MIS LIBROS (Para adquirir cualquiera de mis libros escribir a huellasjudias@gmail.com)

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miércoles, 16 de marzo de 2016

¿DE DÓNDE ERA CERVANTES?

(Foto: Ángela T. Galisteo)

La doctrina oficial dice que nació en Alcalá de Henares en 1547. La principal prueba es una partida de bautismo descubierta en 1752. Las dudas sobre la fiabilidad de este documento, sin embargo, no han cesado desde que se dio a conocer. La polémica se ha prolongado hasta hoy. Acabo de leer detenidamente un libro de Emilio Maganto, editado por la Universidad de Alcalá, que pretende zanjar definitivamente la discusión. No lo consigue, por más que trate a quienes no compartimos su fe de charlatanes “movidos por oscuros y mezquinos intereses”. Me incluye en un grupo imaginario, “el grupo sanabrés”, al que acusa de “obcecación, vanidosa petulancia y temeridad ridícula”. “Con enorme beligerancia y gran aparato propagandístico” dice que “vituperamos a las más altas personalidades académicas”. Escribe que Sanabria es “una comarca galaico-portuguesa”… Por supuesto, no ha leído mi libro (“Huellas judías y leonesas en el Quijote”) al que cita dos veces como publicado en 2013, cuando lo fue en 2014. Me recuerda a otro cervantino leonés (que tampoco ha leído mi libro) que asegura que yo defiendo que Cervantes nació en Carbajal de la Legua…
Aclaro mi posición: yo no digo que Cervantes nació en Alcalá o en Sanabria, sino que su familia “procedía” de las montañas de León. No podemos ir más allá. No hay prueba alguna de que naciera en el pueblo de Cervantes, pero tampoco de que la partida de Alcalá pertenezca a nuestro autor. Los reiterativos, prolijos y confusos argumentos de Maganto siguen sin confirmar lo principal: que en la partida alcalaína figure el nombre de “Miguel”. Defiende tres cosas contradictorias: que el nombre aparece abreviado, que se ha borrado y que se ha roto el papel donde estaba escrito. Reconoce que la abreviatura es “anma﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ue la abreviatura es "roto el papel por donde estaba el nombre. vantes.ómala”, contraria a los usos de la época, y que no figura en las otras 10 partidas del libro en que aparece el nombre de Miguel. La explicación del “Carbantes” en lugar de “Cervantes” es más peregrina: asegura que la “a” es una amalgama de “e” y “r”. Respecto al apellido Saavedra, que nunca llevó su padre Rodrigo, dice que Cervantes lo tomó del árabe “Shaiavedraa”, que significa manco o tullido… porque “era muy aficionado a cristianizar nombres árabes en sus obras”.
Yo lo único que defiendo es que no sabemos dónde nació Cervantes y que nunca lo sabremos, entre otras cosas, porque él lo quiso ocultar voluntariamente: “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Y lo hizo para no revelar su origen judeo-leonés: “en las montañas de León tuvo principio mi linaje”. No hay mejor explicación.
Cuando le preguntan por su patria, Rinconete responde a Monipodio: “La patria no me parece de mucha importancia decirla, ni los padres tampoco”. Monipodio asiente: “Es provechoso documento callar la patria, encubrir los padres y mudar los propios nombres”. El licenciado Vidriera, cuando le preguntan de dónde era, “respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado”. Como sabía leer y escribir le replican que no será “por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria”. “Sea por lo que fuere –respondió el muchacho-, que ni della ni del de mis padres sabrá ninguno”.

No reveló Cervantes su patria, pero dejó muchas pistas sobre su “lugar” de origen, que muestra conocer muy bien: lenguaje, fauna, flora, orografía, costumbres y modos de vida, etc. Todo lo que el mancheguismo oficial ha tratado de borrar e ignorar con obstinado empeño.

viernes, 4 de marzo de 2016

CLAVOS Y PECADOS (carta de un amigo)

(Foto: A. Galisteo)

Un amigo, Evelio Rivera, me envió esta carta a propósito de un cuento judío que publiqué aquí (ver más abajo) y que leyó en una pausa de su trabajo. Es un relato emocionante y lleno de sabiduría. Que este cuento judío lo conociera ya desde niño es una prueba de esa huella judía invisible que perdura aún en nuestra país.   

