(Eduardo Fernández me propone que reflexione sobre la “trascendencia” del ser humano en un comentario que reproduzco en esta entrada. No hay nada como el estímulo de los otros para hacernos pensar. Voy a ello, pero necesito antes dar antes un pequeño rodeo discursivo para situar la reflexión en un contexto adecuado)
Vivimos, estamos siempre en tres mundos a la vez: uno exterior (material, espacial y temporal, físico, orgánico, corporal, hecho de impulsos, percepciones, sensaciones, reacciones y emociones); otro interior (mental, psíquico, hecho de pensamientos, palabras, imágenes, interpretaciones, recuerdos, anticipaciones); y otro intermedio (sutil, flotante, etéreo, hecho de intuiciones, visiones, anhelos, “sentires”, dudas y suposiciones).
Nos reconocemos como cuerpo, como mente y como otra cosa a la que, a falta de mejor palabra, podemos llamar inteligencia, espíritu o, como a mí más me gusta, conciencia. Lo que quiero decir es que entre el cuerpo y la mente hay otra cosa, la conciencia, ese darnos cuenta de que el mundo no se acaba en lo que vemos y ni en lo que pensamos, sino en algo que está más allá (o más acá) de nuestros sentidos y nuestra mente.
Vivimos en esos tres mundos paralelos e inseparables a la vez, de manera consciente e inconsciente al mismo tiempo. Por inconsciente no entiendo algo oscuro o inaccesible (esa especie de sótano o almacén freudiano), sino toda actividad automática, corporal y mental, que no necesita de nuestra atención ni de un control voluntario para llevarse a cabo. (Afortunadamente, ni podemos ni necesitamos ser conscientes de todo lo que somos, hacemos y vivimos).
Estos tres mundos se corresponden con el “percibir, pensar y sentir”, tres modalidades de la acción vital. En el cuerpo sucede todo, pero no todo es lo mismo ni se puede reducir a una sola cosa, ya sea química, eléctrica o neurológica. Sí podríamos decir que todo es energía, que todo emana de la misma fuente: energía “compacta” (cuerpo), energía “fluida” (mente) y energía “sutil” (conciencia).
Con el cuerpo percibimos, con la mente pensamos y sabemos, con la conciencia sentimos y conocemos.
El cuerpo siente placer, la mente produce saber y la conciencia, siente el goce y produce el conocimiento.
Cada nivel “contiene” a los otros dos, pero se realiza y manifiesta de modo distinto: como sensación y emoción (el cuerpo), como palabras e imágenes (la mente), como “ver” y “sentir” (la conciencia).
A mí me gusta destacar el nivel consciente de la energía, porque es de lo que menos se habla. Es ahí donde se produce lo que quizás más nos interesa e inquieta, ya que es el terreno del arte y la “trascendencia”.
(Seguiré en otro momento)
Vivimos, estamos siempre en tres mundos a la vez: uno exterior (material, espacial y temporal, físico, orgánico, corporal, hecho de impulsos, percepciones, sensaciones, reacciones y emociones); otro interior (mental, psíquico, hecho de pensamientos, palabras, imágenes, interpretaciones, recuerdos, anticipaciones); y otro intermedio (sutil, flotante, etéreo, hecho de intuiciones, visiones, anhelos, “sentires”, dudas y suposiciones).
Nos reconocemos como cuerpo, como mente y como otra cosa a la que, a falta de mejor palabra, podemos llamar inteligencia, espíritu o, como a mí más me gusta, conciencia. Lo que quiero decir es que entre el cuerpo y la mente hay otra cosa, la conciencia, ese darnos cuenta de que el mundo no se acaba en lo que vemos y ni en lo que pensamos, sino en algo que está más allá (o más acá) de nuestros sentidos y nuestra mente.
Vivimos en esos tres mundos paralelos e inseparables a la vez, de manera consciente e inconsciente al mismo tiempo. Por inconsciente no entiendo algo oscuro o inaccesible (esa especie de sótano o almacén freudiano), sino toda actividad automática, corporal y mental, que no necesita de nuestra atención ni de un control voluntario para llevarse a cabo. (Afortunadamente, ni podemos ni necesitamos ser conscientes de todo lo que somos, hacemos y vivimos).
Estos tres mundos se corresponden con el “percibir, pensar y sentir”, tres modalidades de la acción vital. En el cuerpo sucede todo, pero no todo es lo mismo ni se puede reducir a una sola cosa, ya sea química, eléctrica o neurológica. Sí podríamos decir que todo es energía, que todo emana de la misma fuente: energía “compacta” (cuerpo), energía “fluida” (mente) y energía “sutil” (conciencia).
Con el cuerpo percibimos, con la mente pensamos y sabemos, con la conciencia sentimos y conocemos.
El cuerpo siente placer, la mente produce saber y la conciencia, siente el goce y produce el conocimiento.
Cada nivel “contiene” a los otros dos, pero se realiza y manifiesta de modo distinto: como sensación y emoción (el cuerpo), como palabras e imágenes (la mente), como “ver” y “sentir” (la conciencia).
A mí me gusta destacar el nivel consciente de la energía, porque es de lo que menos se habla. Es ahí donde se produce lo que quizás más nos interesa e inquieta, ya que es el terreno del arte y la “trascendencia”.
(Seguiré en otro momento)
2 comentarios:
EDUARDO FERNÁNDEZ ME HA ESCRITO:
Me gusta leer lo que escribes, muy cercano a lo que estamos viviendo cada día. Quisiera proponerte un tema que me atrae desde siempre: la existencia del hombre. La existencia de Dios. ¿Cómo es posible que después de que la ciencia haya demostrado que nuestra evolución es paralela a los del resto de los seres vivos (animales y plantas), que los numerosos dioses de la Historia humana han sido creados por los mismos hombres, que los Evangelios han sido escritos y manipulados mucho tiempo después de que Jesús muriera, etc., la gente sigue apegada a las doctrinas de las distintas religiones sin querer ver más allá de lo que aprendieron desde niños? ¿Crees que es imposible vivir con la idea de que somos animales evolucionados y que cuando morimos desaparecemos para siempre? ¿No crees que vivir cercano a los animales y perseguir realizarnos como personas, aprendiendo de ellos, que sólo buscan lo necesario para vivir y sobrevivir? ¿Sería un buen objetivo para hacer felices a los humanos o necesitamos la trascendencia?
Esto lo escribo por aquello de "hacer pensar". Yo tengo escrito un libro cuyo título es "209 breverías para Bartulear": para comerse el coco. Aparte de eso tengo la suerte de conocer a Edih Checa que es una Poeta ¿Poetisa? extraordinaria y fue la que me puso en contacto contigo.
Saludos y felicidades por tu blog. Eduardo.
Muy acertado el planteamiento que haces sobre los tres estados, o los tres mundos.
Seguiré leyéndote.
saludos
salvador
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