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miércoles, 18 de junio de 2008

INTENSIFICAR LA VIDA (I)

(Fotos: S.Trancón)


La mayor amenaza de la vida es la pérdida de energía. Todo contribuye hoy a que nos quedemos vacíos, sin ánimo ni ánima: la abrumadora presencia de estímulos de todo tipo, agresivos y caóticos, incontrolables, que nos rodea; la renovada frustración que esta sobreexcitación compulsiva provoca; la imposibilidad de cambiar realmente nuestras condiciones de vida, el miedo larvado, la inquietud ante el futuro, la falta de una comunicación placentera con los otros, los riesgos físicos, la enfermedad…
Lo más normal es que la mayoría sucumba y viva en un estado de “depresión ansiosa”, en el que la poca energía de que disponemos se estanca y obliga a encerrarnos en una mayor preocupación por uno mismo.

Cuando se es joven y se experimenta esta pérdida de energía, se siente la imperiosa necesidad de salir de la angustia que provoca, y el camino más fácil es el de las drogas: drogas excitantes y a la vez tranquilizadoras, un círculo infernal. No se puede aceptar la contradicción entre ser joven y sentirse tan débil y abatido, agresivo y ansioso.

Lo cierto es que la vida actual, con su agotadora sobreexcitación inútil, provoca depresión física, el tedio profundo, el mortal aburrimiento a que conduce siempre la falta de energía. El entusiasmo, el interés, la ilusión, la pasión por lo que vemos y hacemos en cada momento, sea lo que sea, es imposible sin una predisposición energética, sin un fondo de sostenida atracción física por el mundo, sus maravillas y misterios.

Sé avaro de la energía, no aceptes perderla sin ton ni son, a tontas y a locas: es algo que me repito con frecuencia. Hay un método infalible para saber si algo o alguien, en lugar de revitalizarnos, nos deprime o nos obliga a despilfarrar estúpidamente la energía: preguntar al cuerpo cómo se siente después de cada encuentro, de cada acto, de cada pensamiento o emoción. ¿Me siento mejor, o peor? ¿Con más o con menos energía, ánimo o entusiasmo?

Aprender a vivir y gozar, es aprender a huir de todo lo que nos degrada o deprime física y orgánicamente, ya sea un amigo, un libro, una película, una calle, una canción, una bebida, un partido de fútbol o una corrida de toros. Y por el contrario: aprender a descubrir y aprovechar un libro, una conversación, un atardecer, un bosque, un silencio, un cuadro, lo que sea, que de verdad nos da ánimo y energía, nos revitaliza, serena y despierta una pasión callada por todo cuanto nos rodea.
(Continuará)

1 comentario:

Linaria Rivas dijo...

Perfecto , gastar energia para "ser avaro con la energia".buen verano y administraremos la energia o no!Linaria