La neurociencia trata de comprender cómo ha surgido el pensamiento y el lenguaje. Una teoría que me gusta dice que el “pensamiento es la interiorización evolutiva del movimiento”. (Rodolfo R. Llinás en El cerebro y el mito del yo, p. 41). Relaciona mente, lenguaje y cuerpo, poniendo el acento en el movimiento corporal y muscular. Al interiorizar los movimientos musculares que generan los estímulos externos, el cerebro acaba creando sustitutos neuronales, o sea, estímulos internos. Las redes y memorias neuronales (patrones de acción fija de origen motor) se convierten así en la base del pensamiento y la conciencia.
El lenguaje tendría, por tanto, un origen motor, y sería una exteriorización sustitutiva de la activación muscular. El pensamiento habría dado lugar al lenguaje, y el lenguaje al pensamiento. Aunque no sean lo mismo, tendrían un origen común y dependiente: la activación muscular que generan los sentidos.
Por tanto, lo decisivo fue nuestra extraordinaria capacidad sensorial, receptiva, perceptiva o sensorial. Esta actividad generaría otra actividad interna igualmente extraordinaria capaz de transformar la estimulación en sensación, y la sensación en percepción y conciencia.
¿Qué ha pasado para que nos hayamos convertidos en seres encapsulados, autistas, encerrados en un yo obsesivo y tímido, estando como estamos tan capacitados para percibir el mundo exterior? Que la estructura cerebral ha absorbido toda nuestra actividad sensorial, limitando la percepción a la repetición de los patrones fijos y automáticos. Así, sólo percibimos lo que hemos aprendido a percibir, sólo pensamos lo que hemos aprendido a pensar, sólo sentimos lo que hemos aprendido a sentir. Es una reacción natural guiada por supervivencia ante la enorme cantidad de estímulos internos y externos que recibimos a cada instante. También, porque el lenguaje y la mente tienen una gran capacidad para llegar allí donde no llegan los sentidos y crear un mundo virtual o interno.
Son muchas las consecuencias de todo esto, si es que ha ocurrido efectivamente así. Lo que más me interesa ahora destacar es ese origen corporal y motor del lenguaje, que me sirve de fundamento para defender lo que he llamado el sentido orgánico de la lengua. Detrás de cada palabra hay un movimiento muscular interiorizado, por eso hablar, escribir y leer no es sólo un pasatiempo, sino una actividad orgánica y, como tal, puede ser saludable o perniciosa. Porque lo que más necesita nuestro cuerpo en una activación muscular y neuronal en la que la energía fluya y no queda bloqueada, estancada, contraída. El origen de toda enfermedad (física y mental) está ese colapso o bloqueo energético. Este principio, base de toda la medicina oriental, es algo que ya no niegan ni nuestros cirujanos.
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