Pensaba leer el último producto (comercial) de Umberto Eco, El cementerio de Praga. Por casualidad, cuando me acerqué a la FNAC para comprar El mundo bajo los párpados, de Jacobo Siruela, encontré un folleto de propaganda que reproducía una conferencia de Eco titulada “Construir al enemigo”, que el editor difunde como un “exquisito preámbulo” a la novela. Lo leí y ya, definitivamente, se me quitaron las pocas ganas que tenía meterme en El cementerio.
Nos explica Eco la tesis del libro, que resume así: “Disponer de un enemigo es importante, no sólo para definir nuestra identidad, sino también para dotarnos de un obstáculo ante el cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al enfrentarnos a él, nuestro propio valor”. Concluye que, si no tenemos un enemigo, hemos de construirlo (o inventarlo).
Acabé de leer la conferencia, trufada de citas y erudición redundante, y lo que presuponía un punto de partida para una crítica más enjundiosa, resulta que no, que toda la acumulación de derribos históricos le servía para remachar su idea, convertida así en “necesidad connatural incluso al hombre tranquilo y amigo de la paz”. Y concluye: “No se puede estar sin un enemigo. La figura del enemigo no puede ser abolida por los procesos de civilización”. Vamos, que el hombre es un lobo para el hombre, y ahí se acaba todo el discurso filosófico, psicológico y moral sobre el asunto.
Pues no, no me interesa seguir las peripecias del capitán Simonini, protagonista del invento y portador de tan original y lúcida tesis. Para ese viaje no necesito tantas alforjas cargadas de pesada exhibición y la pedantería.
Porque yo no creo en ese burdo axioma, por más que la historia está llena de ejemplos a su favor. Yo no necesito ningún enemigo para definir mi identidad, lo siento señor Eco. Primero, porque mi identidad no es nada sólido y permanente, y segundo, porque para tomar conciencia de lo que soy, me basta con tomar conciencia de lo que hago y siento, y ahí, lo que encuentro es al otro, la necesidad del otro, pero no la necesidad de mi enemigo. Del mismo modo, tampoco creo necesario que para construir una comunidad social (incluso un Estado o una Nación), se necesite tener enemigos externos o internos. El señor Umberto se burla de esta posición: "Seamos realistas. Estas formas de comprensión del enemigo son propias de los poetas, de los santos y de los traidores".
Cuando el otro se convierte en problema, incluso en enemigo, yo no necesito demonizarlo y despreciarlo, retarlo y vencerlo, sino establecer leyes democráticas para defenderme. Para ello necesito, incluso, entender la diferencia y la posición del otro, no alimentar el enfrentamiento y la lucha, como el señor Eco acaba defendiendo: “La guerra constituye una válvula de escape para las vidas en excedencia”, asegura, entre otras simplezas.
No sé si es pura provocación, un modo de llamar la atención para poder vender más “Cementerios”. Puede que sí, pero cuando uno de los referentes intelectuales de la Italia actual dice lo que dice, uno empieza a comprender algo de lo que el régimen de Berlusconi significa y en qué postulados se basa.
Yo a lo que más le temo es al contagio (intelectual y político).
10 comentarios:
Yo no he leido el libro de Eco, pero estoy de acuerdo contigo en que es una tesis peligrosa. Tu posición me ha recordado el concepto de "reconocimiento" que Todorov desarrolla en "La vida en común".
Hay que tener cuidado de emitir los juicios antes de conocer bien el asunto. El libro de Umberto Eco es mucho más que una cuestión de "crear un enemigo" y sin duda, no es un producto comercial; requiere bastante erudición y diría que es uno de los libros más exigentes de Eco. Te animo a que lo leas, vale mucho la pena.
Lo estoy empezando y me he reido bastante de la ironía maquiavélica de Eco (Simonini en realidad) para con algunos pueblos europeos...por mi parte lo completaré y lo comentaré entonces.
Desde mi disciplina (psicología) se ha dicho que el Yo nace en el momento de una oposición, esto es, cuando los niños son capaces de decir "No" y se diferencian. Quizás más que en un enemiga sea frustífero pensar en lo dicho y lo no dicho, el texto y el contexto, lo que soy y lo que no soy; eso nos puede dar una idea más nítida de nuestros límites personales e identitarios...
Saludos
Si hubieras leido el libro podrías juzgarlo con más justicia.
Sin duda, si hubiera leído el libro podría juzgarlo con mayor objetividad, pero hay tantos libros que uno quisiera leer, y la vida es tan breve, que hay que dejarse llevar por cierto instinto literario. Aun a riesgo de equivocarme, creo que en este caso, al menos para mí, he tomado la decisión adecuada de no leerlo. Me ha bastado leer lo que el propio Eco dice de su libro.
El problema es creer que, pues yo no necesito un enemigo, no SE necesita un enemigo. De la misma forma que opinar que, pues yo no necesito la religión, NADIE necesita la religión. Carl Schmitt, el ideólogo jurista de los nazis, lo dice muy bien. A ellos, a los nazis, lo mismo les habrían servido los señores con bigote (Hitler se lo habría afeitado). Al hablar de enemigos, se habla de sociología, y ésta se refiere siempre a porcentajes. Sólo que haya un 51 % que necesite esto o lo otro, ya la humanidad necesita esto o lo otro. En una entrevista a Eco, éste decía que un detalle en el que pocos se habían fijado es en la reflexión que tiene su novela sobre el antisemitismo, esa estupidez. No es una gran novela, ¿a qué engarlo?, no es El nombre de la rosa, pero tiene su aquél. Otro aspecto remarcable de esta obra es el cachondeo sobre toda esa modernura de los contubernios y las conspiraciones. En eso es muy quijotiana.
Sin duda, creo que los que no os lo habéis leído os perdeis una obra maestra de la literatura.
Para que sepáis por donde van los tiros, como seguro que todos habéis leído "El nombre de la rosa", esta novela es a la época de la Primavera de los Pueblos los que "El nombre de la rosa" es a la época del enfrentamiento Imperio-Papado.
Sinceramente, os recomiendo que lo leais, os abrirá los ojos a más de una realidad latente.
estoy terminanado de ller
el cementerio de Praga y entiendo 3n primerq instqncia que no hay que confundir al Narrador con el autor; más bien me inclino a pensar que
Eco hace una feroz crítica de "la creqción del enemigo y la autojustificac+on de la guerra" y de cómo los medios nos manipulan.Sé poco de historia moderna pero baste como ejemplo el caso Dreyfus que hasta en mis oídos de cuarentona resonaba y que Eco se limita a narrar con absoluta precisión (por cierto que no se preocupó en novelar nada sino que fue fiel a la realidad)los hechos tal cual fueron o tal cual los recibió el pueblo entonces.
Acabo de terminar la novela de Eco, me fue necesario hacer consultas históricas para orientarme. Diría que es una gran novela, que nos sumerje en una época. No quiere decir que el autor se consustancie con las ideas del protagonista o del narrador. La novela está estructurada de manera sencilla de manera de facilitar la lectura. Es un diario en el que intervienen dos voces, y una tercera, aparición del Narrador que funciona como excusa perfecta para introducir más datos de la historia. Me pareció interesante, vale la pena leerla
Socorro
Bueno, he leído 'El cementerio de Prága', y lo que me parece una audacia, es escribir un comentario basado en la solapa... curiosamente, eso me dice mucho sobre usted. Demasiado... Muchas gracias
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