Los
nacionalistas catalanes, con su agotador empeño en imponernos un referéndum
separatista, han logrado que una mayoría identifique referéndum con democracia.
Oponerse a su referéndum es ser un facha antidemócrata. La incapacidad para
contrarrestar una falacia tan corrosiva ha dado alas a los independentistas que
no cesan de repetir que el 80% de los catalanes exige ese referéndum. La
torpeza del Gobierno y de los demócratas para desmontar este falso argumento,
legitimador del proyecto secesionista, es una prueba de la indigencia
intelectual y la incapacidad moral y política de la mayoría de nuestros
dirigentes.
¿Es
tan difícil demostrar que el referéndum no es en sí mismo ningún instrumento
democrático, que los referendos no son ninguna prueba de democracia, que han
sido usados por todos los dictadores para legitimar su poder (Hitler, Franco,
Pinochet, Castro…), que para ser aceptables han de cumplir una serie de
requisitos democráticos previamente reconocidos y que no existe, por tanto,
ningún “derecho al referéndum”?
Los
ciudadanos tienen derecho a votar para elegir a sus representantes, y así
ejercen su “derecho a elegir” cómo resolver los problemas generales de acuerdo
a sus preferencias políticas. El “derecho a decidir” es el derecho a votar, qué
votar y a quién votar. Pueden existir asuntos de especial relevancia que no
puedan ser resueltos mediante el ejercicio de las mayorías parlamentarias y
que, para su legitimación, es necesaria (o aconsejable) una votación directa a
través de un referéndum en el que participen todos los ciudadanos. La
existencia o no de una necesidad y una legitimación previas, y el
establecimiento de normas democráticas claras para su realización y sus
efectos, convierte a un referéndum en democrático o antidemocrático.
Sólo
la manipulación y la propaganda han podido convertir un referéndum
antidemocrático e ilegal en un derecho irrenunciable del pueblo catalán. La
maniobra ha consistido en identificar la negación de este “derecho” con una
ataque a la identidad catalana. Negar el referéndum es negar la existencia
misma de Cataluña, así que si le preguntan a alguien si está de acuerdo con un
referéndum, la mayoría dirá que sí. Nadie quiere negarse a sí mismo el derecho
a decidir sobre algo tan importante como la independencia de Cataluña.
El
problema surge cuando se reclama ese derecho para el resto de españoles.
Entonces descubrimos la verdadera raíz del problema: los independentistas
consideran que ese derecho es exclusivo de los catalanes. No dicen de los
“catalanes de pura sangre”, porque eso del racismo xenófobo está muy mal visto,
pero en realidad no tienen otro fundamento, porque si no fuera por ese implícito
derecho de propiedad sobre Cataluña de “los catalanes de verdad”, ¿a cuento de
qué una mayoría de hispanohablantes iba a pedir separarse de España, donde
tiene su origen, sus vínculos familiares, culturales y lingüísticos?
Habrá
que explicar, insistir y repetir que hay referendos que sirven para afianzar la
democracia y otros para destruirla. El caso de Hitler es el más clarificador,
porque es el que más se parece a lo que está ocurriendo en Cataluña. Hitler
tardó en llegar al poder y su método principal fue utilizar los recursos del sistema
democrático, las elecciones y, sobre todo, los referendos. Nunca tuvo mayoría
parlamentaria, la logró mediante alianzas y eliminando a sus adversarios. Su
toma definitiva del poder se basó en la aprobación de la “Ley Habilitante” de
1934, que logró fuera aprobada por un 84% de escaños. La Constitución exigía al
menos 2/3. La Ley fue luego sometida a referéndum. La pregunta decía así:
“¿Usted, hombre alem
án, y tú, mujer alemana, aprueba..."
¡Claro que el pueblo alemán la aprobó! Así y todo, esta Ley tenía caducidad:
sólo era válida hasta abril de 1937.
Habría
que recordar los referendos de Franco (dos), Pinochet (dos), Castro (dos), etc.,
todos aprobados por abrumadora mayoría. En comparación, Hitler tenía mayor
legitimación democrática que los de Juntos por el Sí, que ni siquiera tienen
mayoría de votos y les bastaría con un 50,01% en el referéndum para imponer la
independencia. La Ley Habilitante de Transitoriedad Catalana, clandestinamente
urdida y aprobada sin discusión, si siquiera contará con los 2/3 que se le
exigió a Hitler.
Que
todo este potaje infecto, totalitario y racista se haya podido presentar ante
la opinión pública como la quintaesencia de la democracia, y a sus promotores
como pacíficos e insobornables demócratas, es algo que sólo ha sido posible
gracias a la dejación y la obnubilación de quienes han tenido la
responsabilidad de defender la democracia y no lo han hecho.
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