo, las golpeaba con el pie empujándolas hasta que acababan girando a gran velocidad. A cada vuelta, un empujón. Al recordarlo siento cierto vértigo, pues las campanas colgaban arriba, sobre la espadaña de la iglesia, y era fácil resbalarse, caer y ser lanzado al cielo por la fuerza de la campana como un espantapájaros. Incluso la campana se podía salir del eje y acabar volando por los aires. Pero nunca tuve un accidente. Me fascinaba e hipnotizaba el eco, la vibración producida por los golpes del badajo. El badajo se une a la campana con la verga de un toro. Es el material que más resiste al roce constante de las vueltas de la campana. Este es un poema de encargo, y como tal escrito deprisa, sin pretensiones, pero creo que no está del todo mal.
La
campana es seno, útero del silencio,
bóveda
recogida en bronce,
temblor
que da a luz lo invisible
y
lo extiende por el aire.
Vago rumor que rasga el viento...
Vibración
inmóvil
que
condensa los latidos del mundo,
corazón
de la noche que al alba
golpea
su dolor contra un cielo
de
lejanos fulgores dormidos.
Repique
alegre que convoca
chillidos
de vencejos o voz funeral
que
repite, con honda lentitud,
la
fugacidad de la vida, el adiós definitivo.
Vago
rumor que rasga el viento...
En
lo alto de la torre, un volteo,
un
aspa que gira arrojando destellos,
granos de trigo que caen
como
nieve, como frutos, como fuego.
Borbotones
de un manantial profundo.
A
rebato, a gloria, contra la nube,
haciéndose
eco del lamento,
anunciando
la fiesta antigua,
abriendo
un hueco
que llega hasta el infinito.
Vago
rumor que rasga el viento...
1 comentario:
Me encantó el poema Santi, he disfrutado sintiendo y/o visualizando cada uno de sus versos.
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