Buenas tardes, Santiago:

Es curioso que en medio de esta borrachera de números, me llegue un recuerdo que, como una marea fresca, tiene el poder de arrancar  las cifras del papel y llevárselas volando como gotas de betún. El cuento al que te refieres lo escuché en mi pueblo cuando era pequeño, pero los clavos se clavaban en la puerta cuando se cometían  pecados.  Podías arrancarlos después de confesarte; cuando conseguías el perdón, a pesar de ello, siempre quedaban las marcas, es decir, según entendía yo el cuento, Dios no te perdonaba completamente, quedaba un poso, un runrún en tu interior que se mantenía activo durante mucho tiempo, hasta que finalmente se apagaba el ímpetu de la zozobra que tal o cual cosa te había producido. Afortunadamente, yo era un niño bueno y no encontraba actos, palabras o pensamientos en los que pudiera reconocer un pecado, ni siquiera un pecadito,  cosa  que molestaba mucho al cura de mi pueblo, por lo que tenía que simular pecados, mentir descaradamente al cura en el confesionario, para que no se enfadara conmigo, así que me inventaba los pecados. No sabía yo entonces qué era un pecado, lo descubrí una luminosa mañana cuando abatí un pájaro que piaba sobre la rama del olmo que crecía imponente al costado de la carretera, cerca de mi casa. Como todos los niños de mi pueblo, me fabriqué un tirachinas, corté una pequeña rama de fresno y con un trozo de vidrio hice unas muescas en la madera para encajar las gomas, las cuales, supongo que las conseguí en un estercolero, tarea no exenta de riesgo porque había que rebuscar entre el estiércol de los animales, las latas oxidadas de las sardinas, los cristales de las botellas rotas que ya no servían para cambiarlas en la taberna, etc. Era muy de mañana, coloqué una piedra entre las gomas de mi tirachinas, las  estiré lo más que pude y apunté al pájaro. Jamás pensé que le acertaría, pero el caso es que cayó al suelo golpeado por la fuerza de la piedra. Asombrado me acerqué para ver cómo su pequeña lengua sobresalía levemente entre su pico abierto. Una ola de frío me erizó el pelo del cuello, el pájaro agonizaba, los estertores de su cuerpo, precursores de la muerte, me sobrecogieron, me sentí lleno de vileza. No consideré aquel acto como una proeza, muy al contrario, me sumió en una especie de letargo abarrotado de tristeza. Ese sí fue un gran pecado, nunca he olvidado aquel acto cruel. La brutalidad de un ser que usa su poder para aniquilar la inocente belleza de un pájaro cantado, llenando con hermosos trinos el silencio del claro azul, un azul casi zarco, hasta conseguir que el aire vibre y que violentamente yo golpeé cuando el canto de su última nota se enredaba acariciando las ramas del olmo.    

jueves, 18 de febrero de 2016

COMENTARIOS CERVANTINOS

(Foto: Ángela T.Galisteo)


(Iré publicando una serie de comentarios con motivo del IV Centenario de la muerte de Cervantes. Notas que no incluí en mi libro Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes, además de nuevas investigaciones y reflexiones. Este es mi particular homenaje al Centenario)


La Mancha y la mancha

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Esta frase inicial ha determinado gran parte de la interpretación que se ha hecho del Quijote. Vamos a analizarla.

-Lo primero que hemos de decir es que no sabemos si Cervantes escribió “la Mancha” o “la mancha”, ya que en su época no era preceptivo usar la mayúscula para los nombres propios. El impresor decidía. Así que Cervantes pudo referirse a la pequeña región geográfica de la Mancha, entonces poco conocida, o a la mancha judía, o sea, la mancha del pecado original que los judíos seguían teniendo por no haberse limpiado o purificado mediante el bautismo cristiano. Los judíos, por lo mismo, eran los manchados, y vivían permanentemente en pecado. Manchado era sinónimo de sucio y todo lo que conllevaba: maloliente, fétido, apestoso, marrano (término que en su momento explicaremos), alguien del que había que apartarse.

-Cervantes seguramente se refirió tanto a la Mancha geográfica como a la mancha judía. Una le sirvió para encubrir o disimular la otra, pero no hasta el punto de impedir que los lectores no entendieran su juego semántico y su intención.

-Basamos esta afirmación en varios hechos. El primero es la existencia de un romance publicado en el Romancero de 1600 y que Cervantes, lector ávido de romances, conoció con toda seguridad. Este romance, conocido como El amante apaleado, comienza así:

            Un lencero portugués
            recién venido a Castilla,
            más valiente que Roldán
            y más galán que Macías,
            en un lugar de la Mancha
            que no le saldrá en su vida,
            se enamoró muy de espacio
            de una bella casadilla.

Vemos aquí claramente usado el término “la mancha” en su doble sentido: el geográfico (en un lugar de) y el de identificación judía (que no le saldrá en su vida). Que el octosílabo se repita literalmente al inicio del Quijote evidentemente no puede ser una casualidad, así como su doble sentido. Lencero es tratante o vendedor de lienzos, profesión muy frecuente entre los judíos portugueses.

-Como ya expliqué en mi libro Huellas judías y leonesas en el Quijote, en La pícara Justina, otro libro que conoció Cervantes, se usa el término manchego como sinónimo de manchado. Se llama a Herodes manchego, los mismo que manchega es la pluma que se enreda en un pelo y le mancha el pliego en que escribe, e incluso la protagonista, que es de Mansilla de las Mulas, se llama a sí misma manchega. Por si fuera poco, el mismo Cervantes llama a don Quijote “furibundo león manchado”, sin que tenga explicación alguna este manchado, cuando lo más esperado sería que le llamara manchego.


Todo el libro, por tanto, aparece desde sus inicios envuelto en un juego de dobles sentidos que Cervantes no revela de modo explícito, pero que tampoco oculta hasta el punto de que no podamos descubrirlo.  

jueves, 4 de febrero de 2016

LA MUERTE (CIVIL) DE CERVANTES

(Foto: Ángela T. Gañisteo)

Muerte civil: condenar a alguien al ostracismo, al desprecio y el olvido cuando aún está en vida. Pero hay también una muerte civil póstuma. Se puede seguir matando a alguien después de muerto. Rematarlo. A Cervantes lo condenaron a la muerte civil literaria en vida, Lope y los lopistas a la cabeza. Por envidia, por judeoconverso, porque no se arrimó a ninguna camarilla ni mendigó el elogio interesado de nadie. Pero peor ha sido su muerte póstuma. Tuvieron que ser los ingleses, y luego los alemanes, quienes lo resucitaran. Gracias a ellos se ha convertido en el escritor más importante de la historia. Se le añade Shakespeare, con la diferencia de que El Quijote lo sigue leyendo todo el mundo, lo que no ocurre con Shakespeare. Oficialmente aquí, sin embargo, Cervantes sigue siendo un proscrito, él y su obra, por más premios, alharacas y aspavientos con que se pronuncie su nombre.
La prueba más vergonzante es el interés que ha suscitado el IV centenario de su muerte. Todavía ni sabemos qué es lo que el Ministerio de Cultura ha programado. El español más universal, el más conocido, no despierta atención alguna por parte de un Gobierno que ha despreciado tanto a la cultura que sólo por este mérito debería desaparecer de escena. Pero quizás sea más irritante ver cómo se justifica este desdén, esta incuria, esta injuria, este menosprecio.
José Pascual Marco es Director General de Política e Industrias Culturales y del Libro. ¡De Industrias Culturales! Pues ha dicho que hay 131 actos programados pero que no los podemos conocer por “no estar aún abierta al público ni preparada la página web específica”. Más alucinógenas han sido las explicaciones del secretario de Estado de Cultura, J. M. Lassalle. Dice que no se ha querido “politizar la figura de Cervantes”. ¿Politizar? ¿A qué  se refiere? Traduzco: Que no se ha querido “provocar” a los nacionalistas, en especial a los catalanes. Esta reserva eufemística encierra una cobardía deleznable: Cervantes es España. Celebrarlo, exaltarlo, homenajearlo, es reconocer a España, al idioma español y, por lo mismo, a la realidad nacional española. ¡Eso es politizar a Cervantes! Así que mejor no hacer nada y disimular.
Prosigue: Que se ha huido de “una fasta conmemoración” y se ha sustituido el “modelo tradicional” por “un modelo más participativo, comunitario y deliberativo”, “más abierto y flexible”, “transversal, descentralizado y democrático”, “innovador, libre y sin jerarquías”. Frente a los británicos con Shakespeare, “hemos optado por algo más moderno”, “una nueva fórmula y filosofía de las conmemoraciones”. Ya ven, Lassalle se ha pasado a Podemos. ¡Cómo se contagia la nueva jerga! Añádanlo a lista de los necios... ¡Fasta conmemoración!...

 Cameron anunció a primeros de año que el centenario de Shakespeare se celebrará en 141 países. El Britsh Council organizará en España medio centenar de actos. En Oxford estudiarán la influencia de Cervantes en Shakespeare. Aquí van a dedicar (¡ya veremos a qué!) 3,5 millones. Colau se gastará la mitad de esa cantidad en realizar encuestas, y el juez le ha puesto 3 millones a Rus de fianza. ¡Comparen! Con que se dedicara el 1% de la última trama corrupta de Valencia nos conformaríamos.

sábado, 30 de enero de 2016

CLAVOS QUE DEJAN HUELLA (Cuento Judío)

(Foto: Ángela T. Galisteo)

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.
Un día descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.
Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta...
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta.. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves.
Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física"


(CUENTO JUDÍO tomado de Shirley Dobin Rosenthal